«Yo no hago danza para divertir, me gusta remover conciencias y apelar a otros sentidos»
Matxalen Bilbao se sube al escenario de La Fundición, su ‘casa’ desde sus inicios, para celebrar su dilatada trayectoria en el mundo de la danza contemporánea. El público podrá disfrutar por primera vez de la pieza ‘Hustu; elogio al vacío’, creada para la ocasión junto a Natalia García Muro.

Matxalen Bilbao vuelve a su ‘casa’. La sala La Fundición, de Bilbo. Y lo hace para conmemorar sus 25 años como coreógrafa y bailarina. Aunque lo cierto es que dio sus primeros pasos en la danza hace 38 años y fue en el año 2000, tras bailar en distintas compañías, cuando decidió lanzarse a crear sus propias producciones.
El público podrá disfrutar este sábado por primera vez de la pieza ‘Hustu; elogio al vacío’, creada para la ocasión junto a Natalia García Muro. La bailarina se muestra agradecida a La Fundición por haberle dado la oportunidad de realizar una residencia, centrada en los aspectos más técnicos, esta semana previa al estreno. «La coreografía estaba terminada, estos días hemos ultimado los detalles de la iluminación, así como de las dos proyecciones. Es importante dejar el continente a la altura del contenido», cuenta Bilbao.
Para la bailarina es «una maravilla» contar con un espacio como este. «Los responsables, con los que empecé hace 38 años, se jubilan. Pasarán el testigo a otras personas. Y yo quería cerrar el ciclo, me parece muy bonito. Es un espacio en el que he aprendido mucho. Al ser una sala alternativa se ven propuestas de danza que no son comerciales, de creadores pequeños que están interrogando cosas interesantes. He crecido allí. Me interesa mucho más La Fundición que un teatro convencional. Es pequeño y alguien puede pensar lo contrario, pero está muy cuidado el espacio escénico», cuenta.
Tres años investigando
Lleva tres años trabajando, madurando la idea del proyecto que ahora ve la luz. «Empezó con una ayuda para la investigación que me dio el Gobierno Vasco en 2023. Sin la presión de una fecha de estreno o de un resultado concreto, me ha permitido realizar una búsqueda más profunda», explica.
Un disfrute para la creadora. «Para mí, sí. Soy de tiempos lentos. Podría hacer el movimiento de forma rápido, pero eso no me interesa. Sigo aprendiendo. En ese avanzar me exijo a mí misma que no sea el movimiento que ya conozco o tengo codificado, hago una búsqueda. Por eso, el tiempo es más dilatado». Se muestra contenta con el resultado. «Creo que todo esto se va a notar en el resultado», dice.
En estos años como creadora ha desarrollado su propio universo coreográfico basado en un inagotable proceso de investigación y auto-exploración del cuerpo y el movimiento.
¿Qué habita en el silencio, en los huecos, en el instante anterior a caer, en la suspensión, en las pausas, en el vacío…? ¿Se puede vaciar una de si misma…?, son algunas de las interrogantes que plantea Bilbao en la obra. Investiga el concepto de vacío como procedimiento en la composición del movimiento. El vacío como material de construcción, como elemento compositivo, como acercamiento a lo esencial.
La pregunta que subyace en la pieza es: ¿Se puede vaciar una de sí misma? «Lanzamos preguntas a las que no tenemos respuestas. En la vida, a veces das por hecho que una persona es de una manera concreta. Y no. Me puedo vaciar de mí misma. Y hasta adquirir nuevas formas. Yo puedo frenar el impulso que tengo, y vaciarme también. ¿Cómo lo hacemos? Incorporando otros cuerpos a nuestro cuerpo. Una redescubre otras maneras, otro lugares, otros espacios. Todo ese redescubrir...», ahonda.
«Quiero hablar del vacío como elemento esencial para la composición. Es un acto poético-político de reivindicar otros tiempos y otras pausas. En el confinamiento pensé: el mundo ha parado y la gente no quiere parar. Parar, hacer un silencio, es esencial. El vacío no es existencial, es calma, quietud... Es un juego en el que he querido quedarme con lo esencial y vaciar de ruido», agrega.
Busca la pausa. «Cuando yo estoy en escena, cuando estoy en movimiento estoy ocupada. Cuando tengo que hacer una pausa, qué hay ahí. Simplemente estar, observar, respirar, sentir... Vivir tu cuerpo. Quizás hay influencia del pensamiento oriental. En occidente vamos a toda prisa, consumiendo todo el rato.. me da terror. La pieza está basada en todas estas ideas, de manera muy sutil», continúa.
Imaginario común
Bilbao es la responsable de la dirección de ‘Hustu; elogio al vacío’. En la coreografía ha contado con la colaboración de Natalia García Muro. «Trabajamos juntas desde hace 8-9 años. Fue alumna mía y ahora somos compañeras. Nos unen muchas cosas en torno a la danza». El espectador verá a ambas bailando sobre el escenario.
La bailarina y coreógrafa hace partícipe del proceso de creación al resto de integrantes del equipo. «Además de la intérprete como el músico y el iluminador, están todos muy metidos. Comparto con el ellos mi imaginario y de esa manera se convierte en un imaginario común. Me interesa que sean cocreadores», señala.
La obra tiene bastante de utopía. Así lo reconoce la creadora: «La pieza es muy reflexiva y utópica». También confiesa que no sigue «la tendencia de la sociedad actual».
Reflexiona sobre la situación que vive la danza. Incide en la banalidad que preside la creación artística. «Llevo más de 35 años viendo espectáculos de danza y veo que tienen demasiado estímulos para el espectador. Cada vez veo más banalidad y más codificación. Se busca la espectacularidad y en todo momento apelan al espectador como si fuera tonto, dándole demasiadas explicaciones. Efecto-aplauso, efecto-aplauso. Parece que los bailarines tenemos que divertir al público. Yo creo que el arte no está solo para divertir, que también. Yo no hago danza para divertir, me gusta mover conciencias y apelar a otros sentidos. Me muevo en un ámbito alternativo. Yo voy por otra onda. Siempre he sido muy independiente en el pensamiento».
Bilbao subraya su necesidad de «respirar a través de la cultura». «En el confinamiento se vio que la cultura nos salvó a muchos. Una buena película, una buen libro... Se está infravalorando y bajando a la catacumbas la cultura. Queremos popularizar la cultura. La cultura no es popular. Tiene que estar a un nivel muy alto y tú acceder a ella. Dar acceso a ella. No bajar el nivel de la cultura. Todos estos años he visto cómo se ha hecho más pueril la danza. ‘Necesito que el público entienda la danza’. Perdón, la danza no se entiende. ¿Tú entiendes a Bach? Apelamos a otros sentidos. La danza no es narrativa, no es literal. Y queremos hacer eso. Y estoy viendo compañías que trabajan en esa dirección. Me da pena por la danza, no por mí. Yo sigo porque estoy enamorada de la danza y la respeto muchísimo».
Confiesa que lo ha pasado «bastante mal»: «Vivir de la danza no ha sido fácil. Además, yo tomé la decisión de quedarme en Euskadi. Si me hubiera ido a Londres, Amsterdam o Bruselas, como otras amigas mías, igual me hubiera ido mejor. Pero yo decidí quedarme aquí y ha habido etapas paupérrimas. Siempre he sido docente y bailarina, he desarrollado estos dos roles con mucho cariño. La docencia y la transmisión me encantan y he vivido de eso».
Ha recorrido innumerables centros dando clases de danza en la capital vizcaina. «A mí, las clases no me han faltado nunca. Así y todo, a los 30 años me decía a mí misma: ‘Yo no podré comprarme un piso, no podré acceder a una vida normal como el resto de personas’. Esto nos pasa a muchos bailarines y muchos artistas. También es duro estar todo el día dando clase y compaginarlo con la creación de mis obras. La danza es muy exigente físicamente y ahora tampoco puedo tener la actividad de una chavalita».
Desde 2022 es codirectora junto con Natalia García Muro del espacio de Formación y Creación Mutis Espazioa. Y vive un buen momento. «Ahora estoy en una situación muchísimo más cómoda. Siento el respeto de la comunidad de la danza y me hace muy feliz. Es un camino duro, bonito también, y ahora estoy más tranquila. A nivel estatal, también estoy muy bien reconocida, incluso en Francia y en Portugal... Me doy cuenta de que recojo todo lo sembrado. Es tiempo, no es más. El éxito rápido también se baja rápido. Yo he tenido un éxito muy coherente con la forma de entender la vida», reconoce.

No ve que se estén dando pasos hacia adelante. «En todas los compañías potentes a nivel estatal –Gelabert, Mal Pelo...– están viviendo de otros trabajos o proyectos que a veces van unidos a la danza, o no. Es muy difícil. En estos 38 años lo que me da pena es que no hemos dado pasos hacia adelante. Cada vez baila más gente, eso sí, tiene más visibilidad, también, pero ostras, a los teatros les cuesta programar danza. ¡Es increíble! Los programadores se creen los dueños del teatro, cuanto el teatro es del pueblo. ‘Mi público no entiende’, te dicen. Primero, ni es tu público ni es tu teatro. Ser democrático debería ser tu obligación y no contratar siempre a las mismas compañías. La Fundición es el único lugar en el que saben que los espectadores no somos tontos».
Bilbao pone el tema de la precariedad sobre la mesa. «El 70% de los bailarines viven por debajo de la pobreza. Y solo el 3% de programación es danza. Es un nivel exagerado. El año pasado me dieron un premio en Getxo [galardón a la trayectoria profesional y artística en los premios Aixe Getxo!]. Cuando cogí el micrófono, mencioné estos datos. Yo ya no tengo 30 años y estoy cansada. Para recibir premios estamos muy bien, para bailar en eventos también, pero luego nos morimos de hambre. El Gobierno Vasco da ayudas para la producción, pero lo que ocurre es que hay una sobreproducción y no hay circuitos para exhibir las obras. Yo, que tengo una escuela de formación para gente que quiere dedicarse profesionalmente, los miro y pienso: ‘¿Qué van a hacer?’. Yo empecé en 1986, teníamos todo por descubrir, pero hoy en día seguimos estando igual. ¿A quién hay que responsabilizar? No lo sé».
Los bailarines de danza contemporánea se sienten abandonados. «Donostia está funcionando un poquito mejor, porque Dantzagunea les está dando un poquito de oxígeno. En Bizkaia, estamos abandonados. Yo casi prefiero vivir en mi burbuja, porque, como sea muy consciente, se me ponen los papos rojos, me sube la tensión y no quiero. Por eso, los artistas nos protegemos, porque es una pena. En Euskadi hay mucho talento, estamos muy arraigados a la danza. De hecho, el ballet se nutrió de algunos pasos de euskal dantzak, y que no tengamos ese amor por la danza... no lo entiendo. O quizás el público lo siente, pero no le ofrece la oportunidad de disfrutarlo».

Irati Gorostidiren katarsi kolektiboa

Ribera derecha de Burdeos, caladero de ideas para la construcción de viviendas

Ambulancias de Osakidetza, un servicio de camino a urgencias

Una acción de denuncia de la colaboración de CAF con Israel acaba con un detenido en Bilbo

