@zalduariz
Iruñea

¿Sabemos qué comemos?

Pese a no entrañar riesgos sanitarios, el escándalo de las trazas de carne de caballo o de cerdo en hamburguesas y otros alimentos comercializados como de carne de vacuno ha alterado a media Europa durante las últimas semanas, dejando en evidencia unos controles de calidad y un etiquetado deficientes.

Imagen del mostrador de una carnicería de caballo en Alemania. (Ingo WAGNER/AFP)
Imagen del mostrador de una carnicería de caballo en Alemania. (Ingo WAGNER/AFP)

«Al corroncho de la patata, comeremos ensalada, con lejía bien lavada; bien lavada y bien peinada». Así cantaba Flitter la historia de la Chelito, muerta después de comprar «filetes de vaca loca, cerdo y pollo de cloacas, aceites adulterados», entre otros. El reciente caso de las hamburguesas de carne de vacuno con trazas de caballo o de cerdo trae a la memoria la sátira del grupo navarro y vuelve a poner el foco sobre el descontrol que parece imperar sobre las grandes cadenas de producción de alimentos.

Y es que, se mire por donde se mire, no resulta comprensible que uno pueda encontrar carne de caballo en un producto que dice ser de vacuno. Pese a la importancia de remarcar que la carne de caballo no tiene ningún riesgo sanitario –de hecho, muchos nutristas reivindican sus cualidades–, el consumo de caballo no está demasiado bien visto en países como Irlanda o Gran Bretaña, donde se destapó el reciente caso, y sobra decir que los miles de musulmanes europeos no esperan encontrar trazas de cerdo en hamburguesas que llevan el título de carne de vacuno, tal y como también ha sido descubierto.

Además, muchos supermercados se han precipitado en el último mes a retirar todos los productos sospechosos, por lo que al despropósito de un etiquetado poco preciso se suma ahora el lanzamiento a la basura de toneladas de comida sin ningún riesgo sanitario.

Euskal Herria no ha quedado al margen del caso. Un informe de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) apuntó a Eroski como una de las empresas productoras y vendedoras de hamburguesas de vacuno con trazas de caballo, algo que la empresa negó categóricamente, basándose en el análisis de un laboratorio independiente. En Ipar Euskal Herria, el 11 de febrero el Estado francés cerró cautelarmente la empresa suministradora Spanghero, propiedad de la cooperativa Lurberri, de Donapaleu, señalada como una de las responsables. Un cierre que desde la empresa calificaron de «irresponsable» y que una semana después quedaba sin efecto, permitiendo a Spanghero retomar sus actividades.

Carne de caballo arriba y abajo, el resto de contenido del informe de la OCU pasó más desapercibido, pese a ofrecer datos de lo más reveladores acerca de los alimentos que podemos comprar en los supermercados. El informe se elaboró en base al análisis de 20 hamburguesas comercializadas en el Estado español, de las cuales solo cinco llegaron al aprobado justo. Además de problemas con el etiquetado –en el que no se especifica el porcentaje de carne que contiene el producto–, el informe encontró en 16 de las hamburguesas altos porcentajes de aditivos como los sulfitos, que sirven para inhibir el crecimiento de bacterias y mantener el color de la carne fresca. Algunos de los productos analizados contenían el 90% del consumo diario admisible de sulfatos, que en pequeñas proporciones no tiene consecuencias, pero cuyo abuso puede ocasionar vómitos y diversas reacciones.

Si bien la noticia ha llegado por los restos de caballo en las hamburguesas, la OCU recuerda que son muchos los alimentos que están bajo sospecha por sus niveles de adulteración y de manipulación, como lo son también la leche, el aceite o las conservas, por mencionar algunas. Unas manipulaciones del producto que no son ajenas a la lógica del mercado y, en los últimos tiempos, a la crisis económica; un contexto socioeconómico en el que las empresas intentan reducir los precios a extremos que una carne de calidad apenas puede soportar. ¿Cómo entender que unas alcachofas resultan muy a menudo más caras que un corte de carne? O dicho de otra manera y con la legislación actual en la mano: ¿Cómo entender que para que un producto pueda ser definido como de vacuno sea suficiente que contenga un 60% de dicha carne?