Carlos Gil
Analista cultural
CRíTICA: ‘ALTSASU’

Los hechos y el contexto

Obra: ‘Altsasu’. Autora y dirección: Maria Goiricelaya. Intérpretes: Nagore González, Aitor Borobia, Egoitz Sánchez, Ane Pikaza. Producción: La Dramática Errante. Antzoki Zaharra – 16-03-22 Dferia.

Una escena de ‘Altsasu’. (Hodei TORRES)
Una escena de ‘Altsasu’. (Hodei TORRES)

Con el debido respeto, Maria Goiricelaya se adentra de los acontecimientos sucedidos la madrugada del 15 de octubre de 2016 en Altsasu y sus posteriores consecuencias judiciales para un grupo de jóvenes vascos, para componer una obra de teatro que trasciende a los hechos conocidos, nos propone una gran duda sobre la posibilidad de encontrar un equilibrio sobre una hipotética socialización del dolor impuesta desde los aparatos del Estado y lo hace con elementos dramatúrgicos relevantes y una puesta en escena que utiliza recursos narrativos que le dotan de una bella singularidad y que siembra un campo estético sobre el que el cuarteto de intérpretes despliegan unas capacidades inusitadas para dar vida a multitud de personajes pero delimitando siempre por postura, dicción, actitud y energías sus personajes concretos en cada escena y circunstancia.

El material para hacer este montaje es de alta sensibilidad ya que se cruza el relato de los jóvenes, a los que muchos consideramos las víctimas de una venganza urdida entre la Guardia Civil y los juzgados que se amparan en leyes que dejan al libre albedrío de los togados para considerar cualquier acto una acción terrorista, cosa que sucedió en este alterando nocturno en un bar de copas que se fue inflando mediáticamente hasta llegar a la Audiencia Nacional y convertirse en una condena exagerada enmarcada en una campaña de aniquilación de cualquier vestigio de acciones que desobedezcan el marco institucional y el despliegue de fuerzas de seguridad del Estado.

Explicada esta circunstancia que es el contexto histórico y político, es en el campo teatral donde esta propuesta adquiere valor documental, testimonial y artístico. Y lo hace porque se maneja con datos reales, que se mezclan con una dramaturgia de los sentimientos, de las emociones, una ficción de lo colectivo, para intentar comprender no solamente lo sabido, sino lo que pudo haber sido. Por ello es de destacar el espacio escénico, el uso de unos taburetes como elementos multifuncionales, una iluminación que busca subrayar situaciones que se consideran remarcables desde la mirada no estrictamente narrativa sino simbólica y que cuenta con un equipo actoral que logra credibilidad dentro de su versatilidad y que todo parece fruto de una buena idea, una mejor dramaturgia y una dirección que consigue convertir estos relatos áridos, contradictorios, en una obra que hace pensar sin orillar las emociones. Un magnífico manifiesto de teatro contemporáneo de alta calidad.