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Green Bank, el pueblo en el que sus habitantes no viven colgados del móvil

Green Bank es un pequeño pueblo de Virginia Occidental que no tiene red de telefonía móvil. Un destino atractivo para quienes quieren desconectar, aunque como apunta uno de sus vecinos, mudarse no soluciona la dependencia. «Si quiero cerrar la sesión, tengo que hacerlo yo mismo», remarca. 

Turistas sacan fotos con sus móviles al observatorio astronómico de Green Bank, aunque tendrán que esperar para poder enviarlas. ( ROBERTO SCHMIDT / AFP)
Turistas sacan fotos con sus móviles al observatorio astronómico de Green Bank, aunque tendrán que esperar para poder enviarlas. ( ROBERTO SCHMIDT / AFP)

Vivir en un pueblo sin red de telefonía móvil «tiene un lado purificador», dice Yvonne Wallech, residente en Green Bank, una pequeña localidad de Virginia Occidental a cuatro horas en coche de la capital de Estados Unidos, Washington, que atrae a aquellos cansados de estar siempre conectados.

Wellech tiene internet en su casa, pero tan pronto como se desconecta, se acaban los ‘dings’, ‘pings’ y ‘rings’ de las llamadas o los mensajes de texto. «Aclara las ideas», añade esta mujer de 59 años, dueña de una tienda de souvenirs.

La zona alberga desde hace más de sesenta años un observatorio astronómico que necesita silencio de radio para poder observar las estrellas y agujeros negros. Por ello, el Gobierno creó una «zona de calma» en 1958, para proteger las actividades del observatorio y también las de una sede de la NSA (National Security Agency), la agencia de inteligencia militar estadounidense. Las ondas de radio están limitadas y restringidas en una superficie de casi 34.000 kilómetros cuadrados y se desaconseja el uso del wifi.

Yvonne Wallech sonríe en su tienda de souvenirs. (ROBERTO SCHMIDT / AFP)

La oficina de turismo aprovecha la situación y promociona la región como un reino de «desintoxicación digital definitiva. En el mundo de hoy en el que no se puede pasar más de un minuto sin escuchar el pitido de un dispositivo electrónico, este es el lugar perfecto para escapar de todo», destaca Chelsea Ruby, secretaria de Turismo de Virginia Occidental.

Una promesa atractiva en un momento en el que el 85% de los adultos estadounidenses dicen tener un teléfono inteligente y casi un tercio dice estar «casi todo el tiempo» en línea, según una encuesta del instituto de investigación Pew.

Nancy Showalter, una turista que vino a visitar el observatorio, se sorprendió al perder la conexión, aunque rápidamente comenzó a apreciar el silencio. «Miras a tu alrededor, escuchas a los demás. Es maravilloso. Más gente debería hacerlo», dice entusiasmada esta jubilada de 78 años de Indiana.

Se disparan los precios

Pero a pesar de sus inusuales reglas y al aislamiento en medio de colinas y bosques, Green Bank, con menos de 200 habitantes, está cambiando.

Según los lugareños, el internet inalámbrico se extendió en los últimos años y ni siquiera hubo sanciones, pese a que la normativa que impone multas de 50 dólares.

Junto con la construcción de hoteles y restaurantes, los precios de las propiedades en el condado de Pocahontas, donde se encuentra Green Bank, aumentaron casi tres veces más rápido que el promedio nacional a lo largo de la última década.

Una cabina de teléfono en Green Bank. (ROBERTO SCHMIDT / AFP)

«Pronto querrán un Walmart y otras cadenas de supermercados y todas las cosas a las que están acostumbrados», se queja George Deike, residente de toda la vida, al aludir a la llegada de nuevos residentes.

No obstante, otros habitantes creen que el pueblo debería modernizarse. Patrick Coleman, quien nació en Green Bank hace 69 años y es dueño de una posada, cree que la falta de cobertura telefónica es peligrosa.

«A las personas que viven aquí se les niega una red de seguridad», pues un accidente podría volverse muy grave si no se puede pedir ayuda. No entiende por qué la estación de esquí vecina, Snowshoe, cuenta con red de telefonía celular y Green Bank no.

El cambio está en uno mismo

Algunos vecinos que se instalaron en la localidad para disfrutar de la tranquilidad también relativizan la importancia de la normativa que rige las ondas telefónicas.

«Vine a buscar un lugar más tranquilo, sin wifi», dice Ned Dougherty, un maestro de 38 años y nuevo residente, quien no obstante indica que hay otras formas de recuperar el control de su vida digital.

«No estoy obligado a usar mi teléfono, no importa dónde viva. Cambiar mi código postal no resuelve nada. Si quiero cerrar la sesión, tengo que hacerlo yo mismo. Y creo que todos sabemos que deberíamos hacerlo», sentencia.