Dabid LAZKANOITURBURU

La ultraderecha toca la puerta de la Presidencia del gigante brasileño

Al ultra y misógino Bolsonaro le ha faltado esto para ganar en primera vuelta. Los grandes medios económicos, que decidieron desembarazarse de la izquierda aprovechando la crisis económica y los escándalos de corrupción, apuestan por el progolpista. El candidato del PT, Haddad, necesita todos los votos y casi un milagro para darle la vuelta.

Los resultados de la primera vuelta de las elecciones en Brasil han confirmado que el subcontinente está, si un milagro no lo remedia, a las puertas de una «tormenta perfecta» que puede condenar a la primera potencia demográfica, económica y política sudamericana a quedar en manos de un ultraderechista, progolpista, misógino, racista e integrista cristiano como Jair Bolsonaro, a quien le faltaron el domingo menos de cuatro puntos para lograr el 50% más uno de los votos y ser elegido presidente del país e inquilino del Palacio de Planalto sin necesidad siquiera de una segunda vuelta el 28 de octubre.

Con un 46,1% de los votos, Bolsonaro hizo buenos los pronósticos que auguraban que el apuñalamiento que sufrió el pasado 6 de setiembre por una persona con problemas síquicos que se declaró votante de izquierdas y que a punto estuvo de matarle iba a apuntalar su polémica candidatura.

Bolsonaro parece haber aglutinado el voto de los brasileños hastiados por la corrupción, que afecta a toda la clase política casi sin excepciones, y por la violencia, en un país que registró el pasado año la friolera de 63.880 homicidios y es considerado de los más inseguros, lo que ya es decir, del continente americano, después de México y Venezuela, sin olvidar a El Salvador y EEUU.

Frente a él, el candidato del Partido de los Trabajadores (PT) y sustituto de última hora del expresidente Inazio Lula da Silva, encarcelado tras ser condenado por un caso de corrupción menor, logró un meritorio 29,2% de los votos, lo que le permite disputar la presidencia a Bolsonaro dentro de tres semanas, pero lo que confirma, junto al mayor índice de abstención (20,3%) desde 2002, que su candidatura sigue lejos de la de su mentor en cuanto a popularidad y atracción entre las clases populares, que son al fin y al cabo las que inclinan la balanza, muchas veces en contra de sus propios intereses, a uno u otro lado en las elecciones.

De ahí que Hadad, exalcalde fracasado de Sao Paulo y académico especializado en Marx, visitara ayer mismo a Lula para pedirle consejo en su celda de la cárcel de Curitiba (sur), donde pena 12 años y un mes de cárcel condenado por recibir las llaves de un apartamento frente a la playa como parte de un soborno de la firma de ingeniería OAS y en el marco de unos escándalos de corrupción (Petrobras, Lavajato...) mucho mayores y que han socavado la credibilidad de la inmensa mayoría de los partidos políticos, incluido el PT, en el poder desde 2002 hasta 2016.

Una tormenta provocada

Pero la tormenta política que asola a Brasil, y que podría confirmarse como perfecta si Bolsonaro amarra su victoria en segunda vuelta, no es un simple fenómeno meteorológico. Al contrario, fue provocada por el Sistema, con mayúsculas, cuando en 2013 –y en el contexto del contagio de la crisis global de 2008 a las economías emergentes, incluida la brasileña– decidió aprovechar la coyuntura para desembarazarse del PT, que llevaba más de un decenio cogobernando con la burguesía de Sao Paulo y reduciendo los niveles de pobreza en un país con unos índices de desigualdad equiparables a los que sufren las poblaciones africanas. .

El plan, que pretendía cabalgar sobre la ira por la crisis económica y la corrupción y aupar al poder al exgobernador de Sao Paulo y hombre del Sistema, Geraldo Alckmin, iba viento en popa con el impeachment contra la presidenta Dilma Roussef por un nimio caso de ingeniería contable y con el procesamiento de su antecesor Lula.

Pero acabó yéndosele de las manos, con la irrupción de Bolsonaro, de la mano además de declaraciones y amenazas de altos mandos militares, que han resucitado el fantasma del golpismo en Brasil.

El propio Bolsonaro y sus seguidores aludieron ayer a un posible fraude en el recuento del voto electrónico que les habría hurtado la victoria definitiva, lo que da una idea de la polarización que se puede vivir el 29 d octubre si el favorito no revalida su victoria.

Pese a –o por– todo ello, los grandes medios económicos han decidido que su candidato, ultraliberal declarado, es Bolsonaro, como dejaron en evidencia durante la campaña y ayer mismo, cuando la bolsa de Sao Paulo reaccionó a los resultados subiendo un expresivo 6% en la apertura de la jornada.

Mirando al centro

Y es que no es descartable que Bolsonaro, violador potencial confeso, que ha propuesto aumentar las penas para homicidas y narcotraficantes, la castración química para violadores, empoderar a la policía, y un registro de armas para que la población pueda defenderse, dé un giro hacia el centro para, una vez asegurado el voto más ultra, cimentar su victoria.

Desde las antípodas, todo apunta a que Haddad tendrá que hacer lo mismo porque necesita como mínimo el 12,5% de votos que logró Cairo Gomes, del centroizquierda del PDT.

Gomes, el único candidato al que las encuestas auguraban que vencería claramente a Bolsonaro en una segunda vuelta, dijo que continuará «luchando por la democracia y contra el fascismo».

Más va a necesitar de todos modos Haddad, quien quiere «unir a los demócratas de este país (...) para un Brasil que –insistió– busque incansablemente la justicia social».

Difícil, aunque matemáticamente no imposible, papeleta para un candidato que no seduce al electorado popular y evangélico (42 millones) como lo hacía Lula Da Silva y obligado a frenar el desgaste del PT –que se evidenció hace 4 años con la ajustada victoria de Roussef– y que se confirmó el domingo con las derrotas en las elecciones a gobernador en Acre, donde gobernaba desde hace 20 años, y en el gran estado de Minas Gerais.

El PT conserva Bahia, Ceará y Piauí y opta por Rio Grande do Norte. El batacazo es similar o incluso algo menor que el de otros hasta ahora grandes partidos como el MDB y el PSDB.

Pero la izquierda nunca puede permitirse ese tipo de consuelo.

 

El huracán bolsonaro llega hasta el Congreso

El Partido Social Liberal (PSL), de Bolsonaro, encara la nueva legislatura como la segunda fuerza política de la Cámara Baja brasileña, después de hacerse con 52 de los 513 escaños. La formación había obtenido en 2014 solo un representante, si bien antes de los comicios del domingo ya contaba con ocho, tras cooptar a siete de ellos. El Partido de los Trabajadores (PT) se mantiene a duras penas como la formación con más diputados, con un total de 61 (ya había bajado a 70 hace cuatro años).

Los mayores batacazos, sin embargo, los han sufrido el MDB, del presidente saliente Michel Temer, y el PSDB, del exgobernador de Sao Paulo y candidato fracasado del sistema, Geraldo Alckmin, que han pasado de ser la segunda y la cuarta fuerza, respectivamente, a una zona media en la que los Progresistas (PP) logran aguantar como tercer partido.

Con todo, el Congreso sigue bajo el dominio de fuerzas conservadoras vinculadas a intereses particulares, como los hacendados, los evangélicos y los defensores de las armas («bancada BBB, bala, buey y biblia»). D.L.