«Tengo que intentarlo, no hay elección ni voy a darme la vuelta»
La barbarie contra los refugiados en la frontera de Hungría está en boca de todos los asilados que aguardan el ferry que les conducirá de Lesbos a Atenas. Pese a conocer el cierre de fronteras y las cargas policiales ninguno va a dar marcha atrás. Confían en encontrar un resquicio o tomar una ruta alternativa.

«Tengo que intentarlo. No hay elección ni voy a darme la vuelta». Alaa tiene 29 años, ha trabajado como chef en Damasco y ahora espera en la fila para comprar un ticket para el ferry que sale diariamente desde Mytiline, capital de Lesbos, hacia Atenas. Con la vía aérea cerrada para ellos (la lógica dice que buena parte del penoso éxodo se podría evitar con aviones desde Estambul), la inmensa embarcación es la única manera de continuar el trayecto. En la fila y en los improvisados campamentos que rodean el puerto, las informaciones sobre el cierre de la frontera de Hungría, los arrestos masivos de exiliados y las cargas de la policía se han extendido como la pólvora. Sin embargo, nadie modifica su determinación. Es como si, aún viendo las terribles fotografías en su móvil, necesitasen plantarse allá para comprobarlo con sus propios ojos. Como si pudiesen convertir los kilómetros avanzados en argumento de peso para que no les echen atrás.
«Antes me sentía feliz», dice Alaa, refiriéndose al momento en el que parecía que había vía libre y que incluso Alemania ponía alfombra roja. «Ahora me siento decepcionado. Igual llego o igual no. Pero tengo que intentarlo», asegura, después de más de una hora soportando un severo sol en la única ventanilla que garantiza billetes para el ferry de hoy a 60 euros el pasaje. En principio todas las plazas (un máximo de 2.500) estaban agotadas para el habitual, el que sale a las 20.00 horas, pero se decidió poner un barco extra a las 22.00 para facilitar el movimiento de los refugiados. Hace dos semanas el número de foráneos había duplicado a los 28.000 habitantes de Mytiline. Medidas como esa embarcación suplementaria han logrado reducir el porcentaje. La isla, con todas sus incomodidades, es una especie de bálsamo para quienes han llegado en zodiac y saben que tarde o temprano afrontarán el candado europeo.
«Que la ONU les obligue»
«Mira a tu alrededor. Toda esta gente quiere seguir el camino» insiste Alaa. Es mentar Hungría y formarse un corro de rostros preocupados buscando la última novedad. Se miran unos a otros como intentando darse fuerzas. «Van a seguir viniendo. Yo no haría este viaje si tuviese otra opción. ¿Cómo voy a querer vivir en un país donde no me quieren?», argumenta el joven. Sus compañeros asienten.
«He visto en Facebook que Hungría ha cerrado sus fronteras pero iré de todos modos». Mohamed Khatib, de 26 años y originario de Daraa, en Siria, se preparaba para agarrar los bultos y embarcar hacia Atenas. Tenía billete para las 20.00 horas y aprovechaba para ducharse con agua de una fuente en una zona cercana al puerto. Allí, frente al mar, se ha organizado una especie de campamento alternativo para los que esperan su turno en el ferry. Decenas de pequeñas tiendas de campaña, de esas que se montan en dos segundos pero poca gente sabe cómo se recogen, forman hileras perfectas. «Soy sirio, he escapado de la guerra, del Estado Islámico, he hecho un camino muy peligroso. No voy a dar marcha atrás», remarca Khatib.
A nadie debería sorprender que, después de vender tanto la idea de la Europa abierta, ahora los refugiados reclamen su parte. Como Pawam, que llegó a Lesbos desde Baghlan, una provincia de Afganistán, y dice que «si Hungría no abre sus fronteras es que no cree en la humanidad». Tiene 21 años, su padre trabajaba con el Gobierno y cree que si seguía allí, terminaría muerto. Por eso emprendió la marcha con toda su familia. «Solo quiero vivir tranquilo», dice Pawam, como si su lógica aplastante pudiese convencer a los mandatarios. Ya nadie habla solo de Alemania como único destino. La consigna es «un lugar tranquilo».
«La ONU debe obligar a Hungría a que abra sus fronteras», afirma Muhamad, también afgano. Llegó la víspera, tiene su papel de registro y espera frente a una agencia de viajes. Mientras aguardan, alguien recuerda que Croacia puede ser un camino alternativo. Otra forma de sortear las alambradas. Mientras, solo en el norte de Lesbos, mil refugiados llegaron en zodiac desde Turquía. Ellos tampoco darán marcha atrás.
Los refugiados bloqueados en serbia buscan otras rutas de entrada a europa
Un primer autobús con refugiados procedentes del sur de Serbia llegó ayer a primera hora a Sid, cerca de la frontera con Croacia, esperando encontrar una nueva ruta hacia Europa occidental, mientras cientos de solicitantes de asilo esperaban una hipotética reapertura de la frontera húngara. Decididos a seguir su camino, iban a intentar rodear Hungría, cerrada por un valla con alambrada.
En el centro de acogida de Presevo, sur de Serbia, en la frontera con Macedonia, los autobuses que hasta ahora conducían a los refugiados hacia Hungría mostraban carteles con un nuevo destino: Sid.
Según Zagreb, 350 refugiados fueron registrados ayer por la tarde en Tovarnik. Croacia prevé acoger hasta 1.500 refugiados por día y espera que lleguen unos 4.000 refugiados en las próximas jornadas. Un tren con capacidad para mil pasajeros fue a recoger a los solicitantes de asilo cerca de Tovarnik para llevarlos al centro de recepción de Zagreb.
«Hungría ha cerrado su frontera, por eso hemos venido a Croacia, no tenemos otra opción», explicó Waqar, un paquistaní de 26 años, en Tovarnik.
Los refugiados fueron interceptados por la Policía croata poco después de haber atravesado la «frontera verde», a través del campo donde, del lado croata, algunas zonas aún no han sido desminadas tras la guerra con Serbia.
Desde Turquía, los refugiados, principalmente sirios, decidieron buscar otras vías alternativas al mar para llegar a Europa continental. Algunos emprendieron, junto con sus hijos, un camino de 250 kilómetros desde Estambul hasta Edirne (noroeste), puerta de entrada terrestre a Grecia.
Además, Lituania ha detenido, en menos de dos semanas, a varias decenas de iraquíes que viajaban hacia el norte de Europa.
En lo que va del año, cerca de 500.000 refugiados han llegado a las fronteras de la UE, frente a los 280.000 de 2014, según los últimos datos de la agencia europea Frontex.
Serbia ha admitido su incapacidad de controlar el flujo de los demandantes de asilo bloqueados en su territorio tras el cierre de su frontera con Hungría.
«La idea de reenviar a Serbia a todos los migrantes, mientras no dejan de llegar otros desde Grecia y Macedonia, es inaceptable», protestó en Praga el ministro de Exteriores serbio, Ivica Dacic. Las autoridades serbias instaron a Hungría a abrir su frontera, al menos a mujeres y niños.
En Belgrado, la mayoría de los refugiados preguntados por AFP preferían esperar a la reapertura de la frontera húngara antes que optar por otras rutas. «Nos han dicho que existía un camino por Croacia y Eslovenia, pero también hemos oído que si nos detiene la Policía eslovena, nos mandará a Serbia o a Afganistán», explica Alisina, un adolescente afgano de 15 años, que espera impaciente en la capital serbia. «No podemos dar marcha atrás. Yo he perdido a mi familia, a mis padres, a un hermano y a una hermana. No tengo ningún lugar al que regresar», lamenta entre sollozos.
Con ayuda del Ejército, Budapest cerró el martes su frontera con Serbia a los refugiados. Ayer, entre lanzamientos de piedras y gases lacrimógenos, decenas de personas bloqueadas en Serbia forzaron parte de la alambrada tras haberse enfrentado con la Policía húngara, que se vio obligada a retroceder.
El primer ministro húngaro, Viktor Orban, prevé vallar ahora la frontera húngara con Rumanía, que ha protestado por esta medida.
Su homólogo croata, Zoran Milanovic, criticó la actitud de Hungría y dijo que «la construcción de muros no detendrá a nadie y envía un mensaje horrible».GARA

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