Iñaki  Iriondo
Cronista político
PERFIL

Rodríguez Zapatero, un presidente atípico y un expresidente distinto

José Luis Rodríguez Zapatero tuvo una mirada distinta a la de otros presidentes de Gobierno. (Raúl BOGAJO/FOKU)
José Luis Rodríguez Zapatero tuvo una mirada distinta a la de otros presidentes de Gobierno. (Raúl BOGAJO/FOKU)

En un ecosistema político menos cainita que el que reina en el Estado español, José Luis Rodríguez Zapatero hubiera pasado a su historia como el presidente de gobierno que acabó con ETA. Y si no ha sido así no es únicamente porque al poco de anunciar la organización el fin de su actividad armada, el 20 de noviembre de 2011, Mariano Rajoy ganara las elecciones con mayoría absoluta, lo que dinamitó el trabajo realizado por su antecesor, sino porque incluso Alfredo Pérez Rubalcaba hizo poca pedagogía al respecto. Los mensajes que daban a entender que ETA persistía, y hasta ganaba batallas políticas como el Cid, hicieron de caldo de cultivo para el mantenimiento de discursos negacionistas incluso desde el Ministerio de Interior de Jorge Fernández Díaz.

José Luis Rodríguez Zapatero fue un presidente de gobierno atípico y cabría decir que también como expresidente lo sigue siendo. Nació en Valladolid en 1960 pero creció en León. Se afilió al PSOE en 1979 y en 1986 se convirtió en el diputado más joven del Congreso. En 1989 resultó elegido por sorpresa secretario general del PSOE de León y también fue por sorpresa como en el año 2000 llegó al liderato del PSOE, en un congreso federal en el que compitió con José Bono, que aparecía como el principal candidato, y Matilde Fernández y Rosa Díez que ejercían de «secundarias». Zapatero obtuvo 414 votos. Bono 405.

Una de las primeras iniciativas de José Luis Rodríguez Zapatero fue ofrecer desde la oposición a José María Aznar, que gobernaba con mayoría absoluta, la firma del Pacto Antiterrorista del 8 de diciembre del 2000 que consiguió desairar incluso a PNV y EA. Una iniciativa que ahora resulta paradójica a la vista de su trayectoria posterior como presidente del Gobierno.

Rodríguez Zapatero llegó a La Moncloa en 2004, después de los atentados islamistas del 11 de marzo y de la gestión partidista e inmoral que Aznar hizo de aquella matanza. Ya como presidente supo aprovechar las conversaciones que en el caserío Txillarre de Elgoibar estaban manteniendo el presidente del PSE, Jesús Eguiguren, y el «ilegalizado» líder independentista Arnaldo Otegi, acompañados de otros miembros de ambas partes.

«Aquí hay un debate de fondo, muy político, muy ideológico, sobre si el fin de ETA fue fruto del diálogo político o fue fruto simplemente de la capacidad del Estado de imponerse»

En 2005 delegaciones de ETA y del Gobierno español comenzaron a tener conversaciones directas, en Ginebra y en Oslo, que dieron lugar a acuerdos que permitieron a la organización armada declarar la tregua de 2006. En una reciente entrevista en “Berria”, Zapatero matizaba lo de «acuerdos» y apuntaba que en aquella fase «hubo una manifestación de voluntad de avanzar en un diálogo». En cuanto que en Oslo «se pactó el comunicado de ETA de la tregua de marzo de 2006, y también la declaración que hizo el presidente en el Congreso español el 29 de junio de 2006», como dijo en su momento Josu Urrutikoetxea, el hoy expresidente afirma que «es excesivo decir que se pactó. La declaración que hice en el parlamento fue una iniciativa y una propuesta mía. Deseaba que el proceso de diálogo fuera transparente y que la opinión pública y el Parlamento lo conocieran. Cuando en el diálogo hay un bien clima, y lo hubo, y el clima era de ‘confianza’ ­–entre comillas, porque siempre la confianza es difícil–, sabíamos más o menos por dónde iba a producirse».

Aquel proceso de negociación estalló tras el atentado de la T4 de diciembre de 2006. Pero José Luis Rodríguez Zapatero volvió a ganar las elecciones en 2008 y comenzó otra vía distinta de diálogo. En la entrevista aseguró que tuvo conocimiento de la Conferencia Internacional de Aiete de  octubre de 2011 «mucho antes» de que se celebrara. «Nuestras señales de que se precipitaba el final [de ETA], y que iba a ser claro y contundente, se producen a principios del verano. La información cualitativamente relevante siempre venía de las personas que habían estado haciendo la mediación. Hicieron una tarea muy muy poderosa».

Las palabras del expresidente avalan la existencia de una mediación entre ETA y su Gobierno también en esa fase. Y había un compromiso del Ejecutivo de Zapatero para acudir a Oslo, donde esperaba una delegación de la organización vasca. Pero el PSOE perdió las elecciones y al PP le faltó visión de Estado.

Jose Luis Rodríguez Zapatero siempre ha defendido en público la función esencial de Arnaldo Otegi en el final de la actividad armada de ETA y lo llegó a definir como «hombre de paz». De hecho, hace un tiempo mantuvo una cita con él en Txillarre y muestra voluntad de mantener ese contacto. Pero, sin embargo, se da la paradoja de que por prescripción de Alfredo Pérez Rubalcaba, el juez Baltasar Garzón ordenó su detención y posterior encarcelamiento. El expresidente insiste en la separación de poderes y asegura que habló de ello con el propio Otegi. Asegura que veía con preocupación esa y otras detenciones, pero que poco podía hacer. Tanta candidez no es del todo creíble. Más parece que se aplicara la receta del palo y la zanahoria.

Asegura que todavía hay muchos extremos de aquel proceso que no se conocen y que quizá sea mejor que se mantengan en secreto. Pero deja una carga de profundidad: «Aquí hay un debate de fondo, que es un debate muy político, muy ideológico, sobre si el fin de la actividad terrorista de ETA fue fruto del diálogo político o fue fruto simplemente de la capacidad del Estado de imponerse. Pienso que diez años después aún es pronto para tener conclusiones».