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Londres

Dimite la primera ministra británica, Liz Truss, y el laborismo exige elecciones

Liz Truss ha anunciado su dimisión como primera ministra de Reino Unido, tras el caos político y las desavenencias económicas en el seno de su Ejecutivo. Tras conocerse su renuncia, la libra esterlina ha subido y los laboristas han exigido la convocatoria inmediata de elecciones.

Truss, cabizbaja en su despedida del 10 de Downing Street.
Truss, cabizbaja en su despedida del 10 de Downing Street. (Andrew Leal | AFP)

La primera ministra británica, Liz Truss, ha anunciado su dimisión como líder del Partido Conservador y dejará la jefatura del Gobierno en cuanto se elija a su sucesor en una elección interna la semana próxima.

«Reconozco que, dada la situación, no puedo cumplir el mandato para el que fui elegida por el Partido Conservador. He hablado con su majestad el rey para decirle que renuncio como líder del Partido Conservador», ha señalado en un breve mensaje a las puertas de su residencia en el 10 de Downing Street.

Truss ha abierto su declaración con una referencia al «momento de gran inestabilidad económica e internacional» en la que llegó al cargo, que asumió el pasado 6 de septiembre tras vencer en unas primarias de su partido.

«Hemos ofrecido resultados en las facturas energéticas y rebajando la cotización social. Hemos planteado una visión para economía de baja fiscalidad y alto crecimiento que aprovecharía las libertades del Brexit», ha considerado Truss, antes de reconocer que en la actual situación no podrá cumplir sus objetivos.

En las últimas horas, el número de diputados conservadores que pedían su dimisión se había disparado, lo que hacía prácticamente insostenible su continuidad al frente del Ejecutivo.

Antes de comparecer ante los medios, la premier británica se ha reunido en Downing Street con su número dos, Therese Coffey, considerada su principal aliada dentro del Gobierno, y también con el responsable del comité tory que puede promover una moción de censura contra ella, Graham Brady.

Los laboristas piden elecciones

Tras conocerse la renuncia de Truss, el líder del Partido Laborista británico, Keir Starmer, en la oposición, ha exigido la convocatoria de elecciones generales «ahora».

«El Partido Conservador ha demostrado que ya no tiene mandato para gobernar. Después de doce años de fracaso conservador, el pueblo británico se merece algo mucho mejor que esta puerta giratoria del caos», ha afirmado Starmer en una declaración.

Ha asegurado que «un Gobierno de los laboristas traerá la estabilidad y el liderazgo necesarios». «Por nuestra economía. Por nuestro crecimiento. Por nuestra clase trabajadora. Elecciones generales ya», ha concluido.

Pero los conservadores no se plantean unos comicios y se vuelcan de nuevo en buscar una persona que sustituya a Truss. Ahora se abre la puerta a varias posibilidades, entre ellas la del exministro de Hacienda Rishi Sunak; la del ministro de Defensa, Ben Wallace; la de la líder tory en la Cámara de los Comunes, Penny Mordaunt; la de la efímera exministra del Interior, Suella Braverman, o la más sorprendente, la del propio Johnson, favorito entre la militancia, según una última encuesta.

Sobre esta cuestión, Brady ha dicho a los periodistas que será posible que haya un nuevo jefe del Gobierno antes de que el 31 de este mes el ministro de Economía, Jeremy Hunt, presente su plan fiscal a medio plazo, con el que revertirá la estrategia económica de la primera ministra Liz Truss.

«He hablado con el presidente del partido, Jake Berry, y me ha confirmado que será posible realizar una votación y concluir una elección al liderazgo para el viernes 28 de octubre», dijo Graham Brady, tras visitar a Truss en Downing Street.

«Por lo tanto, deberíamos tener un nuevo líder antes de la declaración fiscal que tendrá lugar el día 31», ha añadido.

Sube la libra

Tras el anuncio, la libra esterlina ha subido, mientras que la Bolsa de Londres y los intereses sobre la deuda soberana tienden a la baja en un ambiente de volatilidad.

La Bolsa de Valores de Londres ha bajado un 0,16 %, mientras que la divisa británica ascendía un 0,50 % frente al dólar estadounidense, hasta 1,126 dólares; un 0,10 % ante el euro y un 0,53 % con el yen japonés.

Los intereses sobre los bonos de deuda a 10 años subían en unos 0,03 puntos porcentuales a esa hora, hasta un 3,90 %, y los de vencimiento a 30 años bajaban 0,002 puntos hasta un 3,98 %, si bien había una gran oscilación.

Los mercados siguen afrontando incertidumbre hasta que dentro de una semana el partido gobernante elija a un sucesor de Truss en un proceso de elecciones internas acelerado, tras lo cual el nuevo líder de la formación y primer ministro tendrá que definir sus prioridades económicas.

Truss se ha visto forzada a dimitir tras perder el apoyo de sus diputados después de que su estrategia de crecimiento presentada el 23 de septiembre, basada en recortes de impuestos sin precisar cómo reduciría la deuda neta, sembrara el caos en los mercados financieros y dividiera a los conservadores.

Truss, la breve

Al anunciar su dimisión 45 días después de ser designada como primera ministra británica por la reina Isabel II en sustitución del también dimitido Boris Johnson, Truss ha sido la jefa de Gobierno más breve en la historia del Reino Unido.

A la mandataria conservadora le quedaban 73 días para superar la marca de George Canning, duque de Portland, que murió en agosto de 1827, 118 días después de asumir la jefatura del Ejecutivo.

Su sucesor, Frederick John Robinson, primer vizconde de Goderich, un miembro de la aristocracia rural británica, también conservador, superó esa marca por unos pocos días –mantuvo el Gobierno durante 143 días–.

Andrew Bonar Law, el único canadiense que ha gobernado el Reino Unido, se mantuvo en el poder durante 211 días, entre octubre de 1922 y mayo de 1923.

La nueva ‘dama de hierro’, fundida

Liz Truss tomó las riendas de Gran Bretaña con la idea de proporcionar una sacudida neoliberal al país y resucitar el espíritu de Margaret Thatcher, pero seis semanas de errores de cálculo y torpeza política han servido para fundir a quien aspiraba a convertirse en una nueva ‘dama de hierro’.

Con su dimisión, culmina uno de los períodos más excepcionales y convulsos de la historia reciente británica, que acaba con el mandato más breve de un primer ministro en Downing Street.

El pasado 6 de septiembre, con una visita a la reina Isabel II en su castillo de Balmoral, Truss iniciaba su mandato. No podía ser un buen augurio que la monarca muriese solo dos días después de recibir a la líder tory.

La ex primera ministra alcanzó el cargo aupada en las primarias por las bases conservadoras, que apreciaron su discurso desacomplejado y su propósito de dar un giro a la derecha en el rumbo del país.

Pese a ello, a nadie se la escapó que en las votaciones previas entre los propios diputados tories ella nunca había encabezado las preferencias y solo pasó a disputarse el liderazgo con el exministro de Economía Rishi Sunak por apenas ocho votos.

Sin la legitimidad con la que contaba Johnson gracias a su aplastante victoria en 2019 ni un gran respaldo en sus propias filas, Truss aterrizó en Downing Street con pies de barro.

Eso no fue impedimento para que el 23 de septiembre su entonces ministro de Economía, Kwasi Kwarteng, presentase la mayor bajada de impuestos en medio siglo, sin más plan para financiarla que endeudar al país; los mercados respondieron disparando la prima de la deuda soberana y hundiendo la libra.

Ese día fue el principio del fin para Truss. A partir de entonces solo pudo dedicarse a destituir a Kwarteng y enmendar una por una todas sus medidas, hasta llegar a la humillación final de ver al nuevo ministro de Economía, Jemery Hunt, desmontar este lunes por completo ante el Parlamento un plan lleno de «errores».

Su rictus inexpresivo aquel día, en la bancada detrás de Hunt, le valió comparaciones en la despiadada prensa británica con un «espectro» que seguía en el cargo pero vacío de poder.

Sus últimos movimientos a la desesperada, como aparecer en la BBC para hacer acto de contrición y pedir perdón, no sirvieron para nada más que para dilatar un destino que ya estaba escrito.