Cómo no querer a un divertido y loco genio del cine llamado Quentin Dupieux, que no tiene nada que ver con el Quentin anglosajón, sino más bien con el humor defectuoso de los hermanos Farrelly, o con los personajes ‘nerds’ de Jared Hess. Podría ser la versión francófona de todos ellos, a no ser porque posee un surrealismo muy suyo, más cercano al Ozon de los comienzos. Ingredientes que hacen de sus películas experiencias únicas, ya sea por la rueda asesina que protagonizaba ‘Rubber’ (2010), por los extraños polis que pasaban droga dentro de peces en ‘Wrong Cops’ (2013), o por la sátira belmondiana contenida en ‘Bajo arresto’ (2018). Y, haciendo un cine tan raruno, tiene mérito llevarse el Premio de la Crítica en Sitges por ‘Realité’ (2014), festival en el que ha vuelto a triunfar obteniendo con ‘Mandibules’ (2020) el premio a la Mejor Actuación para la pareja estelar formada por Grégoire Ludig y David Marsais. Cuando el bueno de Dupieux se dedica a su otra faceta de la música electrónica suele utilizar el nombre artístico de Mr. Oizo. Su multifacetismo le permite ocuparse lo mismo de la realización, que del guion, de la dirección de fotografía o del montaje.

Manu (Grégoire Ludig) y Jean-Gab (David Marsais) son una prolongación de «dos tontos muy tontos», especializados en meterse en líos y las situaciones más disparatadas. Se supone que tienen que transportar un misterioso maletín, pero cuando abren el maletero en su lugar se encuentran con una mosca gigante. Y no se les ocurre otra cosa que amaestrarla para que actúe como un dron aminal teledirigido con el que cometer atracos. En su caótico periplo acabarán en un chalet de tres chicas, ocultando a la mosca de Cronenberg en una habitación. Si los efectos visuales son delirantes, más lo es la caracterización de Adèle Exarchopoulos como joven traumatizada.