El papel de la energía en la reciente crisis de gobierno de Noruega
El bipartito que gobernaba Noruega se rompió por el desacuerdo entre los laboristas y el Partido de Centro sobre la política energética del país. Los laboristas son partidarios de mantener la situación actual, mientras los centristas apuestan por una política energética más soberana.

El pasado 30 de enero el líder del Partido del Centro y ministro de Finanzas de Noruega, Trygve Slagsvold Vedum, abandonó el gobierno de coalición. El Partido Laborista decidió continuar en solitario con un gobierno en minoría hasta las elecciones que están convocadas para el 8 de septiembre. Para dar más peso político al ejecutivo, ha fichado al hasta hace poco secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, como nuevo ministro de Finanzas. En cualquier caso, Vedum se ha comprometido a apoyar al primer ministro laborista, Jonas Gahr Store, por lo que las diferencias no parecen tan profundas.
Aunque Noruega no forma parte de la UE, sí que participa en el Espacio Económico Europeo, lo que le obliga a adaptar parte de la legislación comunitaria. En concreto, debía adoptar tres directivas del cuarto paquete energético de la UE. Las otras cinco de ese paquete las habrían pospuesto para después de las elecciones. Las directivas en discusión estaban relacionadas con las energías renovables, la eficiencia energética y el ahorro de energía en la construcción, y por último, conceder más poder a la Agencia de la Unión Europea para la Cooperación de los reguladores de Energía (ACER).
No parece que haya nada especialmente peliagudo en ellas. Vadem justificó su renuncia señalando que «sería un error que Noruega continuase en esa dirección. Debemos regresar a un mayor control nacional y no debemos dar más poder al sistema de la UE». Unas declaraciones que dejan entrever que, más que las materias concretas, el debate es de fondo, sobre la dirección que debe tomar el país.
Demanda alemana
La red eléctrica alemana depende más que nunca del clima y cuando la atmósfera no ayuda, Berlín depende de las importaciones de los países vecinos. El problema es que a medida que crece la cantidad de electricidad exportada, sube el precio en los países de origen. Así, por ejemplo, en el sur de Noruega, durante los dos últimos años los precios de la electricidad han sido un 50% más elevados que en la década 2010-2020. Un encarecimiento que ha sido tema de discusión política en Noruega los últimos meses. Como señalaba Javier Blas en Bloomberg «El punto de conflicto es que los votantes noruegos están pagando precios más altos por la electricidad para que los alemanes no tenga costes todavía más altos».
Un conflicto que no ha empezado ahora. Hace unos meses Estocolmo rechazó la solicitud de Berlín de construir una nueva conexión transfronteriza entre Suecia y Alemania. Oslo, por su parte, rechazó en 2023 una solicitud británica para unir con un cable submarino Noruega y Escocia. Mientras las compañías eléctricas están interesadas en exportar y ganar más, los votantes, sin embargo, quieren pagar menos por la electricidad, por lo que es más que probable que los nuevos proyectos de interconexión se rechacen y cuando llegue el final de la vida útil de los actuales, que no sean reemplazados.
Fin del gas
En la dirección a tomar un punto importante es la dependencia de la economía noruega de los hidrocarburos. En la actualidad, alrededor del 70% de las exportaciones de bienes son gas y petróleo, lo que permiten a Noruega mantener una posición holgada sin excesivos sobresaltos. Como en todas las industrias extractivas, el problema es que los recursos naturales se agotan. La extracción de gas en Noruega ha pasado de los 54 bcm (km3 de gas) extraídos en 2021 a los 40 de 2024, un 26% en menos de cuatro años. Es posible que en ese escenario de reducción de la extracción, Noruega no quiera atarse a la UE para poder vender libremente el gas y maximizar las ganancias.
Mientras los problemas energéticos se acumulan en la UE, Bruselas sigue con su pelea por desconectarse de Rusia. Ursula von der Leyen asistirá hoy a una ceremonia en Vilna para conmemorar la desconexión de las tres repúblicas bálticas.

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