Generar energía eólica urbana sin inconvenientes
Un grupo de ingenieros en energías renovables trabaja en un aerogenerador que se integre sin perjuicios en edificios construidos. También ha creado un sistema que mide la capacidad del viento en una ubicación, así como el plazo de amortización de instalarlo ahí.
La eólica es una energía poco desarrollada en los ámbitos urbanos y, a su vez, una oportunidad para aprovechar espacios ya contaminados visualmente para generar de forma sostenible a través del viento. La ingeniería bizkaitarra Roseo Eólica Urbana mide el potencial eólico de cada ubicación para aconsejar la mejor instalación, a la vez que trabaja en la fabricación de un aerogenerador propio que se integre en los edificios construidos. A finales de noviembre obtuvo el primer premio en el concurso Biscay Bay Startup Campus.
La idea inicial surgió de un grupo de estudiantes del grado de Ingeniería de Energías Renovables en la Escuela de Ingeniería de Eibar: Mario del Río, Óscar García, Garikoitz Arcelus y Yaiza Torres. Compartían valores y aplicaban sus conocimientos teóricos en proyectos prácticos. Buscaron uno «un poco más grande y ambicioso» en el que poder trabajar a lo largo de sus estudios, y, entre la ideas que barajaron, descubrieron que se podía generar en los edificios mediante energía eólica. Empezaron su desarrollo y se lo mostraron al profesor Alain Ulazia, que fue su mentor. En 2017 lo presentaron al concurso University Challenge y fueron primeros entre más de 70 universidades. Del Río recuerda que causó «bastante revuelo». «Mucha gente nos trasladó que podía tener viabilidad empresarial y nos lanzamos a crear el proyecto para formar la empresa».
Del Río y García, con el apoyo de Ulazia, siguieron con el proyecto y decidieron que Del Río se formase en el aspecto empresarial. Cursó el Máster de Emprendimiento y Dirección de Empresas de la UPV-EHU, y reconoce que aunque siempre ha sido «bastante inquieto» y se ha metido en otras disciplinas, se veía muy alejado de la parte empresarial; sin embargo, tener la ilusión de una iniciativa propia en la que aplicarlo le resultó «apasionante». En el máster conoció a Ariana Martin, graduada en Administración y Dirección de Empresas, que se sumó a Roseo. Juntos hicieron el TFM y el plan de negocio.
Constituyeron la empresa en junio de 2020 y tiene su sede en el vivero de empresas de Zitek en la Escuela de Ingeniería Náutica de Portugalete. Un lugar en el que están «muy a gusto». En palabras del responsable, «es un lugar perfecto para nosotros, nos permite cacharrear con nuestro aparatos y tener una oficina en muy buena condiciones». Desde el principio han tenido aliados que les han dado apoyo y ayuda «vital». Obtuvieron la beca de emprendimiento de la UPV-EHU, han participado en programa BBK Ekin, han recibido el Área 1 y 2 de Beaz, en 2020 fueron segundos en el concurso Think Big dotado con 1.500€, así como 10.000€ del citado premio BBSC.
Medir la viabilidad
Trabajan en dos líneas. Por una parte, Rosbi, un aerogenerador que se integra arquitecturalmente y que no genera excesivo ruido ni vibraciones. Están con el cuarto prototipo y esperan tener el producto comercial al mercado en 2022. Por otra parte, han creado Anemoi, una herramienta que mediante una estación meteorológica y datos históricos mide en una ubicación la frecuencia de los vientos en cada dirección. Conocer el potencial eólico permite saber si una instalación es viable y su plazo de amortización. La idea es que en un edificio medio se pueda amortizar en ocho-nueve años. Entre sus ventajas, aprovecha un espacio que ya está contaminado visualmente y genera donde se consume, evitando pérdidas en el transporte y fomentando la generación distribuida, lo que hace que las redes eléctricas sean «más eficientes y seguras».
Si bien está especializada en la energía eólica urbana, la ingeniería da un servicio integral, es decir, busca la solución más adecuada para cada emplazamiento, ya sea una instalación eólica, fotovoltaica o híbrida. Creen que el modelo energético renovable tiene que ser un mix, debido a la intermitencia de las fuentes y están preparados para instalar cualquiera de las existentes. En ese sentido, Del Río advierte de que es un momento «único» para instalar energías renovables, porque las ayudas del EVE y del IDAE «son extraordinarias y se amortizan en un plazo de tiempo increíblemente corto», en tres-cuatro años la mayoría de las instalaciones fotovoltaicas, eólicas o de baterías.
Actualmente están centrados en las instituciones públicas por la necesidad de cumplir con la exigencia de la directiva europea de edificios casi nulo. Trabajan también con comunidades de vecinos, empresas con cierta sensibilidad ecológica o grandes consumidoras de energía. En el corto plazo les gustaría contribuir a que la cuota de energías renovables en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa «se dispare» a través de la energía eólica urbana, así como con la fotovoltaica; porque por las características «es difícil hacerlo con otro tipo de renovables».
Del Río admite que es necesaria mucha paciencia para investigar y también aprender a «disfrutar» del fracaso, darse cuenta de la razón e implementar las mejoras necesarias. «Eso mentalmente es muy difícil». Valora «muy positivamente» lo recorrido estos cuatro años, en especial, por la parte creativa que implica, ya que cree que un trabajo monótono no le «hubiese llenado», aunque emprender sea, en sus opinión, «quizás demasiado poco monótono».