
Angela Merkel y su séquito, que controla al partido, lograron ayer convertir el congreso ordinario de Karlsruhe en un acto en el que los delegados cerraron filas con su presidenta. Ya antes de dirigirse a los representantes de la primera fuerza política en Alemania, los demócrata-cristianos recibieron a su presidenta (desde 2000) de pie y con un aplauso que duró unos 9 minutos. El gesto sorprendió a Merkel porque en Alemania es habitual que se aplauda durante o después del discurso, no antes. Quizás sus 1.000 correligionarios hubieran superado el récord de 13 minutos (2009), si su sorprendida jefa no les hubiera cortado con un seco «aún tenemos trabajo por delante».
Después siguió lo que medios alemanes consideran «el discurso más fuerte» de Merkel. La jefa de Gobierno se mostró enérgica y combativa. Respecto a la llegada de –hasta ahora– un millón de refugiados a Alemania, repitió su consigna: «Lo vamos a conseguir, por Alemania y por Europa».
Pudo imponer su línea de «fronteras abiertas» porque el pasado fin de semana la ejecutiva de la CDU logró un compromiso con el sector crítico, que pretendía imponer un límite.
«Una continuación de la actual inmigración desbordaría permanentemente al Estado, y a la sociedad también, en un país como Alemania», es la frase de consenso que llevó a la organización juvenil Unión Joven (JU) a retirar su propuesta.
Merkel dibujó también su visión de cómo será su país en 2040: «En 25 años Alemania debe ser un país abierto, curioso, tolerante y fascinante».
Según la canciller, en dicho país no cabrán ni la homofobia, ni el antisemitismo ni cualquier duda sobre el derecho a existir de Israel. A los inmigrantes les instó a que aprendan el idioma alemán y a que respeten la Ley Fundamental. En Karlsruhe, la CDU ha cerrado filas con Merkel, dejando claro que la líder y su política siguen «sin alternativa». Las personas que podrían sucederla no están a la vista. Varios cargos electos municipales se opusieron públicamente a su presidenta, pero el Congreso no les ha hecho caso. Los electores y simpatizantes que buscan la antigua política conservadora y cristiana de la CDU podrían orientarse hacia la nueva derecha. En los comicios regionales del 2016 se verá si la Alternativa para Alemania podrá consolidarse como fuerza política a la diestra del partido merkeliano.
La mejor canciller posible para el SPD y para los Verdes
La semana pasada, el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) celebró su congreso ordinario, reeligiendo a su presidente Sigmar Gabriel con un pésimo 74% de apoyos.
El vicecanciller y ministro de Economía del gabinete de Angela Merkel aún no ha abandonado la idea de presentarse como candidato a canciller en las elecciones generales de 2017. Pero los números tampoco le cuadran fuera del SPD porque su partido sigue estando unos 13 puntos por detrás de la CDU de Merkel. Ni sumando los posibles porcentajes de los Verdes y del partido Die Linke (La Izquierda) se da, hoy por hoy, una alternativa política a la jefa de Gobierno a la que la semana pasada la revista “Time” nombró «canciller del mundo libre».
Anteriormente el diario alemán «Die Tageszeitung” (taz), cercano a los Verdes, apuntó con ironía que Merkel es la mejor canciller para socialdemócratas y ecologistas. De hecho, tal y como gestiona el tema de los refugiados, la jefa del Ejecutivo ha empezado a cazar en el coto de los dos partidos. Al mismo tiempo, se ha creado una base política para poder cambiar el SPD por los Verdes si la coyuntura política lo precisara. Sin embargo, la Policía Federal, adscrita al Ministerio Federal de Interior, dirigido por Thomas de Maizère (CDU), ha publicado su plan para cerrar temporalmente las fronteras alemanas a los refugiados. Ingo NIEBEL

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