El traslado de Iceta a Burgos inicia la renovación del episcopado vasco
La Santa Sede ha informado hoy al mediodía del nombramiento de Mario Iceta como arzobispo de Burgos. El «ascenso» del hasta ahora obispo de Bilbo augura el esperado un cambio de rumbo en el episcopado, donde se aventura que Juan Carlos Elizalde y Joseba Segura serán claves en un proceso aún incierto de cohesión de la Iglesia vasca mientras se aleja a José Ignacio Munilla de Donostia y se aguarda a la renuncia de Francisco Pérez en Iruñea.
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Francisco comienza a mover ficha después de recibir hace unas semanas en Roma a los cardenales Juan José Omella y Carlos Osoro, arzobispos de Barcelona y Madrid, respectivamente. Ambos son los hombres de confianza de Bergoglio en el episcopado, a quienes se atribuye el diagnóstico que puede tener el jesuita argentino de la Iglesia española.
Al poco de que arrancase su papado, los católicos vascos siempre tuvieron puestas muchas esperanzas en él, aunque la espera se ha dilatado ante los retos que ha tenido que afrontar el sucesor de San Pedro en la propia curia vaticana.
Tres han sido los nombramientos hechos públicos hoy por el Vaticano, que presagian un auténtico baile de báculos en la península. Ese movimiento, a la vista de los detalles que se escapan de los mentideros eclesiásticos, afectará al dibujo que hizo Rouco Varela como ariete de los sectores ultraconservadores. Mario Iceta será a partir del 5 de diciembre el nuevo arzobispo de Burgos, en sustitución de Fidel Herráez, que presentó su renuncia al Papa al cumplir 75 años. El prelado de Calahorra y La Calzada-Logroño, Carlos Escribano, ocupará el palacio arzobispal de Zaragoza, mientras Omella logra que Javier Vilanova, rector del seminario interdiocesano de Catalunya, pase a ser nuevo obispo auxiliar de Barcelona.
Desde la llegada de Iceta a Bilbo, en 2008, para suceder a Ricardo Blázquez, se apuntó que estaba llamado a ocupar un puesto relevante en el episcopado que aún giraba en torno a Rouco Varela. Doce años, dos como auxiliar, en los que el gernikarra ha adquirido ese peso que se le aventuraba en la cúspide de la Iglesia española, pero no ha sido capaz de cohesionar como pastor a la de Bizkaia.
Pide perdón
En su mensaje al comunicar que el 5 de diciembre iniciará la «etapa castellana», ha pedido perdón por las veces en las que no ha estado «a la altura de lo que os merecíais». Iceta ha situado a personas de su perfil neoconservador pero ha ignorado los mensajes de la comunidad diocesana, que tenía puestas sus esperanzas en la llegada de Joseba Segura, obispo auxiliar desde abril de 2019. En 2013, por ejemplo, el nuevo arzobispo burgalés vetó el mensaje de reconciliación, con referencia a presos y torturados, redactado para la Marcha por la Paz de Ziortza.
Segura, un referente de la Iglesia de Bizkaia, aseguró en una entrevista a NAIZ, que no había dos realidades «sino un abanico de sensibilidades que conviven». Tras la marcha de Iceta, queda por conocer si quien fuera párroco en Otxarkoaga se queda definitivamente o Roma lo prefiere en Donostia, para hacer desaparecer la profundísima sima excavada por Munilla y su cohorte. No pasará mucho tiempo hasta que se despeje esta incógnita.
En esa operación jugaría también protagonismo el prelado de Gasteiz, Juan Carlos Elizalde, volcado en el trabajo con los migrantes. El de Mezkiritz nombró en julio a una mujer laica para dirigir el área de Migraciones y Refugiados, un gesto trascendente. Lo cierto es que la Santa Sede nunca ha tenido en cuenta a la mayoría de la Iglesia vasca para tomar este tipo de decisiones, como sucedió con el nombramiento en enero de 2016 del sacerdote navarro como sucesor de Miguel Asurmendi.
Siempre que se produce un relevo en la cúpula eclesial vasca, se apunta al traslado de José Ignacio Munilla de Donostia, donde lleva 11 años de episcopado tormentoso. Ahora, avanzan algunas fuentes, se le sitúa en Zamora, con lo que volvería a tierras castellanas, donde emprendió en 2006 su carrera como prelado, a los 44 años, en Palencia. En marzo, en pleno confinamiento, tuvo que pedir perdón por incumplir el estado de alarma.
Desde la comunidad diocesana, enfrentada a él, se le ha acusado en los últimos años, de haberse embarcado en el «negocio hotelero». Mucho tendrá que bregar el sustituto, ya que sus opositores le acusaron hace dos años de «descomponer» la diócesis con su organización.