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«¿Qué es la mala mar frente al genocidio de Gaza?»

El colaborador de NAIZ Mauricio Morales es uno de los voluntarios en uno de los barcos de la nueva flotilla que se dirige a Gaza. Recoge los testimonios y narra las sensaciones de una salida accidentada por la mala mar. «¡Qué es eso comparado con lo que sufren en Gaza!», dice un tripulante.

El activista brasileño Thiago de Ávila, junto a otra integrante de la Flotilla. (Mauricio MORALES)

Al que ataque a los soldados israelíes durante un asalto lo consideraremos un traidor, posiblemente un infiltrado», afirma con determinación uno de los organizadores de la Flotilla Global Sumud, que se dirige a la Franja de Gaza para llevar ayuda humanitaria a la población palestina.

Los entrenamientos de los voluntarios han sido intensos y con un objetivo: resistir con la no violencia, remarcar la naturaleza pacífica de la acción y hacer todo lo posible para que los voluntarios regresen vivos, sin daño físico ni mental, y libres.

Tras partir de Catalunya -cinco embarcaciones de menor tamaño tuvieron que volver a puerto en la madugada de ayer por segunda vez debido a una tormenta en la mar-, está previsto que la Flotilla llegue mañana a las costas tunecinas, donde se unirán más barcos, y en un punto del Mediterráneo se sumarán otros que zarparán de Italia y Grecia. Todos pondrán rumbo a la Franja de Gaza.

La no violencia como táctica

La no violencia es un compromiso que los voluntarios deben firmar. También un código de conducta en el que se comprometen a no replicar los sistemas de opresión y explotación que han permitido que el mundo tolere un genocidio, explica Thiago de Ávila, activista medioambiental brasileño de 39 años, padre de una bebé de meses a la que no quiere dejar este mundo, y cara visible y uno de los organizadores de la iniciativa.

Aunque los voluntarios provienen de distintos países, con orientaciones políticas diversas, diferentes edades y géneros, se siente la unidad cuando los aplausos resuenan en la sala al reivindicar que no es solo una acción humanitaria, sino un acto de solidaridad con la resistencia del pueblo palestino, que enfrenta el decadente sistema colonial y el proyecto civilizatorio del norte global, como muchos de los voluntarios sostienen.

El lugar es el salón de la UGT en Barcelona, que ha cedido su sede. El mismo espacio donde los brigadistas internacionales se registraban para combatir el fascismo en el Estado español durante la guerra del 36. Pero estos voluntarios no vienen a combatir con armas el fascismo en Israel: vienen a brindar asistencia humanitaria, rompiendo el bloqueo impuesto hace 18 años a la Franja, y casi total ahora, para entregar ayuda y crear un corredor humanitario.

La mayoría de los voluntarios no niegan el derecho de un pueblo bajo ocupación y ataque a defenderse. Sin embargo, en esta misión de solidaridad, la no violencia es otra forma de resistencia.

«El Estado de Israel no puede seguir bloqueando la ayuda humanitaria», sostiene De Ávila, quien ya estuvo en julio en el Madeleen, una embarcación que trataba de llegar a las costas de Gaza. Ese barco fue interceptado hace un mes en aguas internacionales: sus 12 tripulantes fueron arrestados y posteriormente deportados. Denunciaron su secuestro, pues los detuvieron en aguas internacionales, violando la legislación internacional.

Los posibles escenarios se analizan y comparten con los voluntarios: interceptación, detención y deportación; ataque violento como el del Mavi Marmara, en el que soldados israelíes mataron a 10 activistas turcos en 2010; obstrucción burocrática; y el más esperado: llegar a Gaza y entregar la ayuda humanitaria.

Solidaridad internacional

Entre los participantes en esta iniciativa hay un maestro octogenario y sindicalista brasileño, además de la delegación malaya, que siempre acude en gran número: periodistas, padres, hermanas, madres e hijas. Uno de sus integrantes se presentó diciendo: «Acá está el sur global presente”. Y lo está: el genocidio en Gaza y la complicidad de los Estados europeos y de EEUU evidencian el declive de una hegemonía cultural difícil de sostener sobre los cuerpos de 65.000 palestinos masacrados, más de 20.000 de ellos niñas y niños.

Más de 26.000 personas se inscribieron para participar en esta acción. Unos cientos de ciudadanos de diferentes países -periodistas, políticos, activistas- serán parte de la Global Sumud Flotilla.

Los voluntarios saben que no son la historia. La libertad de Palestina no vendrá de fuera, sostiene Yasemin Accar, una de las organizadoras. «Lo que se puede hacer desde Europa y el resto del norte global es presionar a sus Gobiernos para que dejen de ser cómplices en el genocidio y la ocupación de Palestina», agrega.

Luna, una exiliada colombiana de 24 años, tuvo que salir de su país durante el estallido social bajo el Ejecutivo de extrema derecha del expresidente Iván Duque, quien recientemente se reunió con Benjamin Netanyahu, en busca y captura por la Corte Penal Internacional. Ella es una de las tres mujeres que navegarán en uno de los barcos rumbo a Gaza.

Para Luna, los paralelismos entre luchas y violencias contra los pueblos son evidentes y la acercaron a la causa palestina, y a sumarse a la Flotilla. Estas mujeres se conocieron en Egipto durante la Marcha Global a Gaza, que pretendía entrar a la Franja a través de Rafah. Allí sufrieron violencia, pero lejos de desanimarlas, la experiencia las unió y las impulsó a sumarse a esta flotilla.

«Mi corazón está con Gaza. Los palestinos me han enseñado que no hay miedo que no se pueda superar», señala. El conflicto en Colombia le mostró el peso de la opresión y la violencia, y gracias a eso ha tejido puentes de solidaridad con la causa palestina. «Somos muy cercanos y somos responsables de su opresión, sobre todo cuando ciertos sectores del país apoyan proyectos genocidas y de ocupación», dice Luna en Moll de la Fusta, mientras de fondo suena la música de grupos catalanes congregados para despedir a la Flotilla en los actos previos a su partida.

La dilatada partida a Gaza

El 31 de septiembre miles de personas se reunieron en el puerto barcelonés de Moll de la Fusta para despedir a los activistas. Abrazos y aplausos en el muelle hasta que zarparon hacia Gaza.

Las embarcaciones son de diferente tamaño, así que sobre las 19:00, vistas las malas condiciones de la mar, se decidió volver a puerto. La parada sirvió para hacer las últimas compras y poner los barcos a punto. Hubo nuevas reuniones para revisar los documentos de los voluntarios y de las naves.

El equipo en tierra estará rastreando y pendiente de cualquier incidencia que pueda suceder durante la travesía, primero hasta las costas tunecinas, donde está previsto llegar mañana, y luego a la asediada Franja de Gaza.

La Flotilla pudo volver a zarpar pasadas las 18:00 del lunes del puerto de la Vela. Navegaron con tranquilidad hasta las 21.00 horas, cuando el mal tiempo azotó a las embarcaciones más pequeñas. Cinco pequeños veleros tuvieron que volver a puerto en Barcelona e Illes Balears para reparar averías.

El resto de la flotilla continúa rumbo a las costas tunecinas.

Brahim Marzouk es uno de los organizadores de la delegación francesa y navega en el Alma junto a 27 voluntarios y miembros de la tripulación. Este franco-tunecino de 64 años y padre de 6 hijas reflexiona acerca de la tormenta: «Gaza está viviendo esto y situaciones muchísimo peores todos los días. Sus dificultades no tienen comparación con lo que estamos experimentando».

Los activistas, algunos con mal de mar, siguen con la determinación a llegar a las costas de Gaza, mientras el ministro israelí de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, ha amenazado a los voluntarios de la flotilla con considerarlos «terroristas».