Miguel Fernández Ibáñez

Una moción de censura termina con el liderazgo de Kasselakis en Syriza

La crisis continúa en Syriza. Stefanos Kasselakis perdió una moción de censura impulsada por un grupo del Comité Central descontento con el rumbo personalista de la formación izquierdista. El 24 de noviembre se elegirá nuevo presidente del partido y se desconoce si el ya exlíder se presentará.

Stefanos Kasselakis saluda a sus seguidores tras ser elegido líder de Syriza el año pasado.
Stefanos Kasselakis saluda a sus seguidores tras ser elegido líder de Syriza el año pasado. (Aris MESSINIS | AFP)

Stefanos Kasselakis ya no es el presidente de Syriza. El domingo fue aprobada una moción de censura en su contra impulsada por un grupo descontento con el rumbo de la formación izquierdista. En la votación, 163 miembros del Comité Central respaldaron la medida, mientras que 120 la rechazaron. Lo paradójico de la situación fue que el propio Kasselakis pretendía afianzar su cuestionado poder en ese encuentro: pensaba anunciar la reestructuración de los órganos internos y se especulaba con que incluso pediría cambiar el nombre del partido. No solo no lo consiguió, sino que el conocido como «grupo de los 87», conformado por figuras que rechazan públicamente su liderazgo, se adelantó a las reformas y aprovechó los estatutos para impulsar la moción de censura. De esta forma, el partido se impuso al líder.

El liderazgo de Kasselakis ha estado en entredicho desde el mismo día de su elección como presidente de Syriza hace menos de un año. Muchas personas nunca le dieron ni una oportunidad. Criado en EEUU en el seno de una familia de armadores, trabajó en Goldman Sachs y colaboró como voluntario en la campaña presidencial de los demócratas estadounidenses. Sus credenciales no eran las mejores para liderar una formación izquierdista en Grecia y, además, nadie le conocía en Syriza porque no militó hasta poco antes de presidir el partido. Sin embargo, de forma inesperada, obtuvo la victoria en la carrera presidencial ante políticos que llevaban dos décadas en la formación. Su principal rival fue la ministra de Trabajo en el Gobierno de Alexis Tsipras, Efi Ajtsioglu, que más tarde formó parte del grupo escindido que fundó la Nueva Izquierda.

 


Syriza atraviesa una dilatada crisis identitaria en la que aún no sabe qué rumbo tomar: si escorarse hacia la izquierda o hacia la socialdemocracia.

 

En las elecciones europeas de 2024 Syriza volvió a perder apoyo, aunque se mantuvo como principal oposición a la derechista Nueva Democracia y se comprobó que la Nueva Izquierda tampoco era la solución, ya que solo cosechó el 2,4% de los votos. Pero las aguas no se calmaron y las disputas internas continuaron marcando el día a día en la formación. Cuestionado, de Kasselakis no gustaban sus propuestas económicas liberales ni su talante personalista. Sus opositores criticaban que antepusiera su figura al partido y que pareciera una celebridad propia de las redes sociales; además, rechazaban su autoritarismo, reflejo probable de su falta de apoyo interno, que ahondaba las diferencias: el último movimiento fue exigir a finales de agosto el reemplazo del jefe del grupo parlamentario por uno de sus padrinos, el diputado Nikos Pappas.

Estas fisuras abiertas por el propio Kasselakis las tuvieron en cuenta en el Comité Central cuando aprobaron la moción de censura el domingo. Sin embargo, tan o más importante fueron los movimientos entre bambalinas de otras figuras de Syriza: Kasselakis perdió el apoyo de quienes le habían aupado al poder, en algunos casos evidenciando que le han utilizado para lograr objetivos en disputas previas. El caso más llamativo es el del polémico diputado cretense Pavlos Polakis, quien ha anunciado que presentará su candidatura a la presidencia.

Poco a poco, las diferentes facciones de Syriza moverán ficha de cara a la primera ronda de las elecciones previstas para el 24 de noviembre. Kasselakis, que guarda silencio, tiene tres opciones: volver a presentarse, crear una nueva formación o retirarse de la vida política. Su única ventaja es que no existe una figura atractiva desde que el carismático Alexis Tsipras dejó el liderazgo en 2023, tras unos resultados electorales en los que perdió casi la mitad del apoyo. En un giro evidente hacia la socialdemocracia, fue entonces cuando eligieron de presidente al outsider Kasselakis.

Syriza atraviesa una dilatada crisis identitaria en la que aún no sabe qué rumbo tomar: si escorarse hacia la izquierda o hacia la socialdemocracia. El camino socialdemo- crático en alianza con el Pasok podría penalizar más al actual primer ministro de Grecia, el derechista Kyriakos Mitsotakis, pero también a la propia Syriza. Con la tarea hercúlea de reflotar un barco que se hunde, en los próximos comicios Syriza probablemente será superada por el Pasok, que acaba de celebrar su 50 aniversario también en medio de disputas internas que se dirimirán en las elecciones a la presidencia socialdemócrata el 6 de octubre. En Grecia, la crisis en la izquierda es generalizada.