«Creo más en las preguntas que en las respuestas»
Millet atesora una larga trayectoria como documentalista. Muchos de sus trabajos versan sobre identidades y migración. Debuta en el cine de ficción con ‘La red fantasma’, película que llega a las salas tras inaugurar la Semana de la Crítica en Cannes y ser nominada al César a la mejor ópera prima.

En su primer largometraje de ficción, Jonathan Millet sigue los pasos de un joven refugiado sirio que, tras perder a su mujer e hija en la guerra y haber sido torturado, se involucra en una célula clandestina para localizar y llevar ante la justicia a miembros del aparato represivo de Al-Ásad que han conseguido salir del país bajo falsa identidad e instalarse en Europa.
La red fantasma es una película inspirada en hechos reales. ¿Cómo le llega a usted esta historia?
La realidad siempre ha sido mi principal fuente de inspiración. No en vano, hasta ahora había desarrollado toda mi labor como cineasta rodando documentales. Uno de los escenarios sobre los que más he trabajado ha sido el del exilio y la pérdida de identidad, he hecho muchos documentales sobre ese tema y fue gracias a ellos que he podido conocer la realidad de los refugiados sirios que han venido a Europa huyendo de la guerra. Muchos de esos refugiados me contaron su experiencia en las cárceles de Al-Ásad y las torturas que padecieron, y a partir de ahí comencé a desarrollar un proyecto para un documental. Pero al cabo de unos meses, cuando ya tenían una cierta confianza en mí, algunos me empiezan a hablar de la existencia de células secretas conformadas por refugiados que se dedican a recabar pruebas para llevar, en un futuro, ante la justicia internacional a sus torturadores.
Esto se produce en un contexto donde la pasividad de la comunidad internacional con el régimen sirio impulsó a muchas víctimas a actuar por su cuenta. Más aún cuando conocen, de primera mano, que muchos de quienes trabajaban en el aparato represivo de Al-Ásad, cansados de la situación del país, han optado por poner tierra de por medio y emigrar a Europa con estatus de refugiado político. Es entonces cuando comienzan a organizarse esas células. Al conocer su existencia les pregunto a mis contactos si pueden ponerme en conexión con los miembros de alguna de esas células. Llegar hasta ellos fue complejo, ya que exigió la intervención de muchos intermediarios, hasta que al fin pude llegar a hablar, a través del ordenador, con una persona que me explicó las dinámicas de trabajo de estos grupos de cara a localizar a criminales de guerra.
«Algunos refugiados sirios me hablaron de células secretas que se dedican a recabar pruebas para llevar, en un futuro, ante la justicia internacional a sus torturadores»
Estamos pues ante una de esas historias donde la realidad supera a la ficción. No sé si el mayor desafío que asumió fue dotar de credibilidad a una historia como esta, que no pareciera un relato sacado de una novela de espías, más aún cuando se trataba de su primer largometraje no documental.
Sí, justamente lo más difícil fue eso que planteas y ahí tengo que decirte que mi experiencia previa como documentalista me ayudó mucho, pues me empujó a ser tremendamente riguroso, por mucho que la ficción te permita unas licencias de las que no gozas haciendo documentales. Pero no quería que nadie llegase a cuestionar la credibilidad de lo que estoy contando. Fue ese deseo el que me llevó también a articular una narración de corte intimista. Aquí toda la historia obedece a la mirada de un único personaje, no hay esa proliferación de escenarios y de personajes tan típica del cine de espías. Yo no quería eso. No me interesaba tanto mostrar una serie de acciones sino las dudas y los dilemas que al protagonista le plantea su participación en dichas acciones. Contar una historia como esta a esa escala creo que permite que la película resulte más creíble.
¿Es muy diferente construir una narrativa en el cine de ficción que hacerlo en el documental?
Sí, aunque en ambos casos me gusta partir de un escenario similar. Cuando ruedo una película lo hago motivado por mil preguntas que me asaltan. Lejos que querer servirme del cine para encontrar una respuesta, lo que busco es compartir con el espectador esas preguntas, trasladarle mis dudas. No me interesan las películas llenas de respuestas sino aquellas que nos confrontan con la incertidumbre, que nos ponen frente a un dilema. Por otro lado, en ‘La red fantasma’, pese a ser un film de ficción, he utilizado estrategias narrativas propias del documental como el servirme de actores no profesionales para que se interpreten a sí mismos o el hecho de rodar en escenarios naturales, como los centros de refugiados a los que acude el protagonista.

Hay una reflexión de fondo que planea sobre toda la historia y es la diferencia entre venganza y justicia, dos conceptos antagónicos pero que, demasiado a menudo, se confunden.
Es un dilema interesante que, efectivamente, está ahí, pero no como una simple cuestión teórica. A mí no me interesaba enunciarlo, sino encarnarlo, analizar los efectos de ese dilema sobre la personalidad de un sujeto, en este caso el protagonista del film. Si a un espectador, antes de entrar al cine, le planteas que escoja entre venganza y justicia, casi todo el mundo elegiría justicia, de ahí que no me interese incidir en la defensa de esa idea, sino confrontar al público con las pulsiones que pueden acontecer en alguien que ha vivido todo lo que ha vivido el protagonista de la historia. A partir de ahí podemos llegar a entender que las decisiones son complejas, que cada acción tiene sus consecuencias y que la respuesta a ese dilema que nos parecía obvia, no lo es tanto. Vuelvo a lo que te decía antes: creo más en las preguntas que en las respuestas.
En el fondo, lo que narra en ‘La red fantasma’ no deja de ser una historia de búsqueda de paz espiritual por parte del protagonista. ¿Diría que la gestión del dolor que siente por la pérdida de su mujer e hija es la que guía sus acciones?
Justamente. Para mí, ‘La red fantasma’ cuenta la historia de un hombre que con la guerra lo ha perdido todo, no solo ha perdido a su familia, también su identidad. Durante mis entrevistas con refugiados sirios, sentí que muchos de ellos eran personas vacías, te miraban como si algo se hubiera apagado dentro de ellos. Eso mismo le pasa a mi protagonista, él se aferra a la necesidad de capturar a su torturador como si eso fuera a devolverle esa identidad perdida. Esa búsqueda le lleva a enfrentarse al mal en su estado más puro, pero también le hace conocer la esperanza y el amor. A partir de ahí el dilema al que se enfrenta es, o bien consagrar el resto de sus días a ejercer de justiciero, o bien vivir ese duelo que le negaron por la pérdida de sus seres queridos, pasar página y rehacer su vida.
Otro concepto que planea en su película es el de ‘criminal de guerra’. ¿No le parece un eufemismo? Es como si se confiriera legitimidad a las acciones de unos por oposición a otros, como si la guerra en sí no fuera un crimen.
Estoy totalmente de acuerdo y ese es también uno de los grandes temas que me interesaba abordar, el de la legitimidad de la violencia. Muchos de los que han visto mi película han establecido una analogía entre esta red clandestina que busca localizar a criminales de guerra con la labor que emprendieron los servicios secretos israelíes tras la II Guerra Mundial, consagrándose a la caza de nazis huidos. Pero hay una diferencia sustancial y es que fueron muy pocos los que cuestionaron la legitimidad de aquellas acciones por parte de Israel y, en todo caso, la comunidad internacional, fue unánime en la condena del nazismo. Sin embargo, cuando esas células de refugiados sirios comenzaron a funcionar en torno a 2016/2017, ningún país había levantado la voz para condenar las atrocidades perpetradas por el régimen de Al-Ásad, tampoco la naturaleza del propio régimen. ¿Ante un escenario así, resulta legítimo buscar justicia a título personal? Porque, además, esa búsqueda de justicia no está encaminada solo a capturar a esos criminales sino a la necesidad de que estas personas sean consideradas, efectivamente, criminales. A la hora de buscar la legitimidad de tus acciones, el lenguaje cuenta mucho.
«‘La red fantasma’ cuenta la historia de un hombre que con la guerra lo ha perdido todo, no solo ha perdido a su familia, también su identidad»
¿Qué escenario se abre ahora en Siria tras el derrocamiento de Bashar al-Ásad?
Bueno, de entrada, cuando hace tres meses Al-Ásad fue ¡por fin! derrocado, muchos amigos sirios recibieron la noticia con gran júbilo. Su salida del gobierno ha traído buenas noticias de manera inmediata; de un lado la apertura de las cárceles, lo que ha servido para visibilizar lo que allí había ocurrido; de otro, una sensación de desahogo entre muchos refugiados que por primera vez en muchos años han podido hablar de sus experiencias sin esa sensación de estar permanentemente vigilados por agentes del gobierno, tanto en Siria como en el extranjero. A partir de ahí está por ver qué escenario nos va a deparar el futuro inmediato. Yo creo que la comunidad internacional no va a permitir que Siria se convierta en un campo de operaciones para las fuerzas del Estado islámico como, actualmente, lo son otros países. Las principales potencias europeas han salido escarmentadas de la pésima gestión que hicieron en lo tocante a las relaciones internacionales tras las primaveras árabes. No preveo que se repita un escenario semejante. Por otra parte el pueblo sirio tiene la oportunidad de recuperar su identidad y de imaginar un proyecto de país para ellos y sus descendientes.

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