Kazetaria / Periodista

Cuando todo se juega en Bilbo en 24 horas (y pico)

Tomamos en pulso a la capital vizcaina en los dos días consecutivos de grandes eventos deportivos, la final del Bilbao Basket y el partido del Athletic contra el Glasgow Rangers: restaurantes griegos, una visita a la discoteca Sonora y los ritos de la Semana Santa como fondo.

La marabunta del Rangers, camino de San Mamés el jueves tarde.
La marabunta del Rangers, camino de San Mamés el jueves tarde. (Aritz Loiola | Foku)

Es una verdadera lástima que los días, al menos estos de Bilbo, no duren 27-28 horas en vez de 24. A veces ocurre algo destinado a pasar a la historia, como es que se junten dos eventos muy relevantes en el espacio de un solo día.
Final de Fiba Europe Cup y cuartos de final de Europa League, Bilbao Basket y Athletic, negros y rojiblancos, Miribilla y San Mamés.

La capital vizcaina no es exactamente conocida como uno de esos lugares «que nunca duermen», pero ya se puede decir que lo que ha ocurrido entre el 16 y el 17 de abril de 2025 va a quedar en la memoria colectiva. Y no solamente porque ambos equipos hayan ganado...

Bilbo ha tenido que ofrecerse de la mejor manera posible tanto a hinchas deportivos como a turistas de Semana Santa que ni sabían de este carrusel

 

El concepto de «jugársela» puede ser exagerado, seguramente sí, pero el caso es que Bilbo ha tenido que saber ofrecerse de la mejor manera posible tanto a los aficionados deportivos como a los turistas totalmente ajenos a las competiciones, aquellos que simplemente habían elegido Euskal Herria como lugar de vacaciones de Semana Santa y se han topado con este carrusel.

Hemos estado a pie de calle en estas 27-28 horas, más o menos, previas incluidas, para ver desde cerca todo lo que ha pasado y reunir lo más llamativo.

Salónica no es Atenas

El primer detalle que se nota llegando a Miribilla a pocas horas del partido de baloncesto entre el Bilbao Basket y el Paok Salónica es la marea de gente subiendo al polideportivo desde todos los puntos posibles. Es algo que ocurre en los grandes eventos, los grandes conciertos por ejemplo. Hombres y mujeres repartiendo con sus cuadrillas las entradas compradas 2 ó 3 dias antes, y las escaleras normalmente desiertas convertidas en incesantes flujos negros.

Hinchas del Paok, el miércoles en Miribilla. (Aritz Loiola | Foku)

La ida de la final de Fiba Europe Cup va a ser el último partido en casa del Bilbao Basket en esta sorprendente cabalgada continental. La remontada ante el Dijon ha sido como quitarle el corcho al cava para estimular otra participación masiva, la retransmisión en directo por ETB no ha parado las ganas de baloncesto, las entradas se han agotado muy pronto. Pequeño detalle, no se ve a los griegos, normalmente muy conectados con sus equipos y este miércoles un poco desaparecidos.

Es verdad que ir a Miribilla significa literalmente «ir a Miribilla»; este no es un lugar de paso ni un enclave turístico, pero resulta que tampoco en el centro de Bilbo o en Alde Zaharra hemos encontrado a hinchas del Paok. Sí nos topamos, en cambio, con pasos de Semana Santa y puertas abiertas en las iglesias.

Ningún griego fuera del contexto de Miribilla esta tarde de miércoles, en que por ejemplo en Plaza Unamuno los hinchas del Glasgow Rangers ya van montando sus maratones alcohólicos y las televisiones pululan, tomando el pulso de una situación todavía muy calmada.

El miércoles en la Plaza Unamuno no hay griegos pero sí escoceses iniciando la maratón alcohólica; y en el restaurante de dos atenienses no saben gran cosa del Paok

 

Son 500 los seguidores del Paok, controlados por la Ertzaintza, así dicen las informaciones oficiales. Pero ¿dónde van los griegos cuando viajan a un evento deportivo? ¿Son como los italianos, fieles a la tradición de comer pizza igual en Dubai que en Rejkjavik? Se nos ocurre ir a uno de los mejores restaurantes griegos de Bilbo, que tiene hasta dos locales cercanos a Plaza Moyua. No hace falta dar nombre, está en todas las guías.

Nos recibe una gran bandera del Olympiakos. Para los vascos, casi un equipo de la familia, ahora con Mendilibar y antes con Valverde, ambos exitosos. Sin embargo hoy estamos con el baloncesto, con el Paok de Salonica, y por lo visto allí dentro nadie sabe que a pocos kilometros de distancia un equipo griego se está jugando, como el Bilbao Basket, media vida.

En el restaurante griego de Bilbo son medio de Olympiakos y nada de Paok. (A.R.)

Falta poco para el partido pero allí no conectan ETB-1, donde se va a emitir el encuentro. En la barra hablamos con la dueña, una señora que no sabe mucho sobre la final. Todas las mesas están reservadas, entran escoceses pidiendo informaciones (y unas birras), y solamente cuando le explicamos que juega el Paok contra el Bilbao Basket la mujer se da cuenta: «¡Ah! Efectivamente, a nuestro otro local hoy han venido a comer unos griegos».

Al final resulta que una cosa es Salónica y otra bien distinta Atenas, la ciudad de los dueños del restaurante. «Yo soy del Panathinaikos –admite la señora– y mi marido es del Olympiakos, tenemos un derbi en casa. Los hinchas de nuestros dos equipos se mueven en masa, eso es seguro; cada vez que tienen un partido de algo por aquí, en Bilbao o contra el Baskonia, vienen a nuestro restaurante». Pero nada del Paok, apunta: «Los de Salónica van a Atenas para buscar trabajo», añade, mientras comemos por supuesto una ensalada griega y pita.   

Lo que ocurre en Sonora se queda en Sonora

El foco de muchas preocupaciones, a nivel de seguridad, ha estado todavía más lejos, en la discoteca Sonora de Erandio. Los hinchas del Glasgow Rangers habían decidido alquilar el local, para tener un campo base o un área de apoyo quienes no tenían entradas para el partido (más de 1.500). La idea es crear una especie de fan zone alternativa, ruidosa, alejada de la ciudad y lo suficientemente grande para acoger a miles de aficionados.

25 libras para entrar con tres bebidas incluidas, maxi-pantallas para ver el partido en directo, un ambiente acostumbrado a grandes eventos... Caminando por esas salas todavía vacías y limpias, el almacen donde desbordan las bebidas alcohólicas, y los baños que no se parecen nada a otro gran éxito escocés (la peli ‘Trainspotting’), la sensación auténtica es la de la calma antes de la tempestad. Hasta la patrulla de la Ertzaintza que está allí tranquilamente, fuera del Sonora, hace intuir que pronto va a llegar la ola.

La despensa del Sonora, bien surtida antes de la avalancha. (A.R.)

El horario oficial de apertura de puertas son las 14.30 del jueves, pero ya a mediodía van acercándose a la discoteca algunos supporters del Rangers. Personas sueltas pero también familias enteras incluso. Con una de estas empezamos a hablar: el padre tatuado de arriba a abajo, la madre y el hijo calladitos y apartados. ‘Wegainawen’, ‘We are going to win’, ‘Vamos a ganar, 0-1’, sentencia el hombre con su perfecto acento escocés. «Somos duros, somos un gran equipo», asegura.

Se baja del Metro, se entra en la zona industrial de Erandio, y uno se puede quedar muy cómodamente allí, casi en entorno íntimo, con 4.000 litros de cerveza preparados para la batalla

 

Mientras tanto Diego, el dueño del Sonora, con su bigote elegante y una chaqueta amarilla, nos explica cómo piensa que se irán a desarrollar la noche y la mañana siguiente, hasta que a las 6 de la madrugada el evento acabe. «Nos esperamos en primer lugar unos 600-800 personas, pero claro después del partido, según como vaya la eliminatoria, podrán llegar otros tantos. De todas formas estamos acostumbrados a estos eventos», indica.

Resulta muy llamativa la ubicación «enjaulada» de esta discoteca, que durante los dos días de «invasión» escocesa podría hasta haber mutado de nombre a ‘Glasgow’ o ‘Ibrox Park’. Se baja del Metro, se entra en la zona industrial de Erandio, y uno se puede quedar muy cómodamente allí, muy aislado, casi en entorno íntimo, con los 4.000 litros de cerveza preparados para la batalla.

Durante el día la concentración de los hinchas se mantiene en los alrededores del Guggenheim. Se oye a los escoceces entonar sus himnos contra los católicos del Celtic: ‘Londonderry is my city’, por ejemplo, ‘Londonderry es mi ciudad’. De hecho estamos cerca de la Campa de los Ingleses, durante un rato convertida en campa.. de los escoceses.

Jóvenes, viejos, mujeres, familias... todo sigue muy tranquilo menos para los residentes, que para ir a San Mamés tienen que hacer un recorrido laberíntico si no quieren pasar por el pasillo creado para los hinchas del Glasgow Rangers. Nada del otro mundo, se puede sobrevivir. Y las tabernas abarrotadas, el día lo permite con su temperatura en torno a los 18-20 grados, un pálido sol como fondo.

Una situación bajo control

La verdad es que todo se desarrolla muy tranquilamente antes del partido, con alguna pequeña salvedad. Cierto es que la Plaza Moyua queda convertida en basurero a pocos minutos del partido, que los petardos explotan y molestan. Pero como ocurrió en el partido de ida, las dos hinchadas se respetan. Todo lo contrario de lo que ocurrió con la Roma, por ejemplo, que generó cierto terror en torno a San Mamés.

Nos topamos de nuevo con la carroza del día anterior, el paso de Semana Santa, y todo recuerda un tanto al inicio de ‘La dolce vita’ de Fellini

 

Mientras el centro se vacía durante el partido, y el Athletic sigue dominando el encuentro hasta el 2-0 final, a la altura de Iturribide nos topamos de nuevo con la misma carroza del día anterior, el paso de Semana Santa.

Y a todo esto, pasos de Semana Santa por las calles de Bilbo. (A.R.)

Unos 5-6 chavales van empujando, la mayoría con la camiseta del Athletic, hacia la rampa de la calle Prim. Mucha valentía, mucho compromiso mientras que los rojiblancos están todavía 1-0. Recuerda un tanto al aterrizaje de la estatua de Jesús al inicio de ‘La dolce vita’ de Federico Fellini.

 

La plaza Unamuno está entonces vacía, aunque persiste un intenso olor de cerveza, como si los visitantes se la hubiesen echado encima a modo de colonia. No hay nadie ni siquiera sentado en las escaleras de Mallona. Todos los bares dan el partido, en los ultramarinos se respira aburrimiento, sin clientes, que probablemente han adelantado las tareas por la tarde, incluidos los botellones.

Acaba el partido y efectivamente los escoceses van a ahogar sus penas en la discoteca Sonora. Al fin y al cabo, sin pagar un hotel (los precios han subido por las nubes en los últimos días hasta en las afueras de Bilbo) uno se puede tranquilamente permitir una noche de bebida, sin exagerar, y una siesta a cambio de 25 libras, es decir 20 euros. Y al día siguiente volver a Glasgow.

Parar será ya imposible en este «mes santo», hasta la final del 21 de mayo

 

La capital vizcaina también se puede relajar ahora, después de esta larguísima jornada. Del inicio del partido del Bilbao Basket hasta el final del partido del Athletic han transcurrido 27 horas. Dos encuentros y dos victorias, ojalá fuera siempre así. Dentro de un par de semanas van a llegar los hinchas del Manchester United, y en un mes habrá final de Europa League en San Mamés, quién sabe aún con qué rivales.

Parar será imposible en este «mes santo», prolongado más allá de la Semana Santa. Y nada de Última Cena, habrá por lo menos otra más.