«El teatro es un lugar de entretenimiento y de comunidad»
Un hombre de cuarenta y tantos años y su alter-ego, Barbie. Estos son los dos personajes que vemos en escena en la nueva obra de Javier Liñera y Ékoma Teatro. El espectador asiste a la necropsia que lleva a cabo el primero sobre su propio cuerpo. Su autor nos explica nos pormenores del montaje.

A través de la autonecropsia el protagonista irá desgranando cómo fue de niño, cómo vivió su adolescencia y madurez, de qué manera le influyeron los profesores, su padre, abuelos, amigos y demás figuras masculinas de su entorno. «Quería hablar de cómo se construyó en mí la masculinidad. No sabía cómo plasmarlo y empecé a escribir un dispositivo, una necropsia de la vida de un chico que tiene una edad parecida a la mía. Va revisando las distintas etapas de vida teniendo en cuenta sus decisiones, y cómo estas afectan a sus mayores. Cómo se va conformando esa masculinidad que en cierta medida tiene toxicidad. Y cómo se va revisitando eso», explica Javier Liñera (Bilbo, 1975)
¿Qué es lo peor que le puede pasar a un niño?, le preguntamos. «No hay solamente una razón, son muchas cositas las que te pueden pasar», indica el autor, cuya obra está atravesada por el tema de la identidad.
«El protagonista tiene cierta vulnerabilidad e ingenuidad. Cree que está por encima de la masculinidad, pero sabe que algo va mal. Es el prototipo de un chico conformado como cishetero. El personaje tiene mucha ternura y la obra está también trabajada desde ahí. Y Barbie es un poco más cañera, más guerrera», dice con una sonrisa.
Su padre, sus abuelos, sus profesores... todos ellos tienen presencia en la función. «La educación de los 90 era bastante dura y agresiva. Y los abuelos y padres del protagonista tenían esta cuestión autoritaria que se arrastraba desde la educación anterior... Cómo confluye todo esto y cómo lo va gestionando o no, porque a veces es imposible hacerlo. Y hay un momento en que Barbie rompe con todo ello», cuenta.
El planteamiento de Liñera va más allá del marco individual. Se ejecuta en dos planos. «Aparte de lo que le ocurre al personaje, alude a lo que pasa en ese momento en el mundo. Todo está íntimamente relacionado. En aquella época empezó a cambiar la idea del cuerpo a través de personas que empezaron a sufrir el VIH. El cuerpo empezaba a ser un elemento que marcaba el estatus de cada persona. Eso es a nivel macro y en lo micro se narra cómo influye todo esto en el cuerpo del chaval», dice.
«Hay un diálogo entre los personajes y el análisis lo hace la persona que está escuchando. Hay personajes que actúan y otras que escuchan y de alguna forma, entre todos, sacan conclusiones», explica.
Liñera señala que es con «la parte más tierna con la que conecta el público; muchas de las cosas que le pasan a él las ha vivido mucha gente».
La producción es fruto de la estrecha y prolongada colaboración entre Javier Liñera y el actor Aitor Pérez Collado, fundador de Ékoma Teatro. En escena veremos a este último nunto a Haizea Águila Mínguez.
Escenografía
La obra cuenta con la escenografía de ATX. «Les pedí un espacio agradable y cálido, donde los colores rosa, azul y blanco estuviesen presentes. El rosa y el azul reflejan el conflicto del que se está dando, el binarismo. Y quería que estuviesen también en la escenografía, no solo en el propio espacio. Se ve la habitación del niño, todo el espacio (paredes...) es de peluche, de color azul. Y la parte de Barbie es como si fuese su caja de color rosa, con diferentes cuerpos. Ella es parte de otros cuerpos».
Liñera entiende el teatro como «un lugar de entretenimiento y de comunidad, donde nos podemos encontrar y podemos ver preguntas. Creo que es un lugar donde te hacen reflexionar y te hacen sacudirte un poco».
El texto resultó ganador en los Premios Max Aub de de València en 2023. «Poniendo en escena a Barbie y una necropsia de un conejo, Javier Liñera utiliza el teatro no solo como arte final, sino como herramienta para azuzar, recordar, revolver, dignificar… Logra escenas crueles, pero no desagradables. Duras, pero recomendables. Y maravillosamente escritas y planteadas dramatúrgicamente» según el jurado. El espectáculo fue ganador de la convocatoria de 2024 para las ayudas a la coproducción escénica local de la Red Municipal de Teatros de Gasteiz. También ha sido coproducido por Muxikebarri –Centro de arte, cultura y congresos de Getxo– y subvencionado por el Departamento de Cultura de Lakua.
Para Liñera, las ayudas son «como si fuesen espaldarazos. Confían en nuestro trabajo, más allá de la ayuda econónica. Podemos ir un poco más tranquilos», afirma.
Cansancio
No es poco, en unos momentos que son «complicados a nivel de mercado», tal y como confiesa Liñera. «Hay compañías que cierran, veo a compañeros de profesión que están cansados. No es fácil. Yo también estoy cansado aunque merece la pena dedicarse a esto por la pulsión artística».
Ya que en su caso, personalmente, vive «un momento creativo bonito». «Ahora mismo, en cuanto a lo artístico, la escritura y la puesta en escena, estoy en un momento bueno, no tengo una crisis artística».
Por lo que respecta a las demandas dirigidas a las instituciones, reconoce que «primero deberíamos hacer un análisis de la situación y no estoy tan dentro como para poder hacerlo. Se están intentando cambiar las cosas desde las institucione... Estaría bien redactar un plan general de cultura, algo que traiga más estabilidad. Pero no sé cómo pedirlo... la precariedad está muy latente ahora mismo en la profesión», señala.
«No sé que pasará una vez que estrenemos y veamos cuántas funciones salen y que pase el cansancio de los ensayos. Ya te diré si puede merecer la pena o no enfrentarse a otro proyecto», agrega.
«Las asociaciones son los marcos donde pueden hablar con las instituciones para que se hagan análisis más profundos o llevar a cabo acciones más profundas. Ahí me pierdo. Me puedo quedar en quejas muy tópicas y creo que hay que ir más allá, a acciones más profundas que traigan un beneficio mayor», finaliza.

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