Koldo Salinas - Peli Lekuona
Entrevista
Paco Pérez Lusarreta
Batallón Gernika

«Ordoki te daba su ropa para vestirte. Era una persona extraordinaria»

Paco Pérez Lusarreta (Jaurrieta, 1922 – Bera, 2018) fue miembro del Batallón Gernika y testigo de algunos de los episodios más duros del siglo XX. Esta entrevista es un resumen del testimonio que ofreció a la asociación Kepa Ordoki de Irun poco antes de morir y que hasta ahora no había visto la luz.

Paco Pérez Lusarreta fue miembro del Batallón Gernika.
Paco Pérez Lusarreta fue miembro del Batallón Gernika. (Alberto UNAMUNO | MARKINALDEKO AHAZTUEN OROIMENA 1936 ELKARTEA)

La infancia de Pérez Lusarreta estuvo marcada por la guerra y el exilio: huyó junto a su familia a Poitiers y, más tarde, a Barcelona, escapando del conflicto. A su regreso a Euskal Herria, en Irun, lo perdieron todo y fueron enviados a una fábrica vacía de Lasarte-Oria. Tras cumplir con el servicio militar, huyó cruzando la muga. Fue entonces cuando se unió al Batallón Gernika y le seleccionaron para los comandos de Rothschild. Finalizada la contienda, se hizo mugalari y fue detenido por Melitón Manzanas. Falleció en 2018 reclamando memoria.

¿Cómo pasó del servicio militar al Batallón Gernika?

Tenía una edad en la que podía elegir, como estaba escrito en los métodos de aquel ambiente fascista. Todavía podía reincorporarme otra vez. Tenía ya casi 19 años y pensé: «Con estos asquerosos, que hay que limpiarles las botas e ir de criado, que te dan dos sopapos...». Dije «me cago en diez» y me fui a Francia.

Allí me preocupé de buscar protección. Ya conocía un poco las cosas que se hablaban de Kepa Ordoki, estaban organizando en ese momento la Brigada Vasca en Pau. Llegué a la plaza del pueblo. Ahí estaba entonces el cuartel del Ejército francés. En cuanto nos saludamos con Ordoki, había un tal Inchausti, el capitán Inchausti, de Ormaiztegi. El mejor amigo que he tenido en mi vida.

Allí se estaba montando una guerrilla con una persona de Lasarte-Oria, un tal Vicuña. No sé si le suena. Era del Partido Comunista.

No lo sé. Esos no querían tener contacto. Eso ya se consideró el maqui: una cosa que, por su cuenta, con cuatro metralletas, querían liberar España. Lo más absurdo que podías oír en la vida.

Nosotros regresamos a una zona de Pau. Nos instalaron en un pueblecito cerca de Salies de Béarn. Después nos trasladaron a Sauveterre de Béarn, hacia la frontera. Allí estuvimos un tiempo. Enseguida nos hablaron de ir a reconquistar lo que los alemanes tenían en Pointe de Grave.

Empezaron a combatir allí...

Empezamos allí a perder gente. Murieron en pocos días cinco. Sabíamos, en cierto modo, manejar lo que tiraba muchos tiros; para nosotros lo más importante era tener una metralleta por los tiros. Y allí, no sé si valía eso. Era más una cuestión de minas y todo eso. Las minas esas fantásticas que, cuando pisabas el cable, salías a metro y medio de altura y soltaban cientos de balines. Arrasaban todo lo de alrededor. En eso andábamos.

«Para nosotros lo más importante era tener una metralleta. Y allí, no sé si valía»

¿Le enseñaron a retirar las minas?

Eso, los americanos. Lo único que te decían era que no llevásemos nunca una mina con el dedo en el gatillo, porque en un momento se suelta y te mata. Cuando llega el momento, hay que tirarla. Así murieron dos: Luis Iglesias y Antonio Mujika. Tenían la mina agarrada, que tiene una palanquilla, y cuando la sueltas, estás jodido. Después, los alemanes tenían mucho obús. Lo tiraban con artillería. Decíamos: «Ya empiezan los bramidos de la vaca».

Al final, fuimos hacia la punta. Nos encontramos con un blockhaus, porque pasamos a la arena de la playa. Íbamos todos en fila india. Y me decía: «Pero si hay cuatro puñeteros alemanes en un blockhaus de esos y con los medios que tienen nos dejan fritos a todos». Ocupamos el blockhaus grande, y no había allí más que alemanes muertos en la puerta. La aviación había intervenido.

¿Tenía mucha relación con Kepa Ordoki?

Sí, era una persona que valía. Se desprendía de su ropa para vestirte. Era una persona extraordinaria. ¡Qué bondad! Había muchos que estaban con la ropa un poco desaliñada o lo que sea. No sé de dónde la sacaba y te decía: «Te tienes que vestir así». Nos vistieron una vez de vietnamitas. Fíjate qué ropa. Para reírse.

Estuvimos un tiempo en Baiona y después, por lo visto, hubo algún entendimiento entre el Gobierno Vasco y él. Todavía teníamos que saldar una deuda, porque el ejército vasco tenía una porción de gente instruida –miembros del comando de Rothschild– capaz de ir al sitio que había que ir. Los americanos nos llevaron a París a un grupo. Iban eligiendo por corpulencia, altura y todo eso. Los profesores americanos se quedaron mirando. Cuando nos sometieron a pruebas de andar por el monte, el que hacía de profesor no pudo soportarlo. «Estos son unos bestias andando por el monte. Déjales que se pierdan por el monte y yo me quedo el último», decía.

«Todavía podía reincorporarme al servicio militar. Tenía ya casi 19 años y pensé: ‘Con estos asquerosos, que hay que limpiarles las botas e ir de criado, que te dan sopapos...’ Dije ‘me cago en diez’ y me fui a Francia»

¿Qué les enseñaban?

Te hacían conocer todas las armas más modernas que había entonces. Además, allí te pedían que supieras los medios de locomoción. Tenías que tener la noción de lo que era la moto, la bicicleta, el coche. Estaban pensando que saldría una guerrilla alemana en Alemania, pues igual había que ir a sofocar aquello. Tenías que conocer armas de los alemanes también. Había unas armas de cojones, ¡qué armas tenían! Lo único que saqué de todo ese ambiente es que le quité los prismáticos a un capitán alemán. Después se los mandé a mi padre.

En unas entrevistas recientes afirma que usted pasaba por la muga.

Andaba en el río como las anguilas. En invierno, bajando el río, ¡se me quedaban las manos! Pero llegaba a casa por la parte de atrás, subía, me mudaba si podía, calentaba un poco y vuelta.

«Melitón Manzanas me decía: ‘Eres el tío más cínico que he visto en mi vida’. No se me olvida. Yo les contestaba, sobre todo a él»

¿Quiénes pasaban con usted?

Cuando oía «este está en peligro de que le cojan» y haya tortura o lo maten a golpes o lo que sea, procuraba contactarle para que viniese conmigo y llevarlo al otro lado. Era un acto de humanidad. No tiene ni pizca de sentido machacar como a un sapo a una persona contraria. ¡Joder! Pues tienes que ayudarles. Y si me preguntaban por las pesetas, yo no he cobrado ni una peseta de nada de eso.

¿Les disparaban?

¡Joder que sí! Había un tal capitán Serrador que, a la sombra de cualquiera, te rociaba de palos. Serrador destacaba porque, si te cogía al lado del río, te mataba. A un tal Etxegarai le cogieron al lado de Alunda [Irun]. Había unas cañas, se escondió el pobre, le vieron y allí mismo le dieron el tiro.

Conoció a Melitón Manzanas, ¿verdad?

Me decía: «Eres el tío más cínico que he visto en mi vida». No se me olvida. Yo les contestaba, sobre todo a él.