
La biología no perdona y se sucede el reguero de pérdidas humanas entre los grupos rockeros veteranos. The Rolling Stones vieron desaparecer accidentalmente a su guitarrista Brian Jones en 1969 cuando ya estaba fuera del grupo. Ahora la muerte ha llamado a sus puertas en vísperas de una nueva gira de la que su batería Charles Robert Watts se había caído hace escasas semanas por unas razones de salud que han resultado terminales.
Firme y hábil con las baquetas, su rítmica nunca fue exagerada y gimnástica. Elegante, serio, casi venerable cual estatua, pero templado ante los tambores con la sabiduría del viejo jazz. El más abuelo de los Balas Perdidas ha sido el eje sensato del peterpanista grupo de saltarines al ritmo de “Jumpin’ Jack Flash”.
Tardío fue el primer anuncio de un concierto de los Rolling en un escenario vasco, Bilbao, en 1998. Y muy frustrante porque a pesar de estar alojados en el María Cristina donostiarra no viajaron al Botxo por una afonía de Mick Jagger. Se sacarían la espina un 25 de junio de 2003 cuando actuaron por fin en el viejo San Mamés, donde Jagger chapurreó ante la masa de 40.000 entusiastas: “Gabon Bilbao, azkenik hemen gaude”.
Sus Majestades Satánicas volvieron el 23 junio de 2007 al donostiarra estadio de Anoeta en la gira “A Bigger Bang”.

No hubo “sold outs” cuando se activó la red de venta de entradas y los promotores organizaron un encuentro de promoción con media docena de medios europeos veinte días antes de su “bolo” guipuzcoano.
La cita fue en el centro Videohouse NV de Vilvoorde, suburbio flamenco de Bruselas, donde ensayaban el capítulo europeo de su tour que arrancaba en la también flamenca Werchter.
Los invitados fuimos recibidos a media tarde con un «wined and dined» (café y pastelitos) y algunos regalos. A quien suscribe le tocó una chupa con un enorme “Stones” claveteado a la espalda, la envidia de cualquier viejo rockero.

Antes del cara a cara periodístico hubo un «informal set up» ensayando los títulos “Rough Justice”, “Tumbling Dice” y “Can You Hear Me Knocking”, más la versión “I Got Crazy” del fallecido James Brown. “A truly unique experience», según la promoción.
Por fin, los plumillas departimos con los cuatro Stones, divididos en dos parejas (Keith Richards y Charlie Watts, Mick Jagger y Ronnie Wood). Los maestros se mostraron cercanos, abiertos y simpáticos. Firmaron autógrafos a pesar de la prohibición previa de su responsable de prensa y ante la obligada referencia a si pensaban jubilarse o morir con las botas puestas, Keith afirmó: «¿morir en escena?, ese sí que sería un buen hándicap para dejarlo».
En la ronda de presentaciones y al comprobar que había un euskaldun entre los invitados, Jagger pareció alegrarse: “Vaya, ¿un vasco entre nosotros?”. Había servido en bandeja la excusa para bromear sobre su conocimiento del euskera y recordarle que la pronunciación de su frase en San Mamés había sido perfecta. Y sin dejar de usar su diplomática carcajada soltó: “No me lo recuerdes, me agobié con aquella frase en vasco. Es una lengua poco común en Europa, ¿verdad? Me pegué toda la tarde con una grabadora escuchando y repitiendo la puñetera frase”.
Si Jagger cumplió a la perfección su conocido papel de relaciones públicas, Ron y Keith bromearon felices durante todo el encuentro. ¿Y Charlie Watts? Tampoco el ahora fallecido se salió del guión ya conocido. Imperturbable, de presencia serena, vestido no con su habitual elegancia sino con una juvenil camiseta blanca de trabajo, observó las conversaciones con una educada sonrisa y apenas si pronunció alguna monosilábica afirmación. Como un sabio y amable patriarca que controla a la tribu un poco díscola.
Cuando Richards mentó a risotadas al maestro del jazz Count Basie para explicar la fidelidad entre músicos, se le inquirió a Watts sobre su particular afición al género negro. «¿Que qué hay de mi grupo de jazz? Estos Rolling de hoy son como una banda jazz», respondió irónico.
El hombre tranquilo amaba a Charlie Parker y, siendo un estudiante de Arte, diseñó en 1963 los dibujos animados “Ode to a High Flying Bird) en homenaje al saxofonista de Kansas City. Fue el año en que se unió a los Stones. En los 80 formó una big band con Evan Parker, Courtney Pine y Jack Bruce, entre otros especialistas. Una década después montó The Charlie Watts Quintet con el que grabó cuatro discos en cinco años. Fue la calma en medio de la tempestad stone.
Es sólo rock&roll, pero nos sigue gustando.

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