Aritz INTXUSTA

El escultor Joxe Ulibarrena ha muerto a los 96 años

El escultor y etnógrafo Joxe Ulibarrena ha fallecido. Estudioso de la etnia vasca, amante de Nafarroa y artista de enorme talento, nació en Azkoien en el año 1924. El bando fascista ejecutó a su padre cuando tenía once años. Desde hace décadas, su vida estaba vinculada al valle de Ollo, donde creó el Museo Etnográfico en la localidad de Arteta.

Homenaje a Joxe Ulibarrena, escultor y etnógrafo navarro, en noviembre pasado. (Jagoba MANTEROLA/FOKU)
Homenaje a Joxe Ulibarrena, escultor y etnógrafo navarro, en noviembre pasado. (Jagoba MANTEROLA/FOKU)

Jorge Oteiza solía buscar refugio en casa de Ulibarrena cuando su atormentada mente necesitaba un respiro. Fue en una de estas ocasiones, mientras Oteiza divagaba, cuando el de Azkoien le cortó el discurso diciéndole: «Oye, Jorge, la verdad es que sabes un montón de escultura. El día que consigas hacer una, me la enseñas para que la vea». 

Ulibarrena nunca dejó de ser un niño grande y disfrutón, de risa fácil. Y como artesano, siempre le dio mil vueltas a Oteiza. Acostumbraba a reírse mucho tanto de Oteiza como de Chillida. Los conoció en esos encuentros del arte vasco que despuntaba. Solía contar también cómo, en una ocasión, las parejas de Oteiza y de Chillida acabaron por los suelos enredadas en una pelea tirándose de los pelos acusándose la una a la otra que su marido le copiaba al otro. 

El de Azkoien –quizá más de Arteta que de Azkoien– no copió a nadie. Y a su vez, a él era harto difícil copiarle. Su obra quizá no perdure tanto como la de los otros dos, porque a él el material le daba muy igual. Lo mismo tallaba en madera que en cartón. No le importaba perdurar. De eso él también se reía.

Lo que sí que se empeñó en que perdurara fue la memoria de lo que fue el reino de Nabarra (así lo solía escribir él). Tenía en su museo de Arteta, entre yugos y antiguos juguetes, copas facsímiles de la «Cuestión Foral» de Hermilio de Oloriz. El museo, formalemente, era de la Fundación Mariscal Don Pedro de Nabarra. 

Su lucha por que la cultura navarra perviviera fue titánica. En el museo de Arteta, por ejemplo, está el cristo románico de Eunate. Se lo había comido la polilla y la carcoma, pero el lo salvó untándola con grasa vieja de coche. También tenía un cuadro atribuido a Goya y un pequeño Picasso. Sí, el de Azkoien también conoció a Picasso. El malagueño le cambió ese dibujo por una escultura suya de la que se había encaprichado. 

Ulibarrena, además, era un artista de los que le gustaba armarlas gordas. Se presentó con una enorme txapela y una capa a una audición en la que estaba el rey español buscando que fueran a por él los de protocolo y decirles aquello de que un navarro solo se descubre ante Dios y que además Dios no existe. 

La montó también en Venezuela cuando le encargaron tallar una virgen y él talló una bien enorme. Pero el problema no fue el tamaño, sino que se empeñó en ponerle rasgos indianos. A quien se la encargó aquello no le gustó nada. Ulibarrena –la mosca para dentro, como le gustaba traducirse– le respondió que si lo habitual era tallar vírgenes blanquísimas a sabiendas de que la virgen no pudo ser así, tan legítimo era tallarla indígena.

El escultor, claro, conoció Venezuela en el exilio. Un exilio que se hizo todavía más largo para su hijo Odón, el mayor, que siguió sus pasos intentando encontrar el sentido de la nación vasca en el concepto de auzolan. 

A Ulibarrena, por encima de todo, le interesaba el pueblo llano, la etnia que trató de preservar y dibujar. Encontraba el arte mirando cucharones tallados, adornos geométricos en puertas antiguas, en yugos y en aperos. Como siempre fue un tallista magistral, capacidad que mantuvo hasta muy mayor, se encargó de llevar esos conceptos estéticos a su obra fundamentalmente escultórica.  

Una escultura de Ulibarrena es la que corona el parque de la memoria de Sartaguda. Representa tres figuras que se abrazan agujeradas por las balas tras ser fusiladas, como su padre. Ninguna es, exactamente, su padre. Es un recuerdo infantil, de mujeres que se abrazaron después de ser ejecutadas por un pelotón en la Vuelta del Castillo.

También es suya la escultura que conmemora la batalla de Noain, el roble tallado de Garinoain y el nogal de Altsasu, como la obra que tituló Hermandad, en su Azkoien natal. 

El que escribe estas líneas con demasiada prisa y el alma rota sabe, porque el escultor se lo confesó, que una vez vendió al Gobierno una virgen románica que había tallado él mismo y a la que puso brazos y piernas de otras figuras para despistar a los expertos. Tenía habilidad sobrada para hacerlo. Ojalá alguien sí le haya arrancado ese secreto y se descubra al fin esa última obra escondida. Esa última travesura. 

Homenaje en noviembre pasado

Joxe Ulibarrena fue homenajeado en el Museo Etnográfico de Arteta a finales de noviembre de 2019. En 2016 recibió el Premio Txondorra de la Asociación de Amigos del Olentzero en colaboración con el Ayuntamiento de Iruñea.