Se rodó con el título provisional de ‘Los valses de Viena’, dada la importancia que en el relato adquiere la capital austriaca y su relación con la música clásica. Se basa en la novela negra nórdica ‘Trahie’, obra de la escritora sueca Karin Alvtegen, y que Marc Fitoussi ha adaptado a las expresiones culturales francófonas en el extranjero, como excusa para hablar de una clase privilegiada que vive su exilio dorado. Pero en la mejor tradición de Chabrol o de Hitchcock lo que sobre el papel parece una lujosa comedia romántica esconde en sus entrañas un oscuro e inquietante thriller de suspense, en el que nada es lo que parece, como bien advierte el título definitivo. Hay otros guiños cinéfilos, uno en concreto dedicado a Jacques Demy y su película ‘Piel de asno’ (1970). El resto de referencias son melómanas y están personalizadas en la figura del director de orquesta representada por el también músico y cantante Benjamin Biolay.

El tal Henri Monlibert ha trabajado asimismo en el Institut Français, manteniendo una relación oculta con la maestra del hijo que tiene en común con Eve, una directora de biblioteca interpretada por Karin Viard. Sin embargo, él se muestra romántico con Eve, diciéndole que es de la opinión de que las parejas deben estar todo el tiempo juntas, tal vez achacando así a que no estén siempre el uno con la otra, el que se haya producido la infidelidad.

Ella se consuela por su parte con un joven austriaco, para en público hacer ver que no hay ninguna crisis en su matrimonio. Henri y Eve pertenecen a un grupo selecto que lleva una vida acomodada en Viena, por lo que están más pendientes de las reuniones sociales y de las relaciones de clase que de su verdaderas miserias privadas. Los problemas empiezan con esos encuentros furtivos fuera de la pareja, y que van a provocar imprevisibles consecuencias.