Periodista

Cachemira, o cómo la represión india ahoga toda esperanza

En la Cachemira ocupada por India, la represión constante ha provocado que el pueblo pierda cualquier esperanza de cambio hacia la paz. No ha funcionado la vía democrática. Tampoco la opción armada. Sin margen, en este siglo XXI los cachemires se conforman con sobrevivir y preservar su identidad.

Sucheta De y Arun Kumar, en la oficina en Delhi del Partido Comunista Indio Marxista Leninista.
Sucheta De y Arun Kumar, en la oficina en Delhi del Partido Comunista Indio Marxista Leninista. (M.F.I.)

En Cachemira, la represión constante ha conseguido ahogar cualquier esperanza de la sociedad en un cambio democrático. Desde la independencia de India en 1947, Delhi ha ido diluyendo la autonomía cachemir hasta eliminarla oficialmente en 2019. La erosión constante de la vía democrática, con gobiernos títeres o pucherazos electorales, dio motivos a los y las jóvenes para unirse a grupos armados a finales de la década de 1980. El hartazgo coincidió con una época convulsa en el mundo, y tras los años de plomo del conflicto, el siglo XXI comenzó con las posiciones estancadas, con atentados y refriegas bélicas puntuales, hasta que India revocó la autonomía de Jammu y Cachemira reconocida en el artículo 370 de la Constitución y extirpó la región de Ladakh.

El último episodio en este conflicto fue el ataque en Pahalgam del pasado abril, en el que fallecieron 26 personas, la mayoría turistas indios que disfrutaban de esta región idílica a la que comparan con los Alpes suizos, y que dio paso a casi tres semanas de represalias entre los dos actores que se disputan la zona: India y Pakistán.

CASTILLO DE NAIPES

De golpe, el atentado derrumbó el castillo de naipes de la supuesta normalidad pregonada por el primer ministro indio, Narendra Modi, y se esfumaron miles de turistas, para poner fin a la incipiente temporada turística que, según estimaba el Gobierno, iba a batir récords en este 2025. «No se invita a turistas a zonas en conflicto, pero en India se hizo para demostrar al mundo el supuesto éxito de Modi, quien no estableció paz alguna: simplemente se dedicó a reprimir a la sociedad», considera Sucheta De, quien forma parte del Comité Central de Partido Comunista de India Marxista-Leninista (PCI-ML). «La región de Poonch quedó devastada por el conflicto, pero el Gobierno no habla de ello. Además, no ha compensado a las víctimas por sus pérdidas, lo cual refleja que trata a los cachemires como si fueran ciudadanos de segunda categoría».

«Después del atentado, murieron más de 20 personas en la zona fronteriza. Es responsabilidad del Estado garantizar la seguridad de las personas, pero no lo hizo», interviene Arun Kumar, del departamento de comunicación y relaciones internacionales del PCI-ML. «Lo primero que se debe hacer para avanzar hacia la paz es garantizar la desmilitarización de la zona y el restablecimiento de los derechos de la población», recuerda.

El PCI-ML es una de las dos fuerzas políticas indias con representación parlamentaria que se opusieron a la abrogación de la autonomía cachemir en 2019. Sucheta De, que asegura que «se revocó para satisfacer la política polarizante y comunitaria del Bharatiya Janata Party (BJP) de Modi», lamenta que haya sido la medida más popular de todas las que ha tomado el primer ministro desde que llegó al poder en 2014. Sin embargo, considera que no solucionará el conflicto.

Apuesta, por contra, por cumplir las promesas que se hicieron en 1947: «India prometió un plebiscito en las Naciones Unidas, pero nunca lo cumplió. El pueblo de Cachemira quería ser parte de India y el artículo 370 fue una de las bases del acuerdo, pero se revocó sin el consentimiento del pueblo y de forma antidemocrática. Tanto India como Pakistán tienen que seguir los estándares internacionales y permitir el derecho a la autodeterminación de la sociedad cachemir», reivindica esta política de izquierda india.

OCUPACIÓN MILITAR MASIVA

Cachemira es una de las regiones más militarizadas del mundo. Hay desplegados más de 500.000 militares. Además, el desarrollo en la región corre a cuenta de los acólitos del poder, y por eso, hay centenares de guías turísticos que acuden de India para beneficiarse del turismo.

Los habitantes locales, sobre todo aquellos que no se pliegan a los intereses de Delhi, son apartados de esta riqueza y marginados de forma constante. Por eso, tras casi un siglo de injusticia y represión, los cachemires, resignados, se conforman con sobrevivir: los y las jóvenes piensan en emigrar, pero como no pueden llegar a Europa o a EEUU buscan trabajo en regiones de India, mientras que los más mayores, cansados de luchar, han dado la espalda a los procesos electorales.

Además, las voces objetivas son silenciadas sin miramientos: recientemente, Delhi censuró más de 20 libros que analizan el conflicto y prohibió la proyección de la última película del reconocido artista sij Diljit Dosanjh por contar entre el elenco de actores con la intérprete paquistaní Hania Aamir.

RESIGNACIÓN

El desasosiego es generalizado, y en el presente tampoco existen grupos armados fuertes, más allá de algunos activistas que no parecen reflejar el sentir general y que, probablemente, cruzan la frontera desde Pakistán. Nadie lo sabe con exactitud, pero más allá de las operaciones especiales, ni siquiera los militares se afanan en buscar militantes islamistas: la fuerzas de seguridad están apostadas en las carreteras sin detener vehículos ni inspeccionar las identidades de las personas. El enemigo es ambiguo, aunque beneficioso electoralmente, sobre todo lejos de la propia Cachemira.

Waheed Para, representante del cachemir Partido Democrático del Pueblo (PDP), asegura que la insurgencia armada ha sido muy debilitada en el enclave «aunque hay una violencia que viene del otro lado de la frontera y que no está bajo su control. Además -recuerda- Cachemira no debería ser un punto de conflicto entre dos potencias nucleares, porque son los cachemires quienes sufren bombardeos transfronterizos, quienes sufren lo peor de cada bando».

Para destaca la «imperiosa necesidad de atraer al proceso electoral y democrático» a una sociedad que, insiste una y otra vez machaconamente, se mantiene alejada de la lucha armada.

«Las cosas han cambiado. Hoy en día, Cachemira está libre de violencia; hay menos gente involucrada en disturbios o atentados. La gente considera el coste-beneficio de la violencia y entiende que la militancia armada no ha aportado las soluciones deseadas. Sin embargo, persisten problemas de radicalización que no son en absoluto de naturaleza religiosa, incluso teniendo una población de mayoría musulmana, sino de naturaleza política, por las demandas de autonomía, derechos constitucionales e identidad regional», advierte la portavoz del PDP.

Convertido en una voz de referencia, conciso en palabras, superviviente de un atentado en 2018, Para defiende proteger la identidad cachemir bajo el paraguas de India, razón por la que muchos le consideran unionista y por la que, tal vez, varios agentes de seguridad custodian su residencia en Srinagar. «Creo que nuestro futuro está asegurado en este país, pero debemos conservar nuestra identidad regional. Quiero ser reconocido como cachemir. Quiero ser visto como musulmán. Quiero vivir en India, pero no quiero ceder una identidad local a cambio de una identidad nacional», insiste este político, héroe para los suyos, traidor para muchos pero a la vez represaliado por el gobierno central.

«NOS JUZGAN, NOS DETIENEN»

«Somos parte de este país, y queremos obtener nuestras garantías constitucionales de forma democrática. A veces, es complicado hacerlo; nos someten a juicio, nos detienen», añade quien estuvo encarcelado durante más de dos años por diferentes farsas legales de las que aún tiene que defenderse en las cortes.

Seis años después de la abrogación de la autonomía, la reforma parece asimilada en la resignada Cachemira, que, si bien mantiene ciertos poderes legislativos o un primer ministro, ha perdido el control legislativo sobre el territorio.

Tras años de calma tensa, las últimas elecciones generales, las de 2024, reflejaron nuevamente la polarización extrema de Jammu y Cachemira: el BJP fue barrido en Cachemira, de mayoría musulmana, pero dominó en Jammu, de mayoría hindú. Viejas líneas religiosas, las de la partición de 1947, que siguen marcando el presente en Cachemira.