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Las vecinas pacifistas de Benjamin Netanyahu

Un grupo de mujeres se ha instalado en una tienda de campaña frente a la residencia oficial que el primer ministro de Israel tiene en Jerusalén, para recordar la ofensiva militar de hace un año contra Gaza y presionarle para que retome el diálogo con la ANP.


A iniciativa de la organización Mujeres por la Paz (Women Wage Peace), una treintena de activistas dio comienzo el pasado 8 de julio, en una carpa instalada frente a la residencia del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en Jerusalén, a un ayuno rotatorio que uno o dos días que se prolongará hasta el 26 de agosto. Ambas fechas no han sido elegidas al azar, sino que coinciden con el inicio y el fin –50 días– de la ininterrumpida campaña bombardeos que el pasado verano llevó a cabo Israel sobre la Franja de Gaza en el marco de la Operación Margen Protector, cuyo pretexto era atacar al Movimiento de Resistencia Islámico (Hamas).

Sentadas en colchones, rodeadas de pancartas y con carteles que rezan que anuncian «El ayuno», estas mujeres, entre las que se encuentran judías, musulmanas, cristianas y laicas, pretenden presionar a Netanyahu para que retome las negociaciones de paz con los palestinos y evite así una nueva ofensiva militar como la que el verano de 2014 causó la muerte de 2.251 palestinos (la mayoría civiles y 538 de ellos menores de edad) y en la que murieron seis civiles y 67 soldados de Israel.

En total, en el ayuno participarán unas 300 mujeres procedentes de Jerusalén, Tel Aviv, Jaffa y Eilat, entre otras ciudades, que se van turnando por periodos de entre 24 y 50 horas, todas ellas con el mismo sentimiento pacifista. Con esta reivindicación han logrado captar la atención de los principales medios de comunicación israelíes en los que estas activistas han explicado que su iniciativa «requiere hacer sacrificios y firmeza, al igual que las negociaciones de paz».

En este sentido, critican que desde la última ofensiva contra Gaza no ha habido ni un solo movimiento por parte del Gobierno israelí para avanzar en la consecución de un acuerdo con los palestinos.

Por esta razón, han decidido presionar al Ejecutivo para que abandone su obsesión belicista y opte por sentarse en una mesa, de forma que cada mañana lo primero que vea Netanyahu nada más salir de su residencia sea a estas nuevas vecinas que no están dispuestas a abandonar su causa. Previamente, le enviaron una carta en la que le anunciaron que se iban a instalar frente a su vivienda, al tiempo que le invitaban a buscar y conseguir una «solución política» al conflicto entre Israel y Palestina, con el fin de «evitar la próxima guerra».

Esta organización, que cuenta con unas 7.000 simpatizantes, remitió una misiva similar a todos los miembros de la Knesset (Parlamento), mientras intentaban hacer llegar otra carta junto a un ramo de flores a la esposa de Netanyahu, lo que impidieron los encargados de la seguridad de la residencia del primer ministro.

El germen de este movimiento surgió, precisamente, hace un año, tras la muerte de tres adolescentes israelíes, que fue el pretexto empleado para desencadenar la operación militar contra Gaza. La madre de uno estos jóvenes, Racheli Frenkel, mostró sus condolencias a la de Muhammed Abu Khdeir, el adolescente palestino torturado y quemado vivo por colonos en venganza por la muerte de los tres jóvenes.

La presión de las mujeres

En un clima de tensión, ambas madres unieron su voz en contra de la violencia, lo que originó el citado movimiento de mujeres, procedentes de todas las religiones y tendencias políticas. Su fin era, y sigue siendo, despertar una conciencia colectiva a favor de la paz y del diálogo entre israelíes y palestinos para evitar más derramamiento de sangre, que, a su juicio, solo ha conducido a un incremento del odio entre ambas partes.

No es la primera vez que las mujeres se unen en Israel para ejercer presión sobre el Gobierno, y Netanyahu lo sabe muy bien. La última vez él era un joven primer ministro inmerso en otra guerra, en aquella ocasión en Líbano contra Hizbulah. Era 1997 cuando las madres de cuatro soldados crearon la organización Four Mothers, después de que sus hijos murieran junto a otros 69 militares israelíes tras chocar dos helicópteros que se dirigían a los territorios ocupados del sur de Líbano. Aquellas mujeres iniciaron una fuerte presión, que se contagió entre la población de Israel, para que el Ejército se retirase de la zona de seguridad en el sur de Líbano, algo que finalmente consiguieron en el año 2000, tras 22 años de ocupación, con Ehud Barak como primer ministro.

Después de este logro alcanzado hace 15 años, las mujeres no tiran la toalla y esperan que esta vez sí Netanyahu escuche sus demandas. «La paz no es una utopía, sino la base necesaria para la vida de los dos pueblos», reza uno de los principios fundacionales de Women Wage Peace, que incide en que «hay que luchar por una realidad nueva y diferente en Oriente Medio, porque tenemos que salir de la espiral de la última ronda de violencia».

En busca de este objetivo, este movimiento trató incluso de influir en las pasadas elecciones legislativas de Israel. Pocos días antes de los comicios, el 5 de marzo, organizó un acto que reunió a 3.000 mujeres llegadas de todo el país que rodearon la Knesset para exigir un acuerdo de paz entre israelíes y palestinos.

De momento, las iniciativas de esta organización no han tenido ningún efecto sobre Netanyahu, más preocupado ahora mismo en paralizar el acuerdo nuclear con Irán que en retomar el diálogo con la Autoridad Palestina (ANP), bloqueado desde el 29 de abril de 2014, cuando acabó el plazo de las negociaciones impulsadas por EEUU.