Ibai Azparren
Aktualitateko erredaktorea / Redactor de actualidad

Bohemians: fútbol, punk y protesta en el norte de Dublín

Los ‘Bohs’ combinan fútbol, música y lucha social. Con diseños que honran desde leyendas locales hasta causas globales como la de Palestina, este club irlandés mantiene vivo un espíritu irreverente y comprometido que trasciende los resultados.

La hinchada de los Bohs despliega una pancarta contra Israel.
La hinchada de los Bohs despliega una pancarta contra Israel. (BOHEMIAN F.C.)

Poco antes de ser detenida en aguas internacionales por las autoridades israelíes, comenzó a circular en redes una imagen de Greta Thunberg a bordo de la Global Sumud Flotilla que se dirigía a Gaza. De pie, en la proa de una de las 42 embarcaciones, la activista lucía una camiseta azul del Bohemian Football Club de Dublín, diseñada en colaboración con la banda Fontaines D.C. Meses antes, el guitarrista del grupo, Carlos O’Connell, había recibido un premio en la gala de Rolling Stone al grito de ‘¡Palestina libre, que le jodan a Netanyahu y al sionismo!’. En esa imagen con el mar Mediterráneo de fondo se entrelazaban la figura de una de las voces más visibles del ambientalismo global y la de una banda punk en ascenso, unidas por el hilo de un club de fútbol irlandés, pequeño pero ferozmente comprometido, que todavía cree que el deporte puede tener algo que decir frente a tanta indiferencia.

El Bohemian FC, popularmente conocido como ‘The Bohemians’ o ‘Bohs’, es uno de los clubes más antiguos de Irlanda, fundado en 1890, aunque hace ya tiempo que su historia desbordó la frontera de Phibsborough, barrio al norte de Dublín donde sigue estando su casa. Allí, en el Dalymount Park, su estadio de siempre, una mujer con kufiya comparte espacio en un mural junto a las banderas palestina e irlandesa, en las esquinas ondean los colores del movimiento LGTBI y sobre una de las gradas un cartel da la bienvenida a los aficionados: ‘Ama el fútbol, odia al racismo’.

Greta Thunberg, a bordo de la Flotilla con la camiseta del Bohemians. (BOHEMIAN F.C.)

Estos valores antifascistas están profundamente arraigados en el ADN del club, cuyo equipo masculino lucha hoy por los primeros puestos de la liga irlandesa, mientras el femenino se mantiene en mitad de tabla. Más allá de la grada, el club ha sabido trasladar su mensaje a camisetas que no solo comunican con fuerza, sino que se han convertido en prendas que cualquiera querría llevar.

Algunas equipaciones se inspiran en elementos tan cotidianos como el patrón de los asientos de los autobuses públicos de Dublín o el rostro de Phil Lynott, emblemático líder de Thin Lizzy. Otras, en cambio, llevan mensajes más explícitos, como la bandera palestina o el lema ‘Bienvenidos, refugiados’. También hay diseños que rinden homenaje a la célebre cerveza Guinness, parte del patrimonio cultural irlandés y combustible habitual de los más de 2.500 socios que, cada fin de semana, se abrigan para ver a los Bohs bajo el frío de las noches dublinesas.

«La que más me gusta es la de Fontaines», suelta sin rodeos Daniel Lambert, director de operaciones del Bohemian FC y también manager de la banda irlandesa Kneecap. Dice, como Thunberg, ser fan tanto del grupo como de la camiseta que crearon junto al club, fruto de una colaboración nacida a escasos metros del estadio, donde ensayaba la banda, y con la que lograron recaudar fondos para personas sin hogar. «Hay que ser conscientes de los problemas reales a los que se enfrenta la gente. No podemos arreglarlo todo, ni siquiera uno de estos problemas por nuestra cuenta, pero al menos podemos ponerlos de relieve, trabajar con la gente, ser una organización progresista. No somos solo un club», remarca.

Partido del equipo femenino en Dalymount Park. (BOHEMIAN F.C.)

Un tigre de papel¡

Según recuerda Lambert, Bohemians es una cooperativa de aficionados y, por tanto, un rechazo práctico al modelo capitalista que domina el fútbol contemporáneo. No hay accionistas, ni fondos de inversión, ni promesas vacías de títulos; hay socios, voluntarios y decisiones colectivas. «Nuestro modelo puede parecer más difícil, pero en realidad es nuestra fortaleza», señala. «Nos obliga a ser sostenibles, y conscientes de la sociedad en la que vivimos».

Para él, esos siempre han sido los valores del club, aunque se desdibujaron durante los años del llamado ‘Tigre Celta’, aquella etapa de crecimiento macroeconómico desmedido que no benefició a todos por igual. Bohemians tampoco salió ileso; llegó a estar al borde dl descenso y de la desaparición. «Acumulamos grandes deudas, pero afortunadamente sobrevivimos», recuerda Lambert.

Hoy, el club irlandés vive un momento de solidez. La demanda de camisetas, tanto de modelos nuevos como de ediciones pasadas, no deja de crecer, y sigue fiel a una estructura sencilla pero poco habitual en el fútbol moderno. «No tenemos un director general. Las decisiones ejecutivas las toma la junta directiva, formada por voluntarios elegidos por nuestros propios socios. Eso nos obliga más que a la mayoría de los clubes a actuar en su interés y a mantener una comunicación transparente», explica el director de operaciones.

La grada de los Bohs lanzan un mensaje crítico contra el fútbol moderno.

Ese mismo compromiso con la comunidad guía los planes de futuro del club. El Bohemian F.C. se prepara para la reconstrucción total de Dailymount Park, su estadio histórico. Aunque aún juegan allí, las obras ya han comenzado y duplicarán su capacidad, pasando de 4.500 a unos 8.000 asientos. A pesar del coste y la complejidad del proyecto, lo esencial, insiste Lambert, es permanecer en Phibsborough. «Llevamos 135 años aquí. No se trata solo de construir un estadio nuevo, sino de seguir en nuestro barrio», remarca.

De Bob Marley a los hermanos Gallagher

Antes finalizar el nuevo estadio, sin embargo, tendrán que abandonar temporalmente un lugar que no solo ha sido casa del fútbol, sino también escenario de conciertos legendarios: Bob Marley, Thin Lizzy, The Police. De hecho, el icónico rastafari jamaicano forma ya parte de la iconografía del club, que incluso le ha dedicado una equipación inspirada en su paso por Dalymount, convertida ya en pieza de culto por los aficionados.

La música no es un simple adorno en el Bohemians, sino una parte esencial de su idiosincrasia. Hoy sigue habiendo bares con DJ, actuaciones locales y vinilos girando en las cantinas del estadio. «El fútbol se parece mucho a la música», reflexiona Lambert. «Ambos crean una conexión emocional, una experiencia colectiva y la capacidad de unir a las personas. Ir a un concierto es muy parecido a ir a un partido: duran lo mismo, hay momentos de euforia y otros de distintas emociones», detalla.

En ese espíritu se han sumado colaboraciones con artistas de todo tipo, incluida una con Oasis, cuyos hermanos Liam y Noel Gallagher, de raíces irlandesas, cedieron su imagen para una edición especial de camisetas que financió proyectos solidarios en Dublín y Manchester.

Como manager de Kneecap, el trío de rap en gaélico que ha desafiado al establishment británico e irlandés con su mezcla de provocación, humor y conciencia de clase, Bohemians funciona como un espejo de Dublín y Belfast: rebelde, comunitario, incómodo. «Creo que las opiniones de Fontaines D.C. y las de Kneecap son similares a las del club sobre los inmigrantes, sobre Palestina, sobre la necesidad de crear una sociedad mejor en Irlanda», explicaba Lambert.

Equipación del Bohemiasn dedicada a Palestina. (BOHEMIAN F.C.)

«Seguimos siendo un club pequeño y hay cosas que mejorar», indica. «Pero lo que nos ha dado fuerza es la idea de que un club puede representar algo más que fútbol. No todo el mundo tiene que estar de acuerdo, pero si la mayoría de socios lo acepta, eso define al club. En un mundo lleno de mensajes tóxicos, como los de Andrew Tate, el fútbol sigue siendo un refugio para los jóvenes. Si aquí encuentran algo positivo, eso puede marcar la diferencia en cómo ven la vida».

Sin la presión ni el ritmo de un club millonario, el Bohemians desafía la lógica habitual del fútbol, y va ganando por desgaste. Mantienen viva la fe en la cooperativa y en su barrio, con un fuerte sentido de comunidad. Lambert lo explica sin épica ni marketing, como quien dice lo evidente: «Si vas a apoyar a un club durante 50 o 60 años, creo que prefieres formar parte de algo real antes que ser solo un cliente».