Partido de vuelta
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Las elecciones autonómicas del 25 de setiembre de 2016 no acabaron el 25 de setiembre de 2016. De hecho, los análisis realizados aquella noche, que hablaban de un PNV «con todos los ases en la manga» para sacar adelante la legislatura, no tardaron en quedarse obsoletos. Concretamente, cinco días. Ocurrió cuando los jeltzales perdieron un escaño en favor de EH Bildu tras subsanarse algunos errores detectados en el recuento en algunas localidades vizcainas.
«A veces pasa», indicaron aquel 30 de setiembre fuentes de Sabin Etxea, tras perder no solo un acta de parlamentario sino la mayoría absoluta con el PSE.
La confirmación del vuelco, que varios compañeros recibimos en la terraza del Bodegón Gorbea de Gasteiz, donde nos habíamos juntado para seguir las noticias que llegaban desde Bilbo –ya nos olíamos algo, la verdad– produjo la sensación de que se abrían oportunidades que iban a estar cegadas en caso de confirmarse la mayoría parlamentaria de los partidos de Andoni Ortuzar e Idoia Mendia. Nos quedamos a la expectativa, que no era poco.
Por su parte, aquel gol en tiempo de descuento fue recibido con alborozo por EH Bildu, que de inmediato emplazó al PNV y a Elkarrekin Podemos a articular «acuerdos de país».
No hace falta recordar que en estos años no ha habido nada de eso. Convencido de que aquello fue un error subsanable, el PNV se ha pasado toda la legislatura aguardando el partido de vuelta. Con una producción legislativa bajo mínimos y sacando los presupuestos de aquella forma y cuando ha podido, con el PP y con Elkarrekin Podemos, pero no –¡vade retro!– con EH Bildu.
Al partido centenario estos años se le han hecho largos, y ahora busca revancha.
Si la coalición de gobierno supera o alcanza los 38 escaños le aguardan cuatro años de tranquilidad; a los cronistas parlamentarios, cuatro años de aburrimiento; y a esta parte del país, quizá cuatro años de languidez.
Pero si no llegan a esa cifra, la cosa se pone entretenida. El PNV no puede permitirse otros cuatro años en el alambre; Carlos Iturgaiz y Miren Gorrotxategi no parecen tan maleables como Alfonso Alonso y Lander Martínez; Idoia Mendia se podría replantear si le merece ser Duran i Lleida; y EH Bildu puede hacer lo mismo que hace cuatro años, plantear acuerdos de país, pero con mejores cartas y yendo de mano.
Las encuestas dicen que lo tienen hecho, pero el voto no solo es intransferible, también es caprichoso. La participación y la capacidad de movilización de cada fuerza serán determinantes.
Quién sabe, quizá en vez de revancha haya remontada; no está el año 2020 como para fiarse de previsiones.