La informalidad, camino (quizá deseado) a la nada
Al abordar la cuestión de la fiscalidad en las tertulias mediáticas se preguntan «con quién van» a aprobar las diputaciones de Araba y Gipuzkoa las normas presentadas, cuando lo lógico sería preguntarse «con quién quieren» aprobarlas. Es decir, cuando un Gobierno presenta una normativa tan básica y decisiva como la fiscal, se supone que tiene que tener una intencionalidad predeterminada, saber si buscará aumentar la recaudación o bajar los impuestos; si ha hecho cuentas de futuro y ha previsto hacia dónde van a ir las necesidades sociales y cómo puede conseguir el dinero para pagarlas o va a empujar a la ciudadanía a buscarse la vida como pueda; si quiere poder dar respuesta pública a la salud, los cuidados, la educación y el transporte o va a dejar los derechos básicos en manos del mercado o, lo que es peor, va a engordar a los dueños del mercado con el eufemismo de eso de la «iniciativa publico-privada».
No es mucho pedir que un gobierno tenga forma. Que sepa lo que quiere y que lo defienda. PNV y PSE alcanzaron en Gipuzkoa un acuerdo fiscal con EH Bildu que parecía despejar el sendero de futuro. Pero sin haber explicado todavía de forma convicente por qué, rompieron su palabra y desde Bizkaia cambiaron las normas para extenderlas a toda la CAV. Y como parece que PNV y PSE no están muy de acuerdo en la materia, la montaña parió un ratón, un ratón chiquitín y tirando a amorfo al que ni siquiera se atrevieron a llamar «reforma». Y si no toman una decisión, va camino de la nada, de no aprobarse en ningún lado.
O negocian con la derecha o lo hace con la izquierda, pero esa es una decisión que deben tomar PNV y PSE. Lo que resulta informal es presentar un catálogo de deducciones y exigir a otros una adhesión acrítica, bajo la amenaza de utilizar todo su potencial mediático para desdibujar las bases de lo que debe ser una política fiscal y culpar a la oposición de que se haya cerrado la tómbola de las ayudas, esos sobres sorpresa que serán pan para hoy (sobre todo para quienes venden hipotecas y alquilan casas) y hambre también dese el principio (para quienes tendrán que entregarles directamente sus ayudas y seguir igual de pobres).
Otra alternativa es pensar que en el fondo al PNV no le importa que las cosas sigan como están, si puede además acusar de ello a la oposición (sobre todo a EH Bildu) y asumimos a la vez que, como en Vivienda, el PSE carece del peso específico y la fuerza suficiente para que sus gobiernos hagan esas políticas progresistas de las que se jactan en sus ponencias pero tan invisibles en la práctica diaria.

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