«La sociedad cachemir está dividida, para alegría de India y Pakistán»
Nyla Khan nació en 1972 en Delhi, aunque creció en Srinagar, la capital de la Cachemira ocupada por India, y desde 1998 reside en EEUU. Autora de cinco libros sobre esta región en disputa, esta profesora en Oklahoma es nieta del histórico político cachemir sheikh Mohammad Abdullah (1905-1982).
Varias guerras, decenas de conatos bélicos, escaramuzas constantes, decenas de miles de muertos. El de Cachemira es un conflicto congelado que resurge cada cierto tiempo. En abril, un atentado en la idílica localidad de Pahalgam contra 26 personas, la mayoría turistas indios, desencadenó casi tres semanas de crisis entre India y Pakistán que resultaron en los mayores bombardeos entre ambas naciones desde la guerra de 1971. Por suerte, y tal vez porque la confrontación total no es opción entre dos potencias nucleares, se llegó a un alto el fuego.
Nyla Khan mira al pasado para explicar el presente y repasa la contribución de su abuelo, el sheikh Mohammad Abdullah, sin olvidar a las personas anónimas atrapadas en una disputa iniciada con la Partición de India y Pakistán en 1947.
«En la Cachemira contemporánea veo a los jóvenes desmoralizados porque sienten que no tienen voz, que su voto no tiene valor. En 1953, mi abuelo fue derrocado antidemocráticamente; en 1984, mi tío Farooq Abdullah fue derrocado de manera antidemocrática; en 1989 resurgió el movimiento separatista, y no nos ayudó la respuesta de las organizaciones militantes que recibieron ayuda de Pakistán y que hicieron lo posible por islamizar a nuestros jóvenes», resume Khan, que lamenta que Delhi revocara el estatus semiautonómico de Cachemira en 2019. «En el presente, nuestras instituciones son disfuncionales, no hay rendición de cuentas, y la sociedad se contenta con sobrevivir».
Su abuelo era un recitador del Corán. Por eso, entre otras razones, le llamaban «sheikh». Al mismo tiempo, el grupo político que dirigía, la Conferencia Nacional, tenía influencias socialistas y marxistas. Síntesis interesante...
Su ascenso comenzó en la década de 1930. Entonces Jammu y Cachemira era un principado gobernado por un monarca hindú en el que los musulmanes eran campesinos sin tierras. Eran, en su mayoría, tratados como sirvientes: no tenían derechos políticos, laborales o económicos. Si hubiéramos seguido el razonamiento de la Partición, teniendo en cuenta que Cachemira es la única región de mayoría musulmana de India, la sociedad habría elegido entonces unirse a Pakistán. Pero mi abuelo y otros líderes optaron por India: existían similitudes ideológicas con el Congreso Nacional Indio de Nehru, que apoyaba a los movimientos democráticos. Le hablo de los musulmanes del valle de Cachemira: los musulmanes de Jammu siempre prefirieron Pakistán. Por lo tanto, había una división socioeconómica y política entre los musulmanes de Cachemira y los de Jammu, y mi abuelo pensaba que necesitábamos reformas socioeconómicas imposibles en un Pakistán gobernado por señores feudales.
Cachemira aceptó unirse a India. El acuerdo entre Nehru y su abuelo estipulaba que se organizaría una consulta de autodeterminación cuando se dieran las condiciones.
Así es. En 1951, mi abuelo dirigió la reforma agraria y posibilitó la creación de una nueva clase media y el acceso a la educación. Cuando firmó el proyecto de ley no solo empoderó a 700.000 campesinos sin tierras en el valle de Cachemira; también lo hizo con los hindúes de castas inferiores de Jammu y con los budistas de Ladakh.
La reforma radical enojó a los terratenientes, que tenían su lobby en Nueva Delhi. El Congreso Nacional Indio siempre había apaciguado a los elementos de la derecha en India y fue exactamente lo que hizo en 1953, cuando derrocó el gobierno democrático de mi abuelo y le arrestó (hasta 1964, para posteriormente no permitirle concurrir a las elecciones hasta 1977).
¿Por qué tras su abuelo ha sido imposible encontrar a otro líder en Cachemira?
Mientras mi abuelo estuvo preso, los políticos que le reemplazaron, Bakshi Ghulam Mohammad y Ghulam Muhammad Sadiq, fueron colocados por el Gobierno de India. Y fue durante estos regímenes cuando Delhi empezó a socavar el estatus semiautónomo reconocido en el artículo 370 de la Constitución.
Una vez que mi abuelo falleció en 1982, India se encontró en una posición de fuerza para minar nuestra autonomía e implementar leyes hasta convertirnos en 2019 en otro estado más de la unión territorial de India. Además, a mi abuelo le sucedió mi tío materno, Farooq Abdullah, que terminó enfrentado con el marido de mi tía materna, Ghulam Mohammad Shah.
En 1984, el Gobierno de Abdullah fue derrocado por Shah, que se convirtió en primer ministro con el apoyo del Congreso Nacional Indio de Indira Gandhi.
Tras el auge de la insurgencia en los años 90, el conflicto parece centrarse en la disputa entre India y Pakistán, que siempre persiguieron radicalizar las posiciones para que así quedaran en segundo plano las demandas de la sociedad. En la actualidad, ¿hablamos de un conflicto entre estados o de una lucha social?
La sociedad está dividida ideológica y políticamente, y ese ha sido el gran éxito de Pakistán y de India. La sociedad no es la misma, y nuestros jóvenes no tienen héroes que apoyar, sino villanos de los que huir. En este proceso ha influido la proliferación de organizaciones panhindúes; la Administración Reagan, que empleó a talibanes para contrarrestar el comunismo y que luego fueron enviados a Cachemira; y Zia ul-Haq [dictador de Pakistán entre 1978 y 1988], que fomentó el elemento yihadista en su islamización de la sociedad paquistaní. Este conflicto es también geopolítica.
Si comparamos a las nuevas generaciones cachemires con la suya, ¿ha cambiado la identidad del pueblo?
Sí. Fui a una de las escuelas privadas católicas para niñas en Srinagar, así que mis primeros educadores, después de mis padres, fueron monjas irlandesas. En la escuela estuve expuesta a la cultura católica, mientras que en mi casa viví el credo islámico y las costumbres de Cachemira. Esta educación me enseñó a celebrar la diversidad. En las décadas de los 70 y 80, muy pocas niñas usaban el hiyab, y a mis padres les parecía bien que fuera a la capilla cristiana. Éramos una sociedad segura, teníamos identidades seguras, y la gente no sentía que sus hijos perderían su identidad islámica por acudir a una escuela cristiana. Ahora, no somos un pueblo seguro de nuestra identidad.
Uno de los desencadenantes del cambio identitario fue el éxodo de 100.000 hindúes pandits de Cachemira.
El movimiento separatista que surgió en 1989 rápidamente tornó en enfrentamientos comunales, y los pandits fueron atacados. También fueron atacados musulmanes de Cachemira, pero como la comunidad pandit era pequeña (el 2%), y había una cultura de inseguridad, el resultado final fue el éxodo pandit. Yo fui a la escuela con pandits, sikhs, budistas y cristianas, pero ahora las niñas crecen en una sociedad homogénea.
En 2019, India abrogó la autonomía de Cachemira y reprimió a opositores y defensores de derechos humanos. ¿Cómo valora los años que precedieron al último enfrentamiento entre India y Pakistán?
La paz se ha mantenido debido a la militarización. Después de que se revocara el artículo 370 en 2019, los políticos fueron puestos bajo arresto domiciliario, desaparecieron organizaciones separatistas como Hurriyat y fueron relegadas a un segundo plano las principales organizaciones políticas, la Conferencia Nacional y el Partido Democrático del Pueblo. Las organizaciones separatistas llamaron al cierre de las instituciones y los comercios para paralizar la vida, y lo consiguieron, pero en los últimos tres años, el cambio ha sido la regularidad con la que han funcionado las instituciones, controladas por un vicegobernador elegido por [el primer ministro] Modi.
Por lo tanto, esta normalidad resulta de un pueblo silenciado: entre 2019 y 2024 no ha habido un gobierno civil elegido democráticamente en las urnas en Cachemira. En las elecciones del año pasado, la Conferencia Nacional obtuvo una victoria aplastante y erradicó en el valle [de Cachemira] al Bharatiya Janata Party (BJP) de Modi, que en cambio lo hizo muy bien en Jammu. Así, el resultado electoral ha mostrado líneas comunales y religiosas muy marcadas. Además, si no se restablece nuestra autonomía, el Gobierno de Cachemira no tendrá poder suficiente para adoptar medidas propias, y es importante recordar que el (opositor principal) Congreso Nacional Indio no ha protestado por la revocación del artículo 370 y sigue la misma línea del BJP.
Atraídos por la sensación de normalidad y seguridad que había querido transmitir Narendra Modi, en los últimos años los turistas indios estaban batiendo récords de visitas al valle de Cachemira. ¿Qué opina del ataque armado de abril pasado?
Mi región natal, Cachemira, es un foco de tensión nuclear, y la guerra no es una opción. Las personas y sus historias quedan excluidas por las narrativas polarizantes de India y Pakistán y las voces con cordura son convenientemente ignoradas y reprimidas. El anuncio de un alto el fuego fue un alivio, pero este ataque ha dañado al pueblo tanto emocional como económicamente. Los meses de mayo, junio y julio son los de la temporada turística en el valle y, después del atentado, huyeron 17.000 turistas, por lo que el ciclo de pobreza continúa perpetuándose para castigar a la gente común. Además del éxodo de turistas, aumentó la presencia de fuerzas de seguridad, y los estudiantes cachemires en India sufrieron una tremenda sensación de inseguridad y tuvieron que regresar, por lo que sus carreras educativas han quedado suspendidas.
En 2020, China e India protagonizaron escaramuzas por una zona territorial en disputa. Al mismo tiempo, China es el principal aliado económico y militar de Pakistán. ¿Cómo está cambiando China la geopolítica de este conflicto?
China ha invertido miles de millones de dólares en Pakistán en la Nueva Ruta de la Seda, y quiere mantener el statu-quo en Pakistán, incluidas las regiones del norte que fueron parte de Cachemira antes de 1947, y, lógicamente, el avance de movimientos separatistas en Baluchistán y en las regiones del norte perjudicaría a los intereses de China. Al mismo tiempo, la alianza entre China y Pakistán es un factor disuasorio para India: los tres países son potencias nucleares, por lo que India tendrá que pensárselo dos veces antes de declarar una guerra, porque China podría tomar represalias.