Pablo CABEZA BILBO
Entrevista
JUAN MARI BELTRÁN
ETNOMUSICÓLOGO, MÚSICO...

«Soinuenea cuenta con más de 1.500 instrumentos y 6.000 publicaciones»

El multiinstrumentista Juan Mari Beltran Argiñena lleva buena parte de vida entre la investigación histórica y la actividad musical tanto en directo como discográficamente. A su paso por Azala y Txanbela se unen, entre otros, Xabier Amuriza, Eltzegor, Astiasaran Anaiak, Joxan Goikoetxea, Jalon... y su carrera en solitario, que redondea con el cautivador «Hots larretan», una hora de tradición y poesía.

Juan Mari Beltran nace en Donostia el 22 de marzo de 1947. En el momento de su nacimiento su padre Ezekiel se halla trabajando en un barco bacaladero por tierras de Groelandia. Su madre Luisa Argiñena, natural del valle de Larraun, vive en Etxarri Aranatz y parte, ese 22 de marzo, hacia a Donostia, donde reside su abuela paterna Juana Okarantza, para dar a luz. En diciembre regresa su padre y toman camino hacia Etxarri Aranatz, donde viven hasta 1962, año en el que se instalan en Donostia.

En Etxarri Aranatz, nada más cumplir los siete años comienza a estudiar música en la Academia Municipal de Música, ubicada en la ganbara del Ayuntamiento. El profesor de música para todos los instrumentos era don Alfredo Martínez, director de la banda.

Cuando el pequeño Juan Mari acude por primera vez a clase, don Alfredo le explica que la banda necesita clarinetistas y le cedé un clarinete y las primeras instrucciones básicas para que comience su instrucción, además de llevarse uno cuantos ejercicios para practicar en casa.

Una vez el clarinete en su poder, colocado en su estuche y dispuesto para partir a casa, el director le interpela y le pregunta si conoce el instrumento que le muestra. Juan Mari le contesta de inmediato que sí, que era un txistu. A continuación le propone que aprenda también a tocar el txistu, ya que también quería reforzar el grupo de txistularis del pueblo. Al entrar en casa y al verle su ama con dos instrumentos le pregunta si no le bastaba con uno, a lo que el chaval responde que don Alfredo le ha ofrecido los dos y que los ha cogido.

Desde ese momento, el futuro sabía que Juan Mari Beltrán se iba a mover en dos planos paralelos y deferentes: la música académica con el clarinete y la academia, y la música popular o tradicional con el txistu de por medio.

Por lo demás, Beltrán vivía sus clases que la intensidad impropia de un joven de esa edad. Nada más finalizar el horario escolar y comer el bocadillo de la merienda a toda velocidad, subía inquieto y animado las escaleras hasta la parte alta del Ayuntamiento para continuar con el aprendizaje del solfeo, el clarinete y el txistu. Don Alfredo les tomaba la lección a diario y transcurridas dos horas, de nuevo a casa junto a su hermano Bixente, que andaba con las mismas: aprender clarinete y txistu. No cabe imaginar la paciencia de los aitas, pero el caso es que transcurrido un tiempo estos les compran un txistu y un tamboril a cada uno.

¿En qué año se pasa de las clases a tocar en la calle? ¿Qué veía ese niño?

En 1958, con tan solo once años y con motivo de las fiestas patronales de Etxarri, empezamos a tocar en público con la Banda de Música, bien en los conciertos o bien en las sesiones de bailables que la Banda tocaba en aquella época. Durante todos los domingos (exceptuando el período cuaresmal), allí estaba en mi puesto, en el quiosco de música del pueblo, situado en la zona de las clarinetistas, en la parte delantera izquierda, junto a la barandilla, en mi privilegiado observatorio particular [tiempo después pasaría a tocar el saxo y a perder su adorado estratégico lugar de observación]. Desde allí contemplaba a toda la gente del pueblo, las mozas dando vueltas al quiosco, los chicos solicitando el baile al agarrado, en el intento natural de ir formando pareja y haciendo planes de futuro, todo acongojaba. Creo que sería buena la palabra emoción para describir todos esos años pasados y este disco lo refleja plenamente.

Emoción y orgullo.

Para entonces ya empezaba a sentirme una pequeña figura popular durante los bailables de la plaza, en los conciertos, las procesiones... Y no solo en el pueblo, también fuera del municipio de Etxarri. Recuerdo con agrado cómo con trece años ya acudíamos a Lazkao con la Banda de Música y también por primera vez a los sanfermines de Pamplona con el grupo de txistularis para participar en el Alarde de Txistularis. Mi primer sueldo fue el de la Banda de Música, un total de 250 pesetas anuales ¡Qué alegría y satisfacción la mía cuando entregué el sobre a mi madre!

En 1962 se trasladan a vivir a Donostia y llegan los cambios o los nuevos caminos.

Sí, así es. Nada más llegar a San Sebastián, nuestro difunto padre nos llevó a la Escuela de Isidro Ansorena, con lo que nuestro recorrido musical tuvo continuidad con el txistu como instrumento principal. Siendo txistularis, esa circunstancia pronto nos acercó a los ambientes euskaltzales, a los entornos de la cultura popular vasca y a los grupos de jóvenes nacionalistas. Vivíamos en Amara Berri y junto a los jóvenes del barrio participábamos en las actividades culturales que se organizaban en toda la ciudad.

Y llega el momento de relacionarse, de dar un paso más.

Junto a mi hermano Bixente y en nuestra condición de txistularis, nos pusimos en contacto con diversos grupos de baile de Donostia, entre los que cabe mencionar: el grupo de Baile Goizaldi; grupo Femenino de Danza Vasca Izartide Fol; grupo de Baile Argia. Este grupo tuvo un significado muy especial para mí. Llegó a convertirse en mi cuadrilla habitual de los días laborables y festivos; ensayos, actuaciones, grupo de montaña... Y así fue como poco a poco me contagié de aquel ambiente: montañismo, folklore, política... Son de aquella época mis relaciones con la juventud nacionalista de Donostia, las manifestaciones, etc.

En 1966 se produce un cambio profundo en el grupo Argia.

Alrededor de la denominada Escuela de Arte Vasca, creada y dinamizada por el escultor Jorge Oteiza, se agruparon artistas del mundo de la pintura, escultura, música, baile, teatro y otros grupos. Juan Antonio Urbeltz, del grupo de danza vasca Goizaldi de Donostia, se incorporó al citado movimiento integrando dentro de ese nuevo movimiento artístico la danza popular vasca. Un día Juan Antonio se presentó en el local de los Capuchinos de San Sebastián donde ensayábamos y nos expuso sus ideas y proyectos relacionados con el folklore y la danza popular. Juan Antonio aportó en el grupo Argia un punto de vista innovador en todo lo referente al folklore, cultura, baile y música popular. A partir de ese momento empezamos a analizar desde otra perspectiva y a valorar de otro modo nuestra etapa anterior. Además de significar un ingrediente muy importante de nuestra personalidad, valoramos la cultura popular desde otra dimensión. Oteiza tuvo una influencia decisiva en esa filosofía y actitud innovadora ante el mundo del arte. En nuestro caso, Jorge Oteiza seguía muy de cerca las actividades de nuestro grupo. Con frecuencia se presentaba en nuestras sesiones de ensayo en la Escuela de Manteo y participaba directamente aportando sus opiniones. De vez en cuando, también acudía a las representaciones públicas del grupo, y en algunas ocasiones acompañándonos en nuestro propio autobús. Gracias a su intervención, participamos en el rodaje de «Ama Lur», dirigida por Larruquert y Basterretxea, y, posteriormente, en «Herri Musika», de Larrukert. Es entonces cuando fuimos conscientes de que la cultura popular es un elemento vivo, cambiante, fructífero y actual, patrimonio heredado de nuestros antepasados y que debemos trabajar para conservarla y hacerla nuestra. Para ello era condición necesaria profundizar y conocer más a fondo toda aquella realidad y es así cómo dimos los primeros pasos en tareas de recopilación de música y danzas populares. Recogíamos en escritos, fotografías y grabaciones sonoras todo tipo de información relacionada con la música y la danza popular, así como todo tipo de documentación antigua que encontrábamos. Asimismo, el grupo Argia fue una plataforma ideal para el aprendizaje y la práctica de varios instrumentos musicales. En las actuaciones la música de todas las danzas las interpretaba el grupo de txistularis. Progresivamente, empezamos a utilizar instrumentos que tenían una relación más directa con cada danza.

Con Ebay no hay fronteras para localizar piezas, una de sus inquietudes más marcadas. ¿Llegó tarde para usted Internet?

No, no. Además hay más fuentes de adquisición que Ebay: fabricantes, músicos, viajes.... Yo continúo recopilando instrumentos en función de las cadencias de la colección o de la importancia y valor histórico de las piezas. Por supuesto prima el material relacionado con nuestra música; instrumentos, grabaciones, libros... y siempre pensando en que Soinuenea, nuestro centro de documentación de Oiartzun, pueda ofrecer un buen servicio a músicos, escuelas, investigadores y aficionados a la música. En este momento la colección cuenta con algo más de 1.500 instrumentos, de los que la mitad aproximadamente pertenecen a la música y músicos vascos. Biblioteca con más de 6.000 libros y revistas especializadas, fonoteca con más de 5.000 unidades de disco, casete o cedé y el archivo de imagen con una colección de más de 1.000 unidades en formato VHS, Deuvedé o cedé-r... Además del amplio trabajo de campo con cientos de horas de grabaciones sonoras y filmaciones.

¿Qué tal se adapta «Hots-Larretan» al directo al no contar con todos los músicos del disco, aunque sí la mayoría?

El directo es una buena adaptación del disco. Exceptuando Mikel Irazoki [bajo en el disco] y Suso Saiz [alguna guitarra], tenemos los mismos músicos que en la grabación. Además contamos con la participación del poeta Andoni Salamero que hace de narrador y guía del concierto. En un momento también interpreta junto a Aitor Beltran una pequeña escena en «Artazuriketan». Por otra parte, teniendo en cuenta que muchos son temas de danza contamos en el directo con un par de dantzaris del grupo Kukai, que dan otra dimensión a nuestra música. Espectacular su interpretación en el tema «Lo-ametsetan». Por cierto, el 9 de mayo presentaremos el disco en directo en el Kursaal.

«El vals, la mazurka, la polka, la habanera... se incorporan al repertorio tradicional vasco a partir del siglo XVIII»

«Hots-Larretan», publicado por NO-CD Rekords, como buena parte de la obra en solitario de Beltran, ahonda en las sensaciones transmitidas por la música tradicional sin perder de vista una cierta estética creativa-ambiental, tal y como se aprecia, en títulos como «Egunsentia», «Leheneko koblakariaren ahidia», «Artzainzuloan», «Aretaldearen atsedena» o «Lo-ametsetan». La producción es, una vez más, de Suso Saiz, un veterano experto en música minimalista y new age. Las dieciocho canciones palpitan contiguas a la música tradicional mediante acordeón, dultzaina, pandero, txalaparta plural (donde participa su hijo Aitor Beltran), xirula, txistu, xirolarrua-boha... y el chelo de Peio Ramirez con su singularidad dentro de este entorno popular y creativo; cercano y ambicioso; atmosférico, pasional y profundo.

En «Leheneko koblakariaren ahidia» utiliza una gaita peculiar.

Esta pequeña gaita es una de las variantes morfológicas del xirolarru que se utilizó en E.H. y desde el Ebro hasta el Pirineo, donde se ha conservado su uso hasta nuestros días y en las zonas limítrofes de Gascuña y Bearn. Es como una alboka con odre y, según Campion, pudiera ser la que interpreta en la hospedería de Orreaga Gartxot. Nosotros la hemos construido a partir de los modelos que aparecen en la antigua iconografía vasca. Es un tema propio del repertorio tradicional de los txanbelaris-pastores de Zuberoa.

¿Qué lugar ocupa el vals en la tradición vasca? Aquí está en «Soinu-jolearen hasperena».

El vals, la mazurka, el eskotix, la polka, el pasodoble, la habanera... son danzas que se incorporan al repertorio tradicional vasco a partir del siglo XVIII y que, en algunos casos, han conseguido ser parte fundamental del repertorio popular vasco.

El juego de txalaparta en la atmosférica «Lo-ametsetan» es muy melódico.

Aquí la txalaparta mantiene esas dos características fundamentales que aprendimos de los viejos txalapartaris y que creo que suponen la aportación más importante de este instrumento en nuestra música: interpretación en alternancia y toques abiertos a la interpretación-creación, resultando única cada una de las interpretaciones. En este caso el ritmo es nuevo y complejo. La txalaparta de seis tablones nos permite trabajar la melodía y la armonía. Creo que es un trabajo hermoso a la vez que interesante.