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La sonrisa del diablo

[Crítica: ‘El ángel’]

Koldo Landaluze

Tomando como referencia las andanzas de Carlos Robledo Puch, un personaje extraído de la crónica negra argentina que cometió más de cuarenta robos y once homicidios, el cineasta Luis Ortega ha compuesto un sobrecogedor thriller dramático gobernado por completo por el precoz Lorenzo Ferro, el cual no ha desaprovechado la ocasión para lucirse en el papel de un personaje seductor y siniestro que tras su fachada angelical ocultaba un monstruo temible.

Mediante un estilo que coquetea con el cine de Scorsese y Tarantino, Ferro aplica al conjunto un oportuno toque de serial folletinesco que se amolda a la perfección a la compleja personalidad de un delincuente que alternaba la sonrisa cándida y la implacable gelidez de quien esgrime un soplete para provocar dolor. Bien elaborado e interpretado, el filme nos va advirtiendo poco a poco de las sicopatías criminales de Carlitos que, a la edad de diecisiete años encuentra en el robo la coartada perfecta para dar rienda libre a su otro yo, el criminal carente de escrúpulos.

En su empeño por no rodar un simple retrato de asesino en serie, lo que Ortega nos propone es un arriesgado baile sobre el filo de una navaja y se siente tan seguro manejando sus piezas que no duda en buscar la risa macabra y el sarcasmo mediante diálogos, gestos, miradas y acciones que en momento alguno pretende juzgar al protagonista.

Enmarcada en los setenta y espoleada por una vibrante banda sonora que incluye temas como ‘Corazón contento’ de Palito Ortega –padre del cineasta–, ‘El ángel’ es un vibrante thriller que provocará en muchos espectadores cierto malestar debido a su desarmante y desafiante frivolidad.