Teresa Catalán: «Es imprescindible que haya modelos de mujeres»
La compositora Teresa Catalán ha sido una compositora influyente en la vida musical de dos ciudades: en su Iruñea natal, como una de las fundadoras del Grupo de Pamplona que tanto impulsó la música contemporánea en Nafarroa; en Madrid, como cátedratica de composición del Real Conservatorio durante treinta años.

La compositora iruindarra Teresa Catalán estrena esta noche su última creación dedicada al dolmen de Larrazpil, que será interpretada por el Trío Arbós en el marco del ciclo de música contemporánea de la Quincena Musical. En el concierto, que dará comienzo a las 20.00 en el Kursaal de Donostia, sonarán también obras de Mauricio Kagel, Jesús Torres y César Camarero.
¿Qué ha preparado para este encargo que le ha hecho la Quincena Musical?
Se trata de una obra de catorce minutos titulada “Larrazpileko jentilen trikuharritik” y hace referencia a Larrazpil, un dolmen que se encuentra en la sierra de Aralar, en Nafarroa. La leyenda dice que estas piedras eran las que tiraban de un monte a otro los gentiles, y además es un lugar que adoro y que tiene unas vistas bellísimas. Me pareció interesante escribir una obra que se referenciase a él, y es un honor que sea el Trío Arbós quien la vaya a interpretar.
¿Trata la obra de describir la leyenda o el paisaje de Larrazpil?
No, yo suelo huir de eso en mis composiciones. Una cosa es hacer referencia a un lugar, a un mito, a un personaje, y otra que la música pretenda describir o llevarnos exactamente a ese paisaje. La música lo único que pone es el sonido, es el receptor el que luego completa su significado y la traduce como a él le parezca oportuno. A mí, incluir esas referencias me sirve como homenaje, pero no deja de ser algo abstracto, una sugerencia sobre la que el espectador hace su propia interpretación. Eso es, precisamente, la maravilla de cualquier lenguaje abstracto.
El del trío con piano es una formación camerística muy establecida y para la que existen infinidad de obras. ¿Ha querido buscar la diferencia o integrarse dentro de esa tradición ya existente?
Yo trabajo un poco a mi aire. La presencia de la tradición es inevitable porque todos somos la continuidad de algo, pero al recibir del pasado también estamos proyectando hacia el futuro. El secreto de un buen compositor radica en desarrollar un lenguaje propio, exactamente igual que lo que ocurre con la palabra escrita, en la que uno debe encontrar su manera de explicarse y comunicarse. Entendiendo, claro, que la música es una forma de comunicación abstracta que se contruye en un mundo propio. Yo no trato de integrarme ni en las vanguardias ni en ningún tipo de lenguaje que esté de moda en este momento. Lo que hago es lo que yo quiero, y que luego encaje o no es algo que no me preocupa demasiado.
Hace dos años le dieron el premio de composición más importante del Estado, el Premio Nacional de Música. ¿Ha cambiado en algo su actividad a raíz de aquello?
No. Un premio es contingente, te lo pueden dar o no dar por las mismas razones y uno nunca sabe exactamente por qué se lo han dado. Si, además, ni siquiera te lo esperabas, tu día a día no cambia apenas nada. Lo importante es tener clara la dirección que uno lleva y yo sigo mi camino exactamente igual que antes.
Aunque usted es navarra y perteneció al Grupo de Pamplona, gran parte de su trayectoria la ha realizado en Madrid. ¿Qué contacto ha mantenido con la música contemporánea de Nafarroa y cómo la ha visto evolucionar?
La importancia de la música contemporánea en Nafarroa se remite a un tiempo previo al Grupo de Pamplona. De hecho, aquel no fue un grupo que saliese de la nada, sino que fue producto del Conservatorio Pablo Sarasate que fundó en 1957 Fernando Remacha, miembro conspicuo de la generación del 27, es decir, de las vanguardias de aquel momento. Por aquel conservatorio dirigido por Remacha pasó Stockhausen en los años sesenta, pasaron los monjes de Silos, se presentaban músicas electroacústicas... Otro hito fue el de 1972, cuando tuvieron lugar los Encuentros de Pamplona, que fue algo inolvidable y espectacular. Fue tan brillante que me parece difícil de superar, aunque aquello que habría querido ser una bienal permanente solo tuviese una edición y desapareciese. Ese tipo de hitos, sin embargo, significan mucho en un lugar que no deja de ser pequeño y restringido.
En ese caldo de cultivo nació el Grupo de Pamplona, que promovió la música contemporánea en la ciudad de una forma constante y sirvió para que los compositores nos reforzáramos mucho los unos a los otros. Yo luego desaparecí de Pamplona y creo que no ha vuelto a haber una escuela de composición como la de Remacha, aunque por el conservatorio hayan pasado profesores muy buenos como Acilu. A pesar de que no ha habido continuidad en las cátedras de composición, ahora parece que están surgiendo festivales nuevos y jóvenes con talento. Navarra, en realidad, nunca ha dejado de tener compositores relevantes a lo largo de su historia, al menos uno en cada generación.
Parece que, en los últimos tiempos, en las programaciones de los festivales de música contemporánea se empieza a dar el lugar que les corresponde a las mujeres compositoras.
Me parece imprescindible que sea así. Las mujeres compositoras hemos tenido muy pocos modelos y los que había no los hemos conocido realmente, ya que no estaban en la docencia oficial. Nadie estudiaba la influencia o el pensamiento de las mujeres compositoras en la historia. Emiliana de Zubeldia, por ejemplo, fue una compositora maravillosa y una navarra de pro, pero nunca la estudiamos en el conservatorio. Por eso, difundir estos modelos es vital para que el mundo de la composición sea igualitario.
Que se programe más música de mujeres tiene dos vertientes: en primer lugar, corregir una vergüenza histórica, porque aunque hayamos sido pocas nunca se nos ha otorgado la presencia que nos correspondía. Esa tendencia se ha prolongado hasta el presente en programaciones que siguen desconsiderando el aporte de la mujer a la música, o que lo hacen sin dignidad, incluyendo a mujeres solo por cubrir cupos o programándolas en conciertos exclusivos de mujeres, casi como si se tratase de caridad. Por otra parte, que se visibilice a las mujeres abre una ventana que mira al futuro y a que más mujeres tomen la iniciativa de componer, y que se alcancé así la normalización.
Todavía son muchas menos las jóvenes que estudian composición, en relación a los hombres. ¿Por qué cree que ocurre?
Esto es algo absolutamente cierto. A mí se me ocurrió hacer una estadística en el Conservatorio de Madrid y mis alumnas, en el conjunto de treinta años de trabajo enseñando la composición, no llegaban al quince por ciento del total. Eso, en una época en la que ya no hay problemas de acceso para las mujeres. En el siglo XIX, si una mujer estudiaba música era casi exclusivamente para tocar el piano, pero ahora las chicas pueden elegir. Y tengo que decir que las compositoras que hay son muy buenas pero son muy pocas.
Yo les he preguntado por qué sus compañeras no quieren estudiar composición y me han dado algunas respuestas, principalmente que el sentido práctico las lleva a pensar que la salida profesional de la composición es dudosa, mientras que la de tocar un un instrumento es más provisoria. Luego está también el que muchas mujeres en la música, y lo digo con gran pesar, no se acercan a la construcción de un pensamiento abstracto. No les interesa tanto como lo práctico. He conocido a muchísimas chicas que tocan maravillosamente pero la composición les parece muy abstracta. Esto lo digo convencida de que la mujer puede acceder a la composición en igualdad de condiciones que un hombre, y me da mucha pena pero es lo que he constatado.
En base a su larga experiencia como profesora de composición en Madrid, ¿cree que hay una generación fuerte de compositores ahora mismo en el Estado español?
Hoy en día los jóvenes compositores tienen opciones múltiples y yo he visto, principalmente, tres posturas o intereses: los que se decantan prácticamente desde el principio por los medios audiovisuales (música para juegos, cine, publicidad... ); los que se decantan por las líneas vanguardistas oficiales, las que tienen más tirón hoy en día, que son un espejo en el que mirarse; y una tercera vía de alumnos que buscan su propio camino, que no tienen ningún reparo en cuestionar las vanguardias y que buscan su propio lenguaje sin escrúpulos y sin miedo al encuentro con el público. Pero todos son, en general, muy buenos, porque han superado muchas dificultades y tienen claro lo que quieren. Y esa determinación marca su futuro.

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