El presidente turco interpretó como una puñalada el reciente compromiso de la Administración estadounidense para suministrar armamento pesado a las FDS, milicias kurdo-árabes que lideran la ofensiva contra el ISIS en torno a Raqa. Erdogan se sumaba así a la creciente lista de desilusionados con Trump al constatar que este decidía proseguir con la política «prokurda» inaugurada por Obama tras los sucesivos fiascos de EEUU a la hora de armar a una oposición siria eficaz y fiable.
Todo apunta a que, con su visita a la Casa Blanca, el neosultán otomano no logrará, como alardeó, forzar una marcha atrás. Menos cuando las FDS ya han puesto fecha, principios de verano, al inicio del asalto final a la capital siria del ISIS.
Lo que sí estaría buscando Erdogan es arrancarle a Trump una promesa para el día después, una vez que las milicias kurdas y sus aliados rebeldes sirios terminen de derramar su sangre y derroten al ISIS.
En una misiva en “The New York Times”, Sinam Mohamad, responsable internacional del enclave federal de Rojava, en el norte de Siria, imploraba a EEUU que no les utilice como carne de cañón contra el ISIS para luego abandonarlos a su suerte.
Desgraciadamente, los kurdos saben mucho de traiciones y los últimos movimientos en Siria no invitan al optimismo. Rusia y Turquía acaban de perfilar un acuerdo sobre zonas de distensión que apunta a una división sectaria del país con Ankara como peligroso «garante».
Sabido es que en Rusia, qué no decir de EEUU, lo que priman son los intereses. Erdogan lo sabe y espera que, al final, los suyos pesarán mas que los de los kurdos.
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