Periodista

La indignación con Modi une a chiíes y budistas en Ladakh

Después de décadas de desconfianza mutua, las dos principales comunidades de Ladakh luchan unidas para implementar un programa de cuatros puntos con el que recuperar derechos perdidos tras la abrogación del artículo 370 de la Constitución que terminó con la autonomía de Jammu y Cachemira.

Chering Dorjay es presidente de la Asociación Budista de Ladakh y vicepresidente del Apex Body Lehl. En la otra página, Palacio de la ciudad de Leh. M. F. I.
Chering Dorjay es presidente de la Asociación Budista de Ladakh y vicepresidente del Apex Body Lehl. En la otra página, Palacio de la ciudad de Leh. M. F. I.

Agosto de 2019. El Gobierno de India abroga el artículo 370 de la Constitución que reconoce el estatus autonómico de Jammu y Cachemira y, además, extirpa la región de Ladakh. Las dos entidades, divididas, pasan a ser parte de la unión territorial de India en octubre de ese mismo año. En Ladakh, dos comunidades muestran posiciones encontradas ante este cambio constitucional: en Leh, de mayoría budista, sonríen, celebran una reforma que los líderes políticos llevaban pidiendo desde la década de 1980; en Kargil, de mayoría musulmana chií, muestran su rechazo, lamentan la pérdida inevitable de derechos constitucionales.

Han pasado seis años y la comunidad chií de Kargil saca pecho; como avisaba, el pueblo ladakhí ha perdido protección desde la abrogación del artículo 370. «Antes de 2019, teníamos cierto grado de democracia: teníamos derecho a elegir al primer ministro y protecciones para nuestro territorio, empleo y cultura», resume Sajjad Kargili, miembro de la Alianza Democrática de Kargil, organización sociopolítica para articular las demandas de su comunidad tras el cambio constitucional.

«Nos prometieron la [protección constitucional de la] Sexta Lista para que los distritos tuvieran consejos autonómicos, poderes legislativos y control sobre el territorio. El BJP disputó dos elecciones con esta promesa, y las ganó, pero después dijo que no implementaría el acuerdo. El BJP nos traicionó, y la gente no está contenta», asegura Chering Dorjay, figura política que durante décadas promovió este cambio constitucional y que, hasta 2020, fue líder regional del Bharatiya Janata Party (BJP) de Narendra Modi.

«Demandábamos ser parte de la unión territorial, pero con la capacidad de legislar. No estamos contentos. No podemos redactar nuestras leyes, mientras que Jammu y Cachemira, pese a que ahora también forma parte de la unión territorial, tiene más poder: mantiene la capacidad de legislar, tiene su primer ministro, su Consejo de Ministros», compara Dorjay, cuyo tono de voz apenas sufre alteraciones incluso cuando muestra su indignación. «Estamos en manos del gobernador y los burócratas, que son quienes controlan los fondos económicos y deciden cómo invertir el dinero. Solo tenemos el Consejo Autónomo, que tiene poderes limitados y cuenta solo con el 10% del presupuesto que nos entrega el Gobierno», añade el actual presidente de la Asociación Budista de Ladakh y copresidente del Apex Body Leh, organización sociopolítica que articula las demandas de las comunidades de Leh.

La indignación de la sociedad con Modi y el pragmatismo político han posibilitado que las comunidades de Kargil y Leh dejen a un lado sus diferencias históricas y estén más unidas que nunca, al menos a nivel político. En este nuevo capítulo en sus relaciones, ambas comunidades han cedido en sus pretensiones iniciales y, en 2021, la Alianza Democrática de Kargil y el Apex Body Leh acordaron un programa con cuatro demandas cuya implementación reclaman al Gobierno: el reconocimiento de su estatalidad y la restauración de las capacidades legislativas; la instauración de la protección constitucional para las regiones tribales conocida como la Sexta Lista; el incremento del número de diputados; y una mayor cuota de empleo público para los y las habitantes locales.

Tras años de protestas pacíficas en las que el reconocido activista climático Sonam Wangchuk ha protagonizado huelgas de hambre, recientemente se consiguió avanzar en el ámbito del empleo público reservado para los y las ladakhíes, que ahora asciende hasta el 95%, explica Dorjay, quien, sin embargo, considera insuficiente el paso: «No tenemos capacidad para legislar ni provisiones constitucionales que protejan nuestro territorio, medioambiente o cultura». Como las demandas principales siguen sin abordarse, este mismo julio Wangchuk, también integrante del Apex Body Leh, amenazó con iniciar otra huelga de hambre.

CONTROL TERRITORIAL

Ladakh es una región desértica y montañosa del Himalaya en disputa entre India, Pakistán y China. Con una extensión de 59.146 kilómetros cuadrados, el 97% de sus 274.000 habitantes pertenece a la miríada de tribus indígenas marcadas por el credo: en el oeste, en Kargil, la población comenzó a abandonar el budismo a partir del siglo XVI y, en el presente, el 76% sigue el credo musulmán chií; mientras que en el este, en Leh, el 66% profesa el credo budista.

Conocido como el «pequeño Tíbet», este rincón del mundo vive un boom turístico, sobre todo en Leh, donde los y las motoristas disfrutan de la inmensidad de este desierto en el que se encuentra el paso de carretera a mayor altura del mundo, el de Umling La, a 5.799 metros.

Sajjad Kargili, bajo, de tez blanca, decidido en sus palabras, trabajó ocho años de periodista en el canal local Sahar TV y, en 2019, dio el salto al mundo de la política. En 2024 afianzó su posición cuando retiró su candidatura para apoyar a Mohmad Haneefa, quien obtuvo el único diputado al que Ladakh tiene derecho en el Parlamento. En una terraza de Kargil con vistas al río Suru, Kargili explica que, sobre todo en Leh, preocupa la pérdida del control territorial y demográfico. «¿Cuál es el problema? Leh es la única región de mayoría budista en el Himalaya. Es más grande que Kargil y, en términos turísticos, mucho más popular. Por lo tanto, las personas se sienten más inseguras ante dos desafíos: el mayor es el control del territorio, porque creemos que las grandes empresas vendrán y se apoderarán de él, y luego está el desafío demográfico, porque quizá las personas vengan de otros lugares para establecerse y nuestra población se convierta en una minoría en Ladakh», explica.

En Ladakh, a diferencia del resto de India, el problema es la escasez de población y son migrantes de otras regiones, de Bihar o de Jammu, los que trabajan de forma estacional en los sectores de la construcción y el turismo. La vida en Ladakh es dura, de inviernos gélidos que obligan a cortar carreteras y pasos de montaña, pero al mismo tiempo los habitantes cuentan con ciertos privilegios: tienen reservado el 95% de los empleos en la Administración pública y pueden construir casas de huéspedes subvencionadas por el Estado. En definitiva, tienen opciones. Por eso, ni siquiera tienen la necesidad de trabajar en el sector turístico. Lógicamente, los y las ladakhíes quieren defender sus derechos.

Si bien aún existen protecciones legales, como la obligatoriedad de asentarse 15 años para obtener la residencia, y el turismo es estacional, de cuatro meses al año, Chering Dorjay, ejemplifica la carambola que posibilitaría a las personas asentarse. «El problema son los megaproyectos. Cuando se plantea un proyecto solar, su operatividad es completa, los doce meses del año, y la gente tiene que asentarse. Y la ley establece que una persona puede obtener la residencia en Ladakh si vive de forma continua durante 15 años», señala. Y agrega que «en India tienen un problema de sobrepoblación. Aquí ocurre lo contrario: hay tres o cuatro personas por kilómetro cuadrado, mientras que en Kerala hay 700 personas. Tener demasiada población es muy malo, y tener poca también es muy malo».



El panhinduismo del BJP, ante la diversidad de India

India es un país inmenso en el que cada región de la unión territorial tiene sus particularidades étnicas, religiosas o lingüísticas. Las políticas panhindúes del BJP están transformando la idea que de sí misma tiene India, un país que construyó su identidad en base a la diversidad. Lugares como Ladakh, habitado por musulmanes y budistas que utilizan lenguas distintas al hindi, contradicen las teorías supremacistas hindúes.

Sajjad Kargili cree que el enfoque del BJP es peligroso y asegura que «nos estamos convirtiendo en una versión hindú de Pakistán». Sin embargo, considera que este panhinduismo tendrá un efecto positivo en su comunidad, la musulmana: «De cara al futuro, beneficiará a los propios musulmanes, que han despertado del letargo que sufrieron durante el período del [hoy opositor] Congreso Nacional Indio. Lo que el Congreso Nacional Indio hizo fue darles un espacio en la esquina y decirles: ‘Miren, este es su espacio, pero no se involucren en nuestra política exterior ni en temas nacionales’ ¿Qué hizo Modi? Perturbó a los musulmanes en esa esquina».

Chering Dorjay apunta que «el BJP dice que en India los musulmanes tienen la misma genética que los hindúes; en nuestro caso, el gen es totalmente diferente, es evidente, porque somos mongoles». Y añade: «Estas afirmaciones son muy peligrosas porque India es muy diversa y no se puede imponer la voluntad de la mayoría a las minorías. De hecho, hasta ahora, el éxito de India residía en que existía unidad en la diversidad. El Gobierno quiere homogeneizar el país con unas elecciones, un solo documento de identidad, un solo idioma, un solo todo. Pero no funcionará: India se desintegraría». M. F. I.