Kepa Arbizu

Aullando a la luna entre multitudes

Una vez más Fito & Fitipaldis ejercieron de profetas en su tierra, abarrotando una ‘Catedral’ que se sumó a la nómina de recintos repletos que acumula esta gira con la que exponen sobre las tablas las nuevas composiciones integradas en ‘Cada vez cadáver’.

Fito hizo las delicias de miles de personas con su concierto en San Mamés.
Fito hizo las delicias de miles de personas con su concierto en San Mamés. (Aritz LOIOLA/FOKU)

Si observamos una instantánea que recoja el ambiente vivido este sábado noche en el interior del estadio de San Mamés, alguien podría pensar que la elevada concentración de gente en su interior respondía a alguna gran gesta deportiva.

La realidad es que, por suerte, no solo del balompié vive el ser humano, y las decenas de miles (casi cinco) de asistentes que poblaban dicho escenario esta vez dedicaron sus aplausos, ovaciones y vítores, no a celebrar goles, pases o buenas jugadas, sino a demostrar el agrado por canciones, ritmos o riffs de guitarras. Y es que la ocasión no era para menos, Fito & Fitipaldis recalaban en Bilbo como parte de la gira organizada entorno a su último trabajo. Una presencia, que si ya de por sí siempre resulta motivadora para sus seguidores, esta vez añadía varios alicientes de alto calado.

La banda madrileña Morgan, encargada de iniciar una velada que en ese momento presentaba una entrada escasa, ha dejado de ser uno de esos grandes secretos de la escena de raíces en el Estado para convertirse en una merecidamente alabada formación.

Un mayor reconocimiento popular que si bien ha sido influido por la colaboración de su excelente cantante, Nina de Juan, con Quique González, la solvencia y calidad del grupo está más que demostrada, ya sea inmersos en este proyecto como en otros paralelos de gran calibre.

Virtudes que a pesar de lo reducido del set lograron hacer patentes, ya sea en la espectacular presencia de su intérprete, armada de una majestuosa voz y un notable manejo del piano, para dar forma a una emocionante ‘Sargento de hierro’ o en la desgarrada desnudez de la ‘soulera’ ‘Marry You’, como en la facilidad del grupo para amalgamar los sonidos negros en torno a su estilo impetuoso, del que dio buena cuenta el funk contagioso de ‘Another road (Gettin' ready)’ o el robusto rhythm and blues de ‘Attempting’.

Una escueta pero impecable lección de clase, no exenta de energía, que sirvió de lustrosa apertura de cartel al mismo tiempo que de confirmación de sus ya conocidas aptitudes para interiorizar y mostrar bajo acento propio el universo del rock clásico.

El papel de entremés previo antes de la llegada del concierto principal recayó sobre Gatibu, que si en algo son expertos es en prender la mecha entre el público, una habilidad más que contrastada a lo largo y ancho de las fiestas populares de toda Euskal Herria y que no dudaron en exhibir desde el primer momento, escogiendo su exitosa ‘Bang-bang txik-txiki bang-bang’ como primera declaración de intenciones.

Poseedores de uno de esos ‘frontman’, Alex Sardui, inasequibles a la hora de espolear el ánimo de los asistentes, sus movimientos y ya característicos bailes funcionan como si de un encantador de serpientes se tratase, encontrando siempre la complicidad de sus seguidores. Tanto es así que a uno le queda la duda de si la lluvia que en ese momento caía no era sino un atrezo perfectamente premeditado por la banda para acompañar su ‘Euritan dantzan’, que junto a la más teatral ‘Pailazo’ o la fornida electricidad de ‘Lorak eskeintzen’, precedieron a un final que encontró su apoteosis con ‘Aske maitte’ y ‘Gabak zerueri begire’, completando lo que fue un argumento inapelable para poner en ebullición al ya para entonces muy elevado número de personas congregadas.

Fue el necesario descanso producido para el pertinente cambio de escenario el que deparó que San Mamés luciera ya un reluciente lleno que, como era de esperar, respondió con una sonada ovación a la aparición de Fito & Fitipaldis.

Un emotivo recibimiento que, añadido a la naturaleza heterodoxa de los presentes y de la fuerte repercusión social generado por el concierto, sirve para confirmar el papel casi icónico, como la zamarra rojiblanca o el mismo Guggenheim, que Fito ha alcanzado no solo en Bilbo sino en toda Euskal Herria.

Un regreso a casa consecuencia de una de las muchas escalas con las que cuenta la gira de presentación de su nuevo álbum, un disco que destaca por su carácter orgánico y variado, lo que quedó más que atestiguado en el repaso al que fue sometido.

El inaugural, tras un breve  video de animación, recurso utilizado a lo largo de toda la noche,  ‘A quemarropa’, ataviado de sobrio rock, representó uno de los diversos matices contenidos en sus más recientes piezas, que nos condujeron entre la oscura y cruda ‘Las palabras arden’, el rock and roll primitivo de ‘En el barro’, el blues de ‘A morir cantando’ o una ‘Quiero gritar’ que con la presencia invitada de Morgan (antes fue Dani Martín quien intervino en un ‘Cielo hermético’) derivó en un espectacular y desatado rhythm and blues.

Evidentemente una jornada tan especial como ésta no iba a estar destinada exclusivamente a glosar el repertorio de reciente creación, por lo que a lo largo de las más de dos horas y media de actuación, hubo espacio para referencias a su discografía previa.

Entre ellas no se echaron en falta, por supuesto, los éxitos rotundos y populares de ‘Por la boca vive el pez’, ‘La casa por el tejado’ o ‘Antes de que cuente diez’, como tampoco faltó la visita de amigos y compañeros para entonar conjuntamente ‘Tarde o temprano’, un tema de rock sureño que encaja a la perfección en la tesitura de Carlos Tarque, al igual que sucede con la ‘stoniana’ ‘Viene y va’ y el caso de Leiva.

Platero con Iñaki ‘Uoho’

Pero si una aparición fue bienvenida y acogida como se merece, fue la de su antiguo compinche Iñaki ‘Uoho’, con el que se embarcó en un breve paseo nostálgico recuperando viejas y míticas canciones de Platero y Tú, haciendo sonar de nuevo ‘El roce de tu cuerpo’ y ‘Hay poco rock and roll’.

La prórroga, dividida en su dos partes pertinentes, y por aquello de tirar de la terminología a la que el lugar impulsaba, dejó espacio para una siempre emocionante, y en este caso más por la situación global que vivimos y la presencia en la voz y el piano de Nina de Juan, ‘Abrazado a la tristeza’ y la infalible y coreado masivamente ‘Soldadito marinero’.

La despedida y cierre, con lanzamiento de humo y confetis de por medio, llegó de la mano de otra recuperación de la banda  que vio nacer al protagonista de la noche, esta vez de su última época, ‘Entre dos mares’, para poner el colofón definitivo con ‘Acabo de llegar’.

Frente al encanto que se deriva de esos conciertos en pequeñas salas, donde la cercanía y el feedback resulta más propicio, hay en este tipo de eventos masivos, como el vivido en el estadio de San Mamés, una sensación de ceremonia colectiva que logra que almas de muy diferente origen y condición latan bajo un mismo son.

Aunque sea durante un momento efímero, la única realidad es que decenas de miles de personas se reunieron para disfrutar y emocionarse, al igual que un Fito al que en varios de sus parlamentos se le quebró la voz, con la banda sonora construida por este ya ilustre bilbaino con tendencia a plantear sus interrogantes alumbrado por la luna, la misma que compartía, pasada la madrugada, la sonrisa de tantas y tantas personas.