‘Fiebre del sábado noche’ se convirtió en todo un fenómeno de los 70. Las pistas de baile rugieron al compás del ‘Staying Alive’ o el ‘Night Fever’ de los Bee Gees y muchos jóvenes ensayaron ante el espejo los movimientos imposibles de aquel Tony Manero que lanzó al estrellato al actor John Travolta.
Además de revolucionar el baile disco, la película dirigida por John Badham creó tendencia. La imagen de Tony Manero con las camisas de colores con los picos muy prolongados por encima de la chaqueta, las chorreras, el traje blanco y los pantalones acampanados coparon los escaparates de las tiendas.
En realidad, la película nunca aspiró a convertirse en lo que fue, se trataba de un proyecto muy modesto que nació a raíz de un artículo que la revista ‘New York Magazine’ publicó en el 76 bajo el título ‘Ritos tribales del nuevo sábado en la noche’ y que explicaba las nuevas costumbres y modas de los jóvenes de Brooklyn los sábados por la noche.
La trama de la película se escenificó en las explosivas calles de un Nueva York sacudido por el crimen. Ante semejante panorama, muchos jóvenes encontraron en el baile un acto de liberación que los alejaba, al menos por unas horas, de un escenario de violencia y graves problemas laborales que derivaban en el desencanto ante un futuro incierto.
En realidad, y tras su fachada de musical, ‘Fiebre del sábado noche’ era una crítica social. Badham quiso ser lo más realista posible y ello le llevó a rodar su película en los barrios más convulsos de la ciudad. Nunca contó con protección y sus recursos económicos eran muy limitados.
En el transcurso de una jornada de rodaje en Brooklyn, el equipo de filmación se topó con uno de los muchos intentos de extorsión que recibió por parte de la mafia. El trato era cristalino: si querían rodar en sus calles, tendría que pagar para evitar cualquier tipo de ‘accidente’.
En una entrevista concedida a BBC, Badham explicó que «nuestra primera respuesta fue negativa. No queríamos ceder a las amenazas y extorsiones, lo que se tradujo en un ataque con una granada a una de las discotecas de Brooklyn en las que habíamos estado grabando».
Según el director, «había un Cadillac grande y viejo del que salió un tipo que debía pesar unos 130 kilos. Dijo que escucháramos claramente su oferta, porque anoche habíamos tenido el pequeño aperitivo de una 'pequeña parrillada'».
Diás después, cuando quisieron rodar en una bolera, se toparon con que los focos no se encendían. Nuevamente apareció en escena el tipo de los 130 kilos y exigió una suma considerable de dólares para que la luz retornara.
La productora denunció dicho episodio y, según reveló Badham, el fiscal del distrito le pidió que fijara una reunión negociadora portando un micrófono oculto. «Yo lo único que quería era hacer una película», dijo Badham a la BBC.
No es solo música, había una historia
‘Fiebre del sábado noche’ se estrenó en Estados Unidos el 16 de diciembre de 1977 y recaudó más de 237 millones de dólares en todo el mundo. Badham siempre ha agradecido al guionista del filme, Norman Wexler, el claro mensaje de denuncia que contenía el filme. «La cosa funcionó no solo porque tenía buena música, sino porque había una historia, un fundamento, unos personajes muy reales y vivos», recordó sobre este punto.
Fuera cual fuera el acierto del guion, ‘Fiebre del Sábado Noche’ no es solo una comedia de adolescentes con problemas hormonales, o un drama sobre una juventud en rebeldía contra la generación de los padres, sino la historia de jóvenes desfavorecidos, conscientes de su falta de perspectivas y que oscilan entre la resignación y las ansias de superar esas limitaciones.
En la película también hay una secuencia que recoge una violación que provocó muchas críticas. En un comentario del día siguiente al estreno mundial en Nueva York, el ‘New York Times’ escribió: «Tras una primera hora llena de euforia y música jubilosa, se pasa a una historia tan desalentadora que es casi como si hubiera empezado un nuevo lunes».
Dos años después del estreno en Estados Unidos, se organizó en Chicago una quema de discos de estilo discotequero y la prestigiosa revista de cultura pop del Estado francés ‘Krinein’ recordó que el título del filme «se ha convertido en una expresión corriente y que, aunque con el tiempo lo que haya quedado es la imagen kitsch de John Travolta con el dedo índice levantado, bajo la apariencia de comedia hay una reflexión muy pesimista... Es una película inteligente que convendría rehabilitar. Es la vida en un barrio obrero y la frustración que ello conlleva en muchas ocasiones».

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