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Ley Bosman, a 30 años de la sentencia que cambió el fútbol

En el verano de 1990, Jean-Marc Bosman era un futbolista atrapado por su club pese a haber terminado contrato. Cinco años después, el Tribunal de Justicia de la UE le dio la razón y dictó una sentencia que acabaría cambiando las reglas del fútbol europeo.

Jean-Marc Bosman firma un autógrafo a un seguidor de Lens, tres años después de aprobarse la ley Bosman. (Philippe HUGUEN | AFP)

En el verano de 1990, el futbolista belga Jean-Marc Bosman tenía 25 años. Había pasado dos temporadas decepcionantes en el Lieja y el club le ofrecía la renovación con una reducción considerable de su sueldo. Tenía también una oferta del Dunkerque, de la Segunda División francesa, pero su equipo le exigía el pago de un traspaso para dejarlo marchar. Nada extraño. De hecho, era la situación habitual en el fútbol europeo, que convertía a muchos futbolistas en rehenes de sus clubes, incluso cuando terminaban el contrato.

Bosman decidió demandar al Lieja, a la federación belga y a la UEFA, por considerar que no se respetaban sus derechos como trabajador. Cinco años después, el 15 de diciembre de 1995, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea le daba la razón, la normativa del fútbol respecto a los contratos de los jugadores no se ajustaba a las leyes europeas.

A partir de la sentencia Bosman, un futbolista ya era libre de irse a cualquier otro club una vez que terminara su contrato y desaparecía la limitación del número de futbolistas de la Unión Europea. «Desde hoy, el fútbol ya no será el mismo», tituló la Gazzetta dello Sport. «Bosman ha derribado un muro que llevaba décadas en pie», indicó The Guardian.

Las autoridades del fútbol vieron peligrar un sistema que siempre habían tratado de mantenerlo al margen de la justicia ordinaria. El entonces presidente de la UEFA, Lennart Johansson, mostró su rechazo a la decisión del tribunal, afirmando que «la actitud que han adoptado es claramente hostil». Sin embargo, no tenían más remedio que aceptar la decisión judicial. «Pertenecemos a la UE y acatamos la ley», dijo Johansson entonces.

Ahora que se cumplen treinta años, podemos confirmar que la Ley Bosman cambió el mundo del fútbol, pero no tanto como vaticinaban los más agoreros. Porque, para cuando el Tribunal de Luxemburgo falló a favor de Bosman, el fútbol llevaba años en un proceso de liberalización y aquella sentencia no hizo más que poner en orden una legislación vigente desde la aprobación del Tratado de Roma en 1957, pero que nadie se había molestado en aplicar al fútbol europeo.

Construyendo el fútbol moderno

En 1990 se había aprobado en el Estado español la Ley del Deporte, que obligaba a todos los clubes profesionales, excepto Athletic, Barcelona, Osasuna y Real Madrid, a convertirse en sociedades anónimas deportivas. Los clubes ingleses habían creado la Premier League en 1992 y habían firmado un nuevo contrato con BSkyB que multiplicaba el valor de los derechos de televisión. Ese mismo año, la UEFA transformó la Copa de Europa en la Champions League, buscando atraer el interés de los aficionados. El fútbol moderno iba tomando forma a pasos de gigante, mientras el mercado de fichajes seguía sin actualizarse a la legislación vigente.

En la liga española, el derecho de retención había desaparecido en 1985, aunque se mantenía vigente para traspasos a otras ligas y dificultaba la salida de un futbolista a cualquier club extranjero. El final de la limitación de futbolistas europeos, por su parte, coincidió con el incremento de los derechos de televisión, que pasaron de 72 millones de euros en la temporada 95-96 a los 222 de la temporada siguiente. Como era previsible, el impacto sobre el mercado de fichajes fue inmediato.

Era el comienzo de lo que a nivel comercial se conoció como «la liga de las estrellas». Con tanto dinero en sus manos y habiéndose liberalizado el mercado, los clubes entraron en una fiebre de fichajes y en un sólo verano, la Primera División paso de los 92 jugadores extranjeros de la temporada 95-96 a los 199 de la temporada siguiente. A la Real Sociedad llegaron Juan Gómez, Mild, Mutiu y Kovacevic. El Athletic, por su parte, fichó a Jose Mari, Urzaiz y Lizarazu.

Pero esa fiebre de fichajes no fue un fenómeno exclusivo de la liga española. A nivel europeo se vivió un fenómeno similar y los primeros afectados fueron ligas como la francesa o la neerlandesa, incapaces de retener su talento ante las ofertas más cuantiosas de clubes ingleses, españoles o italianos. La selección francesa acudió a la Eurocopa 96 con cuatro futbolistas jugando en ligas extranjeras. Dos años después, en el Mundial que ganaron en su casa, esa cifra ya se había triplicado. El Ajax de Amsterdam había logrado su cuarta Champions League en 1995 y un año más tarde repetiría final, pero sus jugadores terminaron en el Barcelona, Manchester United, Milan o Arsenal y desde entonces, el equipo neerlandés no ha vuelto a llegar tan lejos en la competición.

Tal y como habían previsto muchos expertos, el proceso de liberalización del fútbol provocó una concentración del talento en los equipos con mayor poder económico y una inflación en el precio de los traspasos y el salario de los futbolistas. En poco tiempo, los efectos de ese mercado descontrolado llegaron también al otro lado del Atlántico. Mientras los representantes de jugadores se convertían en figuras cada vez más influyentes, los clubes demandaban más jugadores sudamericanos. Intentando facilitar su contratación, los representantes corrían a los registros civiles, buscando antepasados europeos de los futbolistas argentinos, brasileños, chilenos o colombianos.

En 1999, la Lazio sumó al argentino Verón a una plantilla que ya contaba con los extracomunitarios Salas, Nedved, Boksic y Stankovic. El club buscó entre los antepasados del futbolista y logró que se le concediera la nacionalidad italiana. Antes de que terminara la temporada, la policía italiana destapaba una red para la falsificación de pasaportes de futbolistas, incluido el de Verón. 7 clubes y 13 futbolistas fueron condenados, mientras el fútbol sudamericano veía cómo sus mejores jugadores volaban a Europa cada vez más jóvenes.

Ordenando el fútbol

La Ley Bosman había contribuido a desarrollar el mercado de fichajes, pero fue la liberalización del fútbol la que dio lugar a una burbuja que terminó llevándose por delante a varios clubes. En Italia, Lazio, Parma, Nápoles o Fiorentina sufrieron descensos por razones económicas. Leeds United, Bradford, Derby County o Portsmouth vivieron la misma situación en Inglaterra. En España, clubes históricos como Atlético Madrid, Sevilla, Betis o Real Sociedad también sufrieron el descenso tras una mala gestión económica.

Mientras tanto, el fútbol europeo se había convertido en un sector muy atractivo para la inversión. En 2003, el Chelsea era adquirido por el ruso Roman Abramovich, quien invirtió grandes sumas de su fortuna personal para convertirlo en uno de los equipos más fuertes de Europa. No tardó en despertar suspicacias. El entrenador del Arsenal, Arsene Wenger explicó que «el fútbol profesional va de ganar y equilibrar el presupuesto.  Todo lo demás es, un poco, hacer trampas».

Sin embargo, ni la UEFA ni las principales ligas reaccionaron y hubo que esperar a la entrada del dinero de los países árabes para que el fútbol europeo se decidiera a ponerle puertas al campo. En 2008 el Abu Dhabi United Group había adquirido el Manchester City y tres años más tarde, Qatar Sports Investments haría lo propio con el Paris Saint Germain, liderando una nueva inflación en el mercado de fichajes. Ese mismo año, la UEFA introdujo el Fair Play Financiero, con idea de controlar los ingresos de los clubes y evitar un desequilibrio mayor en la competición.

Desde entonces, el Fair Play Financiero ha servido para equilibrar un poco la situación, pero la liberalización que se inició a principios de los años noventa sigue generando una competición cada vez más jerarquizada. En la última junta de accionistas de la Real, Jokin Aperribay habló de la llegada de inversores estadounidenses al fútbol europeo. «Pueden alterar la competición en los próximos años, porque clubes de nuestro tamaño pueden fortalecerse”» dijo el presidente de la Real.

Ahora que se cumplen 30 años de la sentencia de la Ley Bosman, podemos ver la evolución que ha llevado el fútbol en este tiempo e intuir el camino que seguirá. La audacia de Jean-Marc Bosman permitió a los futbolistas beneficiarse de una liberalización que les estaba pasando de largo y multiplicar sus salarios. Él, en cambio, pagó un precio muy alto. Su carrera en el fútbol prácticamente terminó con la denuncia y a día de hoy, vive de una ayuda del sindicato de futbolistas FIFPRO.