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El observatorio solar de Chankillo, ancestral sabiduría peruana

El observatorio solar peruano de Chankillo es el centro ceremonial más antiguo de América y el único del planeta dedicado a la medición del calendario solar completo. Ese ha sido el principal motivo por el que la Unesco ha decidido incluirlo en la lista de Patrimonio Mundial de la Humanidad.

Panorámica aérea del observatorio.  (J. Costa)
Panorámica aérea del observatorio. (J. Costa)

«(Chankillo) evidencia la destreza y sabiduría de los antiguos peruanos en el uso de las fuerzas de la naturaleza y su enorme vinculación con los recorridos solares». Son palabras textuales de José Hayakawa, presidente en Perú del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos), ligado a la Unesco.

Los investigadores estiman que en el complejo arqueológico de Chankillo se llevaron a cabo observaciones astronómicas directas entre los años 500 y 200 antes de Cristo, siguiendo el movimiento anual del sol para regular festividades religiosas y otros eventos estacionales.

Situado cerca de la costa, a unos 365 kilómetros al norte de Lima, el observatorio, cuna preincaica de la astronomía en América, se distribuye en tres sectores que cubren alrededor de cuatro kilómetros cuadrados en los que se ubican estratégicamente trece torres, un templo circular y una plaza, construidos con tierra y barro.

Las autoridades del país andino destacan que es «único a nivel mundial» debido a que, a diferencia de otros antiguos observatorios, Chankillo abarcaba la totalidad del ciclo solar anual.

Hasta hoy, Perú contaba con doce lugares reconocidos en la Lista del Patrimonio Mundial. Los primeros en ser incluidos en el listado fueron la Ciudad del Cuzco y el santuario histórico de Machu Picchu, ambos en 1983, y el último fue el sistema vial andino Qhapaq Ñan (2014), candidatura compartida con otros países de la región.

Construidas hace 23 siglos sobre una colina en medio del desierto, en un complejo de ceremonias rituales, 13 torres de piedra –mucho más antiguas que el imperio inca– se alinean a intervalos regulares en una cresta de norte a sur. Son torres colocadas con cuidado y precisión a modo del espinazo de un gran animal, explica el arqueólogo peruano Iván Ghezzi, coautor del estudio publicado en la revista científica estadounidense ‘Science’ en 2007. «Los vértices de las 13 torres marcan diferentes posiciones del sol y, por lo tanto, marcan fechas exactas», agrega Ghezzi. Visibles desde dos puntos de observación, estas torres se colocaron de manera que indicaran, según la posición del sol, los meses, solsticios y equinoccios durante todo el año, con un margen de error de apenas uno o dos días.

Estas observaciones habrían permitido a los habitantes predecir los períodos de siembra y cosecha, así como las fiestas religiosas.

El significado de las ruinas fue durante mucho tiempo un misterio para los científicos e historiadores, hasta que fue descifrado por el propio Ghezzi y el arqueo-astrónomo Clive Ruggles, de la Universidad de Leicester.

«Una obra de arte»

Construidas por la cultura Casma-Sechín, las torres fueron colocadas para marcar el paso de los meses, los solsticios y los equinoccios. Es un calendario gigante que funciona, con gran exactitud, como un reloj solar pero a lo largo de un año. «Chanquillo es una obra maestra de los antiguos peruanos. Una obra maestra de arquitectura, una obra maestra en tecnología y astronomía. Es la cuna de la astronomía en América», destaca el arqueólogo, quien incide en que «este lugar está dedicado al culto al sol». Además, el sitio confirma que los antiguos pueblos de la costa peruana realizaban observaciones solares muy minuciosas.

Los emplazamientos ubicados al este y al oeste de las 13 torres están decorados con los restos de objetos utilizados para sacrificios rituales y, probablemente, también servían como plataformas de observación.

El observatorio y su centro ceremonial fueron protegidos por una fortaleza fortificada con grandes muros de piedra, barro y troncos de algarrobo. El complejo arqueológico abarca, en total, 5.000 hectáreas, pero hasta el momento apenas se ha logrado examinar el 1%.

«Amenazas»

En 2020, la pandemia del covid-19 paralizó las excavaciones arqueológicas en Perú y dejó a merced de saqueadores muchos sitios que conservaban joyas precolombinas de gran valor que corrían el riesgo de llegar al mercado negro. Uno de los lugares a los que accedieron los ladrones y traficantes fue, precisamente, el observatorio de Chanquillo. Además, al estar situado cerca de terrenos agrícolas regados por el río Casma, donde se siembran espárragos, mangos y maíz, la zona arqueológica ha sufrido las consecuencias de las siembras que han realizado los agricultores. «Incluso algunos han intentado construir pozos, pero, afortunadamente, lo hemos evitado a tiempo». De todos modos, el observatorio no está abierto al público, porque se encuentra en proceso de conservación.