Koldo Landaluze
Especialista en cine y series de televisión

‘Hopper/Welles’: la conversación de dos niños que crearon juegos

Filip Jan Rymsza ha rescatado del olvido una auténtica joya cinéfila, la conversación informal y filmada que en el año 70 realizó Orson Welles a un Dennis Hopper que, un año antes, había revolucionado Hollywood con ‘Easy Rider’.

Dennis Hopper durante la conversación que mantuvo con Orson Welles en 1970. (NAIZ)
Dennis Hopper durante la conversación que mantuvo con Orson Welles en 1970. (NAIZ)

En el año 94, un Tim Burton en la cima de su carrera plasmó en su magistral ‘Ed Wood’ un encuentro entre el que fue considerado como peor director de la historia del cine –Ed Wood– y un Orson Welles que esbozaba la idea de filmar una de sus grandes obras maestras, ‘Sed de mal’ (1958). Cada uno y desde su muy diversa visión del cine, charlaban de manera despreocupada sobre la importancia del sello de autor en una película.

Ahora, un documental recoge un no menos singular episodio en el que Welles vuelve a ser protagonista de una inusual conversación con otro cineasta que por entonces fue saludado como «el rey del nuevo cine estadounidense», Dennis Hopper.

El encuentro tuvo lugar una noche de 1970 y sobre una mesa, repleta de botellas vacías y ceniceros llenos, legarían para la posteridad los restos de un diálogo delirante y profético sobre arte, política y religión.

Todo ello se descubre en ‘Hopper/Welles’, una crónica filmada de una inédita velada orquestada por el autor de ‘Ciudadano Kane’ con aquel joven melenudo y ebrio de éxito que tan solo un año antes había revolucionado la industria con ‘Easy Rider’ (1969).

En esta conversación, salvada y restaurada por Filip Jan Rymsza, los dos creadores juegan al ratón y al gato debatiendo sobre política, religión, sexo y cine ante un plato de pasta e innumerables gin-tonic.

Según expresó Rymsza «las escenas dicen mucho de sí mismos que antes nadie había escuchado. De Welles sabemos de todo aunque hay cosas inéditas. Pero Hopper es particularmente interesante porque vive una apertura total en la que se narra a sí mismo».

Rymsza, que hace dos años estrenó en el festival de Venecia la copia restaurada de ‘The other side of the wind’ –la obra inacabada de Welles–, aseguró que esta pieza es «todo un documento histórico que permite desmenuzar los planteamientos artísticos y personales de dos iconos de la historia del cine. Pero sobre todo revela el interés del maestro por los nuevos talentos».

Durante la grabación, Welles habla desde las sombras sin aparecer en pantalla mientras interroga sin descanso al nuevo rey de Hollywood, entonces todo un mito de la contracultura y que más pronto que tarde acabaría asomándose al precipicio de su propio caos existencial.

Welles quería saber todo de Hopper

¿Un director es un Dios o un mago? ¿Sobrevivirán los Estados Unidos a su violencia intrínseca? ¿Qué cualidades debe tener una buena película? ¿Se puede denigrar al público?. Estas y otras cuestiones son lanzadas con voz de trueno por un Welles empecinado en saber todo de su invitado.

Sin embargo este, a sus 34 años, titubea, responde en ocasiones erráticamente, mientras apura un cigarrillo tras otro y apunta los ojos al fondo de su vaso. «Creo que estaba intentando impresionar a Welles, quería parecer un intelectual ante él», sostuvo Rymsza.

El invitado expresa sus dudas en el proceso de montaje de sus obras, explica que para su obra clave, ‘Easy Ryder’, acumuló 35 horas de grabación y sostiene que una película tiene en primer lugar tiene que ser «personal».

Su anfitrión quiere saber más y le pide un ejemplo. Así sale a relucir ‘Viridiana’ (1961) de Luis Buñuel. En la charla filmada de manera atropellada también descubrimos que para ambos Michelangelo Antonioni es un tipo «aburrido».

Hopper no esconde que ‘La noche’ (1961) le impactó, pero asegura que nunca logró terminar ‘La aventura’ (1960). «Me dormí las siete veces que intenté verla», afirma, ante las carcajadas de su interlocutor.

El outsider que compartió escenas con James Dean en ‘Rebelde sin causa’ (1955) y ‘Gigante’ (1956) deja caer en varios momentos la vorágine de sexo, drogas y alcohol en la que ya se había embarcado. Pero niega que se pinchara en vena durante el rodaje en Perú de la cinta que estaba ultimando, ‘The last Movie’ (1971): «Si lo hiciera a esa altura sería Superman», bromea en un momento dado del documental.

Un día habrá un presidente estadounidense negro

Welles le incita a hablar de política, asegura que no es fascista aunque él mismo había conocido al dictador Franco, y pregunta a su invitado sobre la izquierda y la derecha. Este rechaza abordar la cuestión, aunque recuerda la vez en la que John Wayne le preguntó si era un comunista al verle con una camiseta roja, puede que en el set de ‘Los cuatro hijos de Katie Elder’ (1965) o en ‘Valor de ley’ (1969), en las que trabajó con Wayne.

También hablan de música y Hopper parafrasea a Bob Dylan: «¿Quién es ese?», inquiere curioso Welles... «Un cantautor», le responde. Tal y como cantó Dylan, los tiempos estaban cambiando. Primero para la industria cinematográfica, presionada por las productoras y yendo hacia un modelo menos aparatoso: «Nunca he pisado un set con menos de 120 personas», afirma Welles al saber que Hopper trabajaba con treinta.

Pero los nuevos vientos también soplaban en la política. En ese sentido Welles, meditando sobre el racismo y la presunta tierra de oportunidades que es su país, pronuncia toda una premonición: «Ponto tendremos un presidente negro». A lo que Hopper responde «Eso espero». Por entonces Barack Obama solo tenía nueve años, pero la profecía de Welles quedó grabada.

La conversación se alarga, escasamente iluminada y entre el barullo de cámaras y asistentes que llegan incluso a interrumpir el rodaje con total naturalidad. Al fin de cuentas se trataba de un encuentro informal.

En el momento más personal de este encuentro, el invitado confiesa que no fue feliz en su infancia y que se escapó de casa por primera vez a los trece años, cuando ni siquiera esperaba ser un día una estrella del cine. Pero sostiene que sin esas experiencias nunca habría sido director. «Somos niños que crean juegos», concluye, tratando de describir la labor del cineasta.