Josebs VIVANCO
WANDA METROPOLITANO

El «Pupas» es el Athletic

Dolorosa e injusta derrota en el tiempo de descuento, tras un partido muy serio y solvente, en el que maniataron al Atlético, tuvieron decisión para ir a por la victoria, pero no supieron cerrar el partido.

ATLÉTICO 3

ATHLETIC 2


«A la muerte habría que matarla», escribió Osvaldo Ardizzone, periodista, cuando en 1981 murió electrocutado el defensor que fuera de River y San Lorenzo Hugo Pena. A reveses como el que ayer, sobre la bocina, encajó el Athletic, habría que matarlos también. Y rematarlos. Es como si a este Athletic alguien le pusiera la pierna encima para que no levante cabeza. Como si le hubiera mirado un tuerto. Como si un ser superior, llámenle como quieran, les estuviera poniendo a prueba para quién sabe qué cotas o metas que nuestra mente no alcanza... Algo se nos rompió en el alma cuando el charrúa Godín, que llevaba minutos arrastrándose sobre el césped, hizo el ‘gol del cojo’ en el minuto ya 91 de partido, tras una falta, que no fue, mal, muy mal defendida por Raúl García, aunque como después matizaba Eduardo Berizzo, cuando ganamos, ganamos todos, cuando perdemos, lo mismo. Qué injusticia. Qué poquito dura la alegría en la casa del pobre. Derrota dolorosa por cómo se produjo y por echar por tierra un serio y solvente partido de los leones ante un Atlético que si tiene algo es lo que le dio la victoria, entrega, coraje, ganas, el corazón de su capitán como ejemplo de un equipo que nunca se rinde. Y el Athletic, un muy buen Athletic durante muchos minutos, no aguantó ese orgullo colchonero.

El Athletic tenía mucho que ganar y nada que perder en una visita al Atlético nada propicia para rascar algo, pero oportunidad al mismo tiempo para generar confianza y ganar en sensaciones. Agarrarse a algo en estas dos semanas largas sin competición, ver luz al final del túnel. Y a eso fue el Athletic a Madrid. A, por lo que se vio ayer, ganar, ni siquiera empatar. Pero no logró ni lo uno ni lo otro. Perdió de la manera más injusta y cruel, esa que habría que matarla. Pero así es el fútbol, un deporte de pasiones, que no sabe de justicia ni injusticia, en el que las alegrías son las menos y las frustaciones las más. Ayer le tocó al Athletic la cara más triste. «Traguen veneno, muchachos, traguen veneno, que al final todo se equilibra», que decía Marcelo Bielsa.

Eduardo Berizzo apostó, como había avisado en la previa, por una mezcolanza de músculo y creatividad para maniatar, primero, al Atlético, y no renunciar a la meta de Oblak. Alineación inédita con Muniain por delante de Beñat y San José, y el carril izquierdo con Balenziaga y Yuri, reservando la punta de lanza a un Williams que hizo un doblete que, a la postre, no sirvió. Con estos mimbres los bilbainos supieron desesperar a los madrileños, sobre todo después de unos primeros minutos locales de agobio, presión y robos altos, del que los leones supieron despojarse con el transcurrir de la primera mitad y la posesión de una pelota que durante el primer cuarto de hora les fue esquiva. A partir de ahí, tomaron la iniciativa ante un estéril rival, pero sin la profundidad necesaria como para generar peligro.

El «gol del cojo» Godín

Partido tosco, atascado, pérdidas de balón repartidas a partes iguales, defensas que se imponían sobre delanteras, el Athletic tenía clara su consigna de llegar al descanso sin ir por debajo en el marcador. Mejor un seguro pase atrás que uno incierto adelante. Lo que no se esperaba es que una perfecta combinación por banda acabara con San José rematando, Oblak y la madera salvando y un espesísimo Williams empujando el balón al fondo de la red. Premio para un Athletic mejor y castigo para un Atlético inoperante, privado de cualquier referencia en ataque gracias a la contundencia de los centrales y defensas liderados por un, ayer, imponente Unai Núñez. El Athletic había trabajado bien el partido, había tenido paciencia, sacrificio y se había encontrado con un inesperado regalo. Se encontró, por una vez, con el resultado antes que con el juego. Ahora tocaba gestionar la segunda mitad.

Las dudas que podían cernirse sobre los pupilos de Berizzo se disiparon pronto. No solo no dio un paso atrás el equipo sino que no le perdió la cara al Atlético. A los cinco minutos de la reanudación ya había generado tres llegadas con cierto peligro y, en la banda, el Cholo Simeone quemaba cartuchos quitando a un central y metiendo un hombre de ataque. Ni por esas. Los leones, atrevidos y hambrientos, tenían el segundo en un disparo malogrado de Williams tras una asistencia de orfebrería de Núñez, de tacón. Había que frotarse los ojos. El Athletic estaba poniendo una pica en un feudo que se le resistía desde hacía ya demasiados años. Justo hasta que Thomas, al que nadie le encimó sabiendo el disparo lejano letal del que hace gala, sorprendió a Iago desde 26 metros y la la coló como un auténtico obús.

Era el primer remate colchonero entre los tres palos. Minuto 61. Ni por esas se arredró un Athletic que creía en lo que hacía y había olfateado la victoria. Un equipo comprometido y convecido. Como Balenziaga para robar una pelota dividida, San José para tirar un caño a un rival, Muniain para dibujar un pase de tiralíneas al espacio y Williams para, esta vez sí, definir ante Oblak. Los 34 km/h de la carrera de Iñaki fueron demasiado para los 32 km/h que marcó Godín, cojo y decisivo luego.

Simeone echó el resto en ataque, Berizzo quitó a un buen Beñat y luego al bigoleador, ambos, aclaró luego, muy cansados, el equipo bajó prestaciones y el empate llegó porque tenía que llegar en un córner que Rodri peinó y prolongó a la red, imposible para Iago. Un aviso del peligro colchonero a balón parado que acabarían pasando factura. A falta de tres puntos, bueno era uno. Hasta esa falta de Unai que solo el colegiado vio, la pésima defensa de Raúl García en el saque y la moneda del fútbol, caprichosa como pocas, que cayó del lado de Godín para el 3-2.

El Athletic, merecedor de mucho más ayer, no supo cerrar ni matar el partido. Todo lo que va mal, puede empeorar, ya saben. El Athletic asumió sin quererlo el papel del ‘Pupas’, tan clásico en el Atlético antes del Cholo. Pero el Athletic también demostró estar vivo. Pese a derrotas como esta. El sintomático abrazo de Iker Muniain con Berizzo tras el segundo gol nos dice que también está comprometido.

«El 2-2 ya ma parecía castigo, imagínate cómo estamos»

Eduardo Berizzo estaba «decepcionado, frustrado, ya el 2-2 me parecía demasido castigo, imagínate cómo me siento. Pero mañana seguro que volvemos a empezar con optimismo». Resignación. «Realmente la decepción es grande por irte sin nada, porque debo destacar el gran esfuerzo de todo el mundo, por eso irnos con un 3-2 en contra me parece injusto». Máxime cuando, según el técnico, ni el córner ni la falta que dieron origen a los dos últimos goles locales fueron tales. «Tuvimos una actuación muy destacada, en la primera parte defendimos bien, marcamos, fuimos a por más en la segunda, nos empatan, y al final el balón parado no defendimos bien. Hoy, la solvencia defensiva en balón parado no fue la adecuada. Pero de todo se aprende, aunque es doloroso, también habrá conclusiones positivas». Para Berizzo, la de ayer fue «nuestra mejor actuación en cuanto a personalidad y desarrollo del juego. Jugamos de igual a igual, siendo superiores en trámites del partido. Hoy se ha construido, hemos creado peligro». Sobre el abrazo de Muniain, dijo que «yo me siento muy cercano a los jugadores, su compromiso; lo que no hacemos, o no lo sabemos hacer o nos sale mal, pero no por fata de compromiso. Encontraremos la fuerza para reconducir esto. Debemos apoyarnos en el fútbol que mostramos hoy.

Debemos parecernos de un partido a otro, encontrando una línea sostenida».J.V.