Daniel   Galvalizi
Periodista
Entrevista
Isabel Serrano
Politóloga y autora de ‘Muros de silencio’

«¿Qué registro hay de mujeres violadas o rapadas? Los jóvenes no saben, Franco lo dejó atado»

La politóloga Isabel Serrano detalla en su libro ‘Muros de silencio’ la violencia particular que padecieron las mujeres. «¿Qué registro hay de las mujeres rapadas y paseadas por la calle, o violadas, o a las que les robaron sus bebés?», se pregunta.

Isabel Serrano, con su ‘Muros de silencio’.
Isabel Serrano, con su ‘Muros de silencio’. (NAIZ)

Un libro escrito desde las entrañas y también desde el compromiso con la memoria democrática. Es una forma de describir la opera prima de Isabel Serrano Durán, ‘Muros de silencio’ (Ed PRH, 2024), que, a partir de la historia de su abuela, hija de un fusilado y de una madre que padeció ser «la viuda de un rojo», se aboca a narrar esta investigación sobre el sufrimiento peculiar que propinó la dictadura franquista al colectivo femenino.

Criada en Aracena (Huelva) y graduada de Ciencias Políticas en la sevillana Universidad Pablo Olavide, esta joven de 26 años vive en Madrid hace un lustro. En entrevista con NAIZ, cuenta detalles sobre la represión a mujeres, reivindica su rol («para que un hombre pudiera estar luchando en el monte, había mujeres en el pueblo que lo asistían») y pide que no se culpe a los más jóvenes por la desmemoria porque ellos «no son los que hacen los planes educativos ni los productos culturales».

El libro presenta una perspectiva de género poco frecuente sobre los crímenes franquistas. ¿Era la idea inicial o se fue dando?

Sí, hay muy poco escrito sobre la violencia contra las mujeres en ese momento, hay ediciones antiguas, pero complicado encontrarlas, y no se han enfocado en la divulgación, son más papers académicos. Cuando he querido acercarme a los temas de memoria hay una barrera académica importante, cuando te pica el gusanillo de investigar el tema hay dificultad para acceder a ciertas informaciones. Entonces, creía necesario hacerlo, porque los jóvenes estamos cada vez mas alejados de nuestra historia. Este era el libro que me hubiera gustado leer.

La dedicatoria es para su abuela, porque le enseñó «que hasta en las ruinas pueden crecer las amapolas». ¡Qué buen inicio!

Es que, al final, este libro lo escribo de principio a fin por mi abuela, que me contaba lo que había sufrido su familia. Sin tenerla derribando esos muros de silencio, probablemente no hubiera hecho ni Ciencias Políticas, ni me hubiera interesado en temas sociales. Ella plantó en mí esa semilla de la curiosidad. Mi familia sufrió tanta violencia institucional y, a pesar de todo, mi abuela sí recuerda felicidad. No es una felicidad como podríamos entender ahora, pero intenta olvidar esos traumas y es el intento de quedarse con los recuerdos bonitos, del estilo de contarnos cómo cogía una cortina para hacer un vestido.

La historia personal es el disparador en el libro, ¿puede citarla para que se conozca un poco?

Es la historia de tantas familias de este país que se puede encontrar a puñados en varios pueblos. La de mi abuela era una familia normal y fusilan a mi bisabuelo. Mi bisabuela se queda sola con una bebé, que es mi abuela, y otro hijo. Mi bisabuela era señalada en el pueblo por ser la viuda de un rojo. La mayoría de mujeres en este país sufrieron el señalamiento por ser hermanas, esposas, madres, hijas de... era una sociedad muy machista y a la mujer apenas se le daba capacidad de decisión. Era un imaginario en el que la mujer no tenia presencia de conciencia propia y se pensaba que eran como el varón mas próximo. Aunque ya sabemos que no era así, muchas mujeres tenían sus propias consciencias y reivindicaciones, e hicieron muchas acciones de defensa durante la República. Entonces, a mi bisabuelo lo fusilan porque estaba en un sindicato, y su hija, mi abuela, a los 6 años tuvo que empezar a trabajar, por eso al día de hoy es casi analfabeta.

Una de las violencias institucionales era que a las viudas les ponían un papel delante para que firmaran que su marido había muerto y gracias a eso tenían la pensión de viudedad. Investigando me di cuenta de que era un modus operandi que tenia el régimen para humillar a las mujeres y que muchas por supervivencia lo firmaban. Las viudas de los rojos no tuvieron paga de viudedad hasta que llegó Felipe González.

En el libro señala que las mujeres «sufrieron una violencia específica y fueron perseguidas sistemáticamente» y que muchos de sus padecimientos no figuran en las estadísticas.

Claro. La violencia del régimen la pensamos en tortura y fusilamiento y eso lo sufrieron también las mujeres, pero me refiero a específica cuando era específica a su género. Se las reprimía muchas veces por ser mujer de, había castigos públicos como, por ejemplo, raparlas y pasearlas en público para transmitir el mensaje de que era mejor que su moralidad fuera por el camino que quería el régimen porque, de lo contrario, ese sería el castigo. Y muchas veces las torturas en las mujeres estaban ligadas a los genitales femeninos, por eso hablo de invisibilizadas, porque si abres una fosa ves por qué han matado a esas personas, ves los huesos rotos, ves lo que han sufrido… pero ¿qué registro hay de la cantidad de mujeres rapadas, violadas, etc? Son castigos invisibilizados, solo queda el testimonio oral y cada vez quedan menos. La forma en que estudiamos la historia es también muy masculina, solo pensamos en la batalla y en los registros de cárcel y detenciones, pero hay que pensar que hay castigos que no están registrados en ningún sitio.

Habla de «heridas que se heredan». Sin embargo, las nuevas generaciones no parecen estar tan concienciadas, hay desdén por parte de muchos en lo que se refiere a la memoria histórica.

Creo que las heridas se heredan cuando eres consciente de que las tienes. Cuando no te has parado a preguntarle a tu abuela qué fue de su padre, no tienes conciencia, no puedes curar algo que no sabes que existe. Cuando te das cuenta que toda esa historia es tuya, empiezas a tener interés en que esa herida sane. Mientras mi abuela no sepa dónde está su padre y no sea reconocida la violencia económica que sufrieron las mujeres, esa herida no sana. La gente que habla que las heridas están cerradas les recomiendo que hablen con las personas que siguen sufriendo por esa imposición de olvido y silencio. No, esas heridas están gangrenando.

Quienes más murieron y fueron detenidos y ejecutados fueron hombres, es un dato estadístico, y eso hizo a las mujeres cargar mucho con el duelo, con la carga extra de que la causa sea injusta y terrorismo de Estado. ¿En qué vio la huella de ese duelo generacional y masivo?

Creo que al final España es un país en el que, por herencia católica, tendemos a exteriorizar mucho el duelo: rituales funerarios propios, llevar flores el día de todos los santos, vestirse de negro... Pero hay muchas personas a las que se les negó el derecho de llorar a sus muertos, no podían mostrar el dolor por seguridad y supervivencia o se les prohibía cualquier ritual funerario, no sabían dónde estaban los cuerpos. Y, a su vez, se dio también un amplio campo de resistencia por este hecho, por ejemplo mujeres que se organizaban para no cultivar en un campo donde se creía que había muertos, o cuando llevaban en su delantal una piedra manchada de sangre de su marido, o tiraban flores en pozos de agua donde se suponía que había cadáveres... buscaban formas para sanar los duelos, que operaban como resistencia activa al régimen.

Isabel Serrano tiene 26 años y se acercó al tema tras conocer el caso de su abuela. (NAIZ)

El libro recuerda el caso de Vallejo-Nájera y cómo el ‘Mengele español’ se cebaba con las mujeres.

Antonio Vallejo-Nájera era el médico psiquiatra del régimen, trae a España las teorías genésicas que había en otros sitios de Europa. Él decía que había un gen rojo y que había que aislar a los niños de esos ambientes para que no se desarrollara dicho gen. En la Alemania nazi, la idea era eliminar a todos y asegurar que no hubiera descendencia y Vallejo hablaba de un gen rojo que se transmitía a través del ambiente y que, si lo extirpas, no se propaga. Eso acaba en la justificación del robo de niños, la separación de los niños de su madres, hacía parecer que era una salvación de los niños y, por eso, se entiende que hubiese parte de la población que apoyara esto, porque lo veían como algo ligado a la supervivencia del régimen, de cara a la conquista de la hispanidad que estaban construyendo. Querían que los hombres del futuro estuviesen en ambientes considerados propensos para no desarrollar el gen y se constituyó una red de robo de niños que se tradujo luego en un tráfico de bebés en el que no solo importaba la ideología, sino que también había una cuestión monetaria.

«Este libro lo escribo de principio a fin por mi abuela, que me contaba lo que había sufrido su familia. Sin ella no hubiera hecho ni Ciencias Políticas, ni me hubiera interesado en temas sociales»

 

Las instituciones médicas y religiosas se enriquecen a partir de mujeres vulnerables en favor de una élite. Hubo mucha venta de bebés y una red donde participaron monjas, médicos y clínicas, y recordemos que el robo de bebés supera la muerte de Franco, hay casos también en la Transición. Se hizo en diferentes fases: quitando los bebés directamente a las madres rojas o republicanas y también a mujeres en las cárceles, cuando tenían ya 3 años y se los daban a familias del régimen o las coaccionaban para que los cediesen en adopción, y una tercera fase en la que las instituciones aseguraban a las madres que los niños estaban muertos.

Menciona el caso del Patronato que dirigía Carmen Polo, del rol de las celadores que vigilaban y controlaban, y que hasta se metían en bares.

Sí, el Patronato es una institución que trata de modelar y controlar la moralidad de las mujeres, señalar a las buenas y a las malas. No era solo cuestión de ideología, sobre si la mujer no cantaba el ‘cara al sol’, sino si la mujer estaba fumando o si había dado un beso en la calle. Todo estaba justificado para ingresarlas en esa institución, quitándoles las tutelas a los padres. Era una institución de tortura, había toda una red a lo largo del país, algunas solo para mujeres embarazadas. Y las celadoras no eran espías, sino policías de la moral, mujeres muchas voluntarias, que vigilaban no solo de tal a tal hora, sino una especie de chivatas en cuyas cabezas pensaban que lo hacían por el bien de la patria y que creían que salvaban a esas mujeres de la corrupción moral.

Por el cine de Hollywood y el trabajo de desmemoria del franquismo, las imágenes de mujeres rapadas y esclavizadas se asocia al nazismo y no a la España franquista. Para quien padezca esa desmemoria, ¿cómo fue ese sufrimiento de la mujer?

Era muy común, no era algo raro. La mayoría de los pueblos de España han tenido mujeres rapadas paseadas en público. Saberlo es tan sencillo como hablar con la gente. A la abuela de mi abuela, cuando fue a la comisaría para preguntar dónde estaba su yerno después de que se lo llevasen, solo por ello, la raparon y la pasearon por el pueblo, que en realidad no se trata de un paseo, hablamos de mujeres que caminaban rapadas después de haber sido forzadas a beber aceite de ricino para que se cagasen encima, e iban semidesnudas. Hay testimonios que hablan de que en algunos pueblos iban acompañadas de una banda de música o que les dejaban solo dos mechones de pelo donde les ataban la bandera franquista, además de que les obligaban a gritar ‘Viva la Guardia Civil’. Hay, por ejemplo, un testimonio de una mujer que la montan a lomos de un burro.

«La mayoría de los productos culturales relacionados con la guerra civil te hablan de hermanos contra hermanos, esa es una victoria más allá del franquismo»

 

A mí me fastidia cuando lo de la desmemoria se enfoca mucho en los jóvenes, como si tuviéramos la culpa del desconocimiento sobre el franquismo y sus consecuencias, es importante cambiar esa mirada, porque quienes han hecho los planes de educación y los productos culturales no son los jóvenes. Si los jóvenes no saben qué supuso el franquismo quizás es porque Franco dejó todo atado y bien atado para que el relato sea este y que ‘los nacionales’, como lo estudié yo hace no mucho en los libros escolares, se alzaron contra la República porque el Frente Popular estaba desviando demasiado este país. La mayoría de los productos culturales relacionados con la guerra civil te hablan de hermanos contra hermanos, de una mujer republicana que se enamora de un falangista, de bandos igualados en responsabilidades. Eso es toda una construcción y una victoria más del franquismo, que sigue sobreviviendo a través del imaginario que tenemos de la guerra.

A día de hoy, intento evitar la expresión ‘Guerra Civil’, porque no lo fue. Dicho término fue encargado por Fraga para dejar de hablar de liberación y cruzada contra los rojos. ¿De qué guerra civil hablan, si en la mayoría de los pueblos no hubo resistencia? No se podía, porque era una parte del Ejército, que trae tropas de África, contra una población sin armas. No podemos hablar de guerra civil como si fueran dos bandos iguales. Fue un auténtico holocausto, se intentó matar a quien fuese necesario para imponer una nueva España.

Las mujeres tendían puentes y lazos comunitarios para resistir, menciona en el libro. ¿Puede dar ejemplos?

Cuando estás en situaciones con tanta penuria como las que sufrieron, con una red de apoyo es más sencillo y las mujeres se organizaban en el exilio para protegerse entre sí, para buscar trabajo, para la higiene y cuidado de los niños, en las cárceles había redes de sororidad para el reparto de comida. Ningún hombre hubiera sobrevivido luchando en el monte de no haber mujeres en los pueblos apoyando. A todo lo que ha tenido que ver con las mujeres se le ha dado menos valor, también a las tareas de cuidados para armar la resistencia.

Cuando escucha discursos como el del diputado de Vox, Manuel Mariscal, quien dijo que el franquismo fue una etapa de concordia y paz. ¿Qué siente?

Siento que para ellos sí lo fue, tenían servicios gratis en casa porque había alguien, como mi bisabuela, que lo hacía por ser viuda de un rojo. Se enriquecieron. No se puede hablar de concordia cuando una mayoría de la población está aterrorizada. No sé cuál será la vara de medir de ese diputado, supongo que para su familia y allegados sí habrá habido concordia. Se vive más fácil cuando tienes trabajadores esclavos.