Maitane Aldanondo

Aleka, el banco de semilla ecológica

Datos de la FAO apuntan que se ha perdido un 80% de las variedades de semillas del mundo. Frente a esa situación y ante la ausencia de un proyecto de este tipo, Miguel Arribas, «Kelo», decidió crearlo él mismo. Así nació Aleka, la red vasca de producción de semilla para agricultura agroecológica.

Legalmente solo se pueden comercializar las variedades que están registradas en un listado de variedades comerciales, y las locales «no lo están».  (Gorka RUBIO/FOKU)
Legalmente solo se pueden comercializar las variedades que están registradas en un listado de variedades comerciales, y las locales «no lo están». (Gorka RUBIO/FOKU)

El primer paso para iniciar una producción agroecológica es disponer de las semillas adecuadas. Pero en Euskal Herria «había una carencia muy grande en ese sentido, no existía un proyecto que estuviera ofreciendo semillas desde una producción local para su consumo local. O comprabas semillas de la industria o no había nada más», recuerda Miguel Arribas para explicar las razones que le animaron a iniciar este proyecto.

Con el objetivo de generar esa herramienta para el sector, Arribas dio los primeros pasos en 2016, solo, hasta que un año después decidió aunar fuerzas con otros baserritarras a través de Biolur, asociación que fomenta la agricultura y ganadería ecológica en Gipuzkoa. El número de productores de Aleka oscila entre ocho y doce, siendo actualmente una docena. Su promotor reconoce que han sido cuatro-cinco años «muy intensos» con el fin de tratar de dar forma al proyecto. «A nivel productivo, cada vez somos más grandes y hemos aprendido a manejar volúmenes cada vez mayores y a tener mejor resultado en la calidad de las semillas que vamos mejorando año a año».

De toda la red, Leunda Berri es el único caserío dedicado exclusivamente a producir semillas. El resto son productores de verduras que tienen sus consumidores y han tenido que ir formándose y adaptándose. Arribas afirma que «se nota mucho que van cogiendo experiencia», así como que cada productor se encarga de las mismas variedades cada año. Esto les permite «ir acumulando conocimiento año tras año y dar un producto de mayor calidad para que los transformemos desde Beizama». De este modo, la semilla mejora, al igual que la eficiencia del trabajo, lo que aporta seguridad y hace que se animen con nuevas variedades.

Muestrario local

Otro de los objetivos de este proyecto es recuperar variedades en peligro. Multiplican semillas que antes era «muy complicado» conseguir, y ahora se pueden comprar directamente al productor o en un mercado. En consecuencia, el cultivo de ciertas variedades ha aumentado.

Actualmente trabajan en torno a 130 variedades diferentes. No han incorporado muchas nuevas, ya que el objetivo no es ampliar el catálogo, sino lograr un muestrario bastante diverso de todas las especies más comunes que se cultivan en las huertas de Euskal Herria. «El objetivo era asegurar eso, y, luego, ir introduciendo cosas más extrañas que igual en el futuro tienen mucho éxito y han pasado a ser muy estratégicas». Si bien no puede asegurarlo, ahora que en Urola Kosta tienen varios puntos de venta ha empezado a ver variedades en huertas de aficionados que cree que provienen de Aleka. «Digamos que estamos aportando un poco de biodiversidad a las huertas que antes no se veían», apunta.

Monopolio de Monsanto o Bayer

Compañías como Monsanto o Bayer han monopolizado la producción de semilla y la normativa «está diseñada exclusivamente para la industria, para producciones de multinacionales». Así, existe un registro de semillas que condiciona qué o quién puede cultivar. Por un lado, no se contempla que pueda haber pequeñas producciones de este tipo, lo que les complica mucho la tarea, al carecer de los medios y la capacidad necesarios. Por otro lado, existe el problema de la preservación de las variedades locales de Euskal Herria, que en teoría está prohibido comercializarlas. Solo se pueden comercializar las que están registradas en un listado de variedades comerciales, y las locales «no lo están».

Antes de la pandemia, comercializaban sus semillas en ferias especiales de productos ecológicos o flores y plantas. El nuevo contexto les llevó a crear una página web que se ha convertido en la vía principal. No tienen la capacidad para llevar a cabo el trabajo comercial, porque «todos somos baserritarras y estamos en la huerta con mil líos». No obstante, cada vez son más las tiendas que les llaman para poner a la venta las semillas en sus tiendas. Así mismo, y aunque sea más bien anecdótico, «a veces aparece alguien perdido en Beizama preguntando por semillas», concluye Arribas.

¿Cómo se produce una semilla?

El proceso para producir una semilla para agricultura comienza en la huerta, como si se fuera a obtener el cultivo «en verde». Miguel Arribas, «Kelo», responsable de Aleka, explica que las verduras que consumimos normalmente son «individuos inmaduros». «Una lechuga, cuando más rica está y tiene el tamaño apropiado para su consumo, todavía no ha alcanzado la madurez reproductiva». Así, para obtener la semilla, hay que dejar que siga desarrollándose hasta que eche la flor.

Cada especie es distinta, pero excepto los cultivos de fruto, en el resto de los casos hay que dejar que doble su ciclo de vida: «Si una lechuga tiene tres meses, debe llegar a seis. Un puerro que se recoge con diez meses, lo estamos dejando veinte o más. Se alarga muchísimo». Después hay que dejar que las flores se sequen, primero en la huerta, y después en la ganbara del caserío. El siguiente paso es trillar para separar la semilla del cogollo o la vaina, y limpiarla.
Después, se conserva en un recipiente y se guarda en un espacio adecuado, donde la temperatura y la humedad son constantes. «Esto facilita el no tener que estar produciendo cada año todas las variedades. Si la conservas bien, una semilla puede ser viable durante unos cuantos años».

Para su comercialización, además de todas las inspecciones y controles que debe pasar cualquier agricultor, deben superar otras que aseguran que la sanidad vegetal es correcta y no están reproduciendo enfermedades que se puedan trasladar a otras huertas. Así mismo, las semillas deben garantizar un alto índice de germinación. Estas pruebas se realizan tanto en el campo como a través de muestras recogidas.

En este camino, Aleka cuenta con el importante respaldo de la asociación de productores en ecológico de Gipuzkoa Biolur. Todos los productores de la red son miembros de esta entidad, que lleva a cabo el trabajo de coordinación.
Arribas cree que es difícil estimar si se reconoce su esfuerzo. «Creo que estamos haciendo nuestro trabajo, poquito a poquito. Tampoco tenemos tanta repercusión, pero por lo menos en nuestros círculos ya hay alguien que está trabajando esto día a día. Ya hay una referencia a la que llamar».

El de las semillas es el último tema incluso en los círculos agroecológicos. «Son las grandes olvidadas, cuando nosotros entendemos que son un eslabón muy importante», aunque la carencia de este tipo de servicio era generalizada. Además, opina que hay una contradicción entre el valor que la sociedad da a su trabajo y la Ley, que incluso persigue su labor.