Mariona Borrull

Venecia reclama justicia para Jafar Panahi

La última jornada de la Competición en el Festival de Venecia, la de este viernes, se ha marcado por una enorme ausencia: Jafar Panahi debía presentar ‘No Bears’, pero se encuentra encarcelado por el Gobierno iraní.

Alberto Barbera, director del festival, la presidenta del jurado, Julianne Moore, y la cineasta Sally Potter, en la concentración pidiendo la libertad de los cineastas iraníes.
Alberto Barbera, director del festival, la presidenta del jurado, Julianne Moore, y la cineasta Sally Potter, en la concentración pidiendo la libertad de los cineastas iraníes. (TIZIANA FABI | AFP)

La butaca vacía de Jafar Panahi ha resultado el mayor protagonista del día. El director del festival, Alberto Barbera, ha aprovechado para leer una carta escrita a cuatro manos entre Panahi y su compañero Mohamad Rasoulof (‘La vida de los demás’, 2020). El texto concluía: «La esperanza de volver a crear es nuestra razón para existir».

El aplauso generalizado de la crítica a ‘No Bears’ podría acabar de decantar el veredicto del Jurado Oficial, que la premiara como gesto de reivindicación política.

Sí había osos en ‘No Bears’

En ‘No Bears’, un aldeano comenta a Panahi que en su pequeño pueblo se han inventado el rumor de unos osos, peligrosos para cualquiera que trate de salir de la zona. «Los osos», dice, «son solo un cuento de miedo. No hay osos». Panahi, sin embargo, tiene la sospecha de que su intranquilidad está justificada.

En ‘No Bears’ (‘No hay osos’), el iraniano sigue su investigación sobre los cimientos esenciales de su país. Como ya hizo en ‘Tres caras’ (2018), Panahi organiza un ejercicio a medio camino entre la autoficción y el documental: en esta ocasión, parte en expedición fotográfica a un pueblo cerca de la bordera iraniana, un lugar donde nadie parece conocerle, mientras coordina un rodaje en Turquía por videollamada.

Igual que en ‘Tres caras’, el cineasta no puede evitar entrometerse y dañar a quien tiene ante la cámara: una pareja de amantes a quienes fotografía y dos miembros de su equipo. La curiosidad mató al gato (de alguien más). Aunque los hombres del pueblo donde se aloja son unos tradicionalistas estúpidos e intolerantes, y las acciones de Panahi se amplifiquen hasta el absurdo bajo un régimen dictatorial… A pesar de todo, su película no puede dejar de sentirse como un mea culpa, un gesto humilde de responsabilidad cuando lo más fácil era el victimismo.

Una Santa Clara de Asís feminista y musical

En su corta carrera, Susanna Nicchiarelli se ha especializado en subrayar la fuerza huracanada y transformadora de grandes mujeres del último siglo: ‘Miss Marx’ (2020), ‘Nico, 1988’ (2017). Se trata de biopics de raigambre abiertamente feminista, actitud desafiante y hondo calado, que maridan mejor con las formas aventuradas del género musical. ‘Chiara’ (Clara) se abre sin rótulos ni explicaciones más allá de unas pocas fechas que marcan el avance del tiempo en pantalla. Es 1211 cuando Chiara (Margherita Mazzucco) se escapa de casa y se interna en un monasterio de mujeres que practica el ‘privilegio de la pobreza’.

Chiara llevará al extremo su nueva vida de austeridad, severa pero tolerante, y con los años los milagros empezarán a suceder por su mano y obra. En un gesto similar, Nicchiarelli muestra su rutina sin apenas mecanismos melodramáticos, que sí serán apuntalados por ocasionales pero fervorosos arrebatos de cante y baile. El film reverbera con el silencio de la vida monástica, la energía de una banda de rock (medieval) y el desafío de una ídola feminista antes de tiempo.

Roschdy Zem, eterno analfabeto emocional

El pobre Roschdy Zem lleva ya dos películas en Competición que lo miran así: ‘Les enfants des autres’ y ahora ‘Les miens’, donde él mismo se dirige como un hermano individualista e insensible.

Zem, responsable de ‘Monsieur Chocolat’ (2016), se alía con la también actriz y cineasta Maïwenn, para escribir una historia que haría dupla perfecta con ‘ADN’ (Maïwenn, 2021), sobre los vínculos y la ascendencia.

La familia será más necesaria que nunca después del accidente que convierte al simpático Moussa (Rachid Bouchareb) en un ser semivegetativo y de rabia incontrolable. Dentro de las formas pulidas del drama francés, la película de Zem sacudirá la relación entre Moussa y su hermano (Zem), para comprobar si el afecto se conserva, aun bajo condiciones totalmente diferentes. El film que de esta pregunta nace es correcto, solo a veces entretenido.