Ramón Sola

‘Non dago Mikel?’, cuando solo la verdad queda a flote

A quienes conocen la historia y la época ‘Non dago Mikel?’ les acongojará y emocionará a partes iguales. A quienes no la vivieron, además, les sorprenderá y quizás espantará. La realidad de la tortura pasa a las nuevas generaciones sin filtros y desde la pantalla grande, desde este viernes.

Esta película lleva el nombre de una víctima aún por reconocer, Mikel Zabalza. No la verán tampoco Idoia Aierbe ni Ion Arretxe, fallecidos hace dos y tres años, pero cuyo legado impagable –testimonios de una sinceridad brutal– sacude al espectador desde la pantalla. Y se ha librado de presenciarla Enrique Rodríguez Galindo; murió el día contra la tortura y dos semanas antes de que llegue a las pantallas esta estremecedora inmersión, no en el Bidasoa sino en los sótanos de su Intxaurrondo.

Los expertos en resolución de conflictos abogan por complementar con la verdad social la inexistencia de verdad judicial en casos como este. Nadie pone en duda hoy en Euskal Herria cómo murió Mikel Zabalza, en la medida en que nadie puede defender en 2021 aquella versión de 1985, en que un detenido que no sabía nadar se tiraba a un río esposado de noche tras deshacerse de varios guardias civiles con patadas en los testículos.

Otra cosa es que todo sea tabú todavía. Lo es para quienes, sobre todo en España, defendieron la tortura como necesaria o miraron a otro lado. Pero también para muchos torturados que, como apunta Arretxe en un momento del film, no podían contar a los cuatro vientos un paso por los calabozos en el que «no fuimos héroes» sino «mierda».

Ha sido tabú incluso para los Zabalza Garate; la siguiente generación, las sobrinas de Mikel, no abrió hasta los 22 años aquella caja de los secretos en que se guardaban cartas amenazantes, otras de ánimo, recortes, postales...

Una de estas jóvenes pone colofón a la cinta al preguntarse en voz alta «quién contará la mentira» en lo sucesivo. Y al contrastarlo con la transmisión popular de lo que ocurrió con Mikel Zabalza, su tío. Su diálogo da por cerrada la película... y también el caso, porque lo que ha acabado ahogándose en estos 35 años es, efectivamente, la falacia. ‘Non dago Mikel?’ no la combate realmente porque no presenta al espectador dos versiones para elegir: el debate actual no es ya entre Barrionuevo y Aierbe, sino entre la verdad y el tabú, así que la victoria es tan simple como contarlo.

Emprendida la misión, resultó que gran parte del trabajo estaba hecho con la documentación videográfica de la época. En 1985 no había cortapisas informativas ni autocensuras: las cámaras entran hasta el mismo río para ver sacar el cadáver del joven conductor de autobús, la madre y el primo de Mikel atienden en la cocina de casa sin dejar escapar una lágrima, su novia se explica con la mirada perdida pero una entereza abrumadora en plena desaparición, el abogado de la Guardia Civil compadrea con los periodistas sin rubor, las cargas en el Boulevard se ruedan desde dentro, hasta los debates del Congreso están grabados desde el escaño...

Por tanto no es un documental ficticio al estilo de ‘Bloody Sunday’, pero menos aún un drama judicial recreado como ‘En el nombre del padre’. Lo que nos pone delante ‘Non dago Mikel?’ es la realidad pura y dura del conflicto armado a mediados de los 80. Es cine, pero además es verdad.

La parte de la realidad que no se vio entonces se la lanzan al espectador, sin piedad, los testimonios de Aierbe y sobre todo Ion Arretxe. En el testimonio del escritor al que Galindo amenazó apretándole los testículos se palpan la locura de la época (niños pegando patadas al detenido mientras lo cambiaban de edificio en Intxaurrondo) pero también la lucidez del estrés postraumático («tras la tortura sientes vergüenza, como le pasa a una mujer que sufre una violación»).

Más allá de Mikel Zabalza Garate, de una vida cercenada a los 33 años, a través de las miradas, los suspiros, los silencios y las palabras de Arretxe se expresan todas las personas torturadas. No hay relato más sincero que su agotamiento emocional tras narrar el paso por Intxaurrondo a Paco Etxeberria, o que la explicación de cómo en aquellos calabozos no regía ningún código humano, o que la secuencia en que narra que allí cualquier objeto inanimado (una manta, el tabaco, el listín...) se convertía en arma de tormento.