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Un nuevo museo para Munch

Oslo ha inaugurado el nuevo museo dedicado al artista noruego más universal, Edvard Munch, cuya apertura ha estado rodeada por la polémica y por los retrasos. El resultado es un edificio de 58 metros de altura y trece plantas y once salas de exposiciones.

Detalle del aspecto exterior del nuevo museo.
Detalle del aspecto exterior del nuevo museo.

Un edificio de 58 metros de altura, cinco veces más grande que su predecesor, es el nuevo museo dedicado a Munch inaugurado en Oslo. Dividido en trece plantas, dispone de once salas de exposiciones, tiendas, locales de conciertos, cines y un restaurante.

Munch (1863-1944), que cedió cerca de 28.000 obras suyas a las autoridades municipales, está presente en seis exposiciones permanentes que ofrecen una mirada a su propio mundo (ideas, proceso de trabajo...), su vida y sus obras más monumentales, como la que hizo para el centenario de la Universidad de Oslo.

La colección de su mecenas Rolf Stenersen, cedida también a las autoridades, y sus experimentos con la xilografía completan el espacio dedicado en exclusiva a Munch, que también participa en otras dos muestras temporales.

La primera está dedicada a ‘El árbol del conocimiento’, un proyecto inacabado y nunca antes expuesto en su totalidad que incluye dibujos, gráficos y textos; la otra, es un «diálogo» entre el pintor noruego y la artista británica Tracey Emin, bautizado ‘La soledad del alma’.

Hace dos décadas que las autoridades municipales entendieron que el primer museo Munch, inaugurado en 1963 y situado en el centro, se había quedado pequeño y anticuado para exponer la amplia obra del autor de “El grito” y decidieron convocar un concurso internacional.

Herrero Arquitectos lo ganó en 2009 con una propuesta bautizada ‘Lambda’, que optaba por situarlo en el barrio de Bjørvika, junto al mar, en un área en expansión y muy cerca de la nueva Ópera.
Pero un cambio en el equilibrio de fuerzas tras las elecciones municipales provocó que el proyecto fuese descartado y se estudiasen otras alternativas, hasta que finalmente, en 2013, fue recuperado de nuevo y aprobado de forma definitiva.

Problemas burocráticos, retrasos en la entrega de material, la complejidad constructiva y las dificultades logísticas de trasladar miles de obras (algunas de considerable tamaño) causaron nuevas demoras, mientras surgían también críticas al edificio.

La propuesta inicial incluía una fachada de vidrio transparente, pero por una mezcla de cuestiones climáticas, presupuestarias y de solidez estructural, estudio y autoridades consensuaron otra hecha con placas de aluminio que generó controversia y chanzas sobre su semejanza con un gigantesco quitamiedos.

La verticalidad del edificio era uno de los mayores «riesgos» del proyecto, admite en declaraciones al museo Juan Herreros, quien defiende que el resultado es «un volumen simple pero único», fácilmente reconocible y comprensible y en el que nada es opaco.

«La fachada le da al museo una presencia misteriosa y cambiante en Bjørvika y refleja lasfantásticas condiciones de luz de Oslo que, a la vez, cambian a lo largo del día y a través de las estaciones», explica el arquitecto alemán Jens Richter, coautor del proyecto con Herreros.

Las últimas cuatro plantas están inclinadas unos veinte grados hacia adelante, lo que acentúa el carácter de mirador sobre el horizonte de la capital noruega.