Sergio Iglesias
CRóNICA MUSICAL

Primer concierto de despedida de El Columpio Asesino, una banda irrepetible

Actuación de El Columpio Asesino en Antzoki.
Actuación de El Columpio Asesino en Antzoki. (Aritz LOIOLA | FOKU)

Mezcla de emociones la que hemos vivido en el Antzoki. Por un lado, tocaba despedirse de una de las bandas más revolucionarias de Euskal Herria en los últimos años, pero por otro, hay que celebrar el conciertazo que hemos vivido hoy, y que es tan sólo el principio de una gira que les llevará por toda la geografía estatal durante los próximos meses, y a cruzar el charco más adelante.

Como decimos, era una noche en la que las emociones estaban a flor de piel, una noche de nervios por volver a encontrarnos ante una banda auténticamente referencial, de esas que nunca fallan en vivo, y con uno de los directos más potentes de la escena estatal.

Para la ocasión, el quinteto se presentaba con Cristina Martínez a la voz y la guitarra, Albaro Arizaleta, batería y voz, su hermano Raúl en la guitarra solista, Jaime Nieto a los teclados y los sintetizadores, y la reciente incorporación del inigualable Iñigo ‘Cabezafuego’ al bajo.

Declaración de intenciones

La primera parte del bolo la dedicaron a repasar los temas de uno de sus mejores álbumes: ‘Ballenas muertas en San Sebastián’, de 2014. Empezaron con ‘Babel’, lo que supone una auténtica declaración de intenciones de que no se iban a dejar nada en el tintero en una noche tan especial. Por cierto, muy recomendable la revisión de este tema que, recientemente, han hecho junto a Fermin Muguruza, y que forma parte de un EP especial de colaboraciones que publicaban justo esta noche, como último gran regalo de la banda para sus fans, y en el que también han tomado parte Santi Balmes de Love of Lesbian, Pucho de Vetusta Morla y Eva Amaral.

Siguiendo con el repaso de ‘Ballenas muertas en San Sebastián’, tocaron el tema que da nombre al disco, probablemente una de las mejores canciones de la discografía de la banda navarra, que destila desesperación y angustia, y con la que empezaron a interactuar con un público totalmente entregado; también del mismo tema sonaron ‘La lombriz de tu cuello’, con ritmos discotequeros, todo muy rave, al igual que ‘Susúrrame’, una composición con regusto punk, y muy cruda... tanto que engancha. Con la épica de ‘Entre cactus y azulejos’ terminaban este primer bloque dedicado al que fuera su quinto disco.

Albaro Arizaleta, dándolo todo. (Aritz LOIOLA | FOKU)

Justo antes de abordar una segunda parte del bolo donde dominó el punk y la engañosa inocencia de los primeros trabajos de la banda en temas como ‘Ye Ye Yee’ del álbum de debut de El Columpio asesino, que justo este año cumple dos décadas, y del que también sonaron ‘Motel’ y esa genialidad que es ‘Your man is dead’… como decían los Obligaciones en su momento, «rápido y sucio». Como debe ser. Tampoco faltó en esta parte del concierto el punk incómodo y acelerado de ‘Edad legal’ ("cha cha cha"), incluido en el segundo trabajo del quinteto: ‘De mi sangre a tus cuchillas’, de 2005.

Himnos imprescindibles

Continuaron sin bajar el nivel con la imprescindible ‘La marca en nuestra frente es la de Caín’, justo antes de enfilar un pasaje más discotequero con esa rareza que es ‘Corazón anguloso’, con una apoteosis final, que daba paso al pop ochentero de ‘Un arpón de grillos’, que encontró su continuidad estilística en ‘A la espalda del mar’, donde Cris se mostró derrochante de carisma y emoción, al igual que durante todo el concierto. Varias veces intentó explicar cómo se sentía, pero no pudo más que agradecer a la gente su presencia en el bolo, presa de una emoción desbordada.

El culmen de la velada lo vivimos cuando, sin pausa, encararon tres de los himnos imprescindibles de una discografía impecable, y los tres además, incluidos en ‘Diamantes’, el disco que sacó definitivamente a El Columpio del underground, para convertirlos casi en una banda de masas: primero sonó esa maravillosa locura que da título a este trabajo de 2011, y donde brillo un Raúl Arizaleta, impecable toda la noche a las guitarras, a continuación llegó ‘Perlas’, en la que bajista y teclista intercambiaron sus lugares, para terminar con el éxtasis colectivo que siempre, y en cualquier situación –sea en un bar, en una pinchada festivalera, o incluso en una verbena– provoca ‘Toro’, la canción por la que siempre se recordará a la banda. Momento que, ¿cómo no?, todo el mundo quiso inmortalizar en sus móviles con vídeos y fotografías de una calidad totalmente absurda y que, seguramente a estas horas, ya estarán en las redes sociales, vistos y olvidados. En fin...

El remate final

La banda se despidió así en todo lo alto, aunque ya sabíamos que no era cierto, y que todavía quedaba el remate final.

Así que, tras unos minutos de descanso y de «beste bat!», volvieron a salir al escenario para dar un buen repaso a su último trabajo, el extraordinario ‘Ataque Celeste’, un álbum brillante que fue devorado, literalmente, por el puto virus en 2020. Así que, era de justicia recordarlo, en primer lugar con los aires levemente funkys de ‘Huir’, seguida de ‘Preparada’, en la que contaron con la colaboración de Deu Txakartegi, cantante de los siempre recordados We Are Standard, que demostró una complicidad absoluta en las voces junto a Cris, en una canción que, ciertamente, le venía como anillo al dedo. Terminaron este minirrepaso a ‘Ataque Celeste’ con ‘Sirenas de mediodía’, un tema cercano al spoken word, y una de las mejores letras de la banda, que precedía al pop ochentero de ‘Floto’, justo antes de terminar definitivamente con ‘Vamos’, surrealismo puro que define a la perfección lo que es El Columpio asesino: un caos absolutamente controlado, con momentos de descontrol –‘¡La muñecaaaa’– que enganchan más que muchas sustancias menos legales.

El público, disfutando. (Aritz LOIOLA | FOKU)


 

Así se cerraba una noche en la que todo salió como debía salir, y en la que la banda pudo empezar (hoy vuelven al Antzoki) a despedirse de su público bilbaíno, haciendo lo que mejor saben hacer: disfrutar y hacernos disfrutar a los demás, con ese sonido tan personal e inconfundible, que suena simple y llanamente, a El Columpio Asesino.

Porque sí, su música es rara, oscura, e incluso «malrollera» y sucia –dicho en el mejor sentido de la palabra, porque nos encantan este tipo de sonidos, y nos enganchan las historias de miseria humana que destilan sus canciones–… pero son únicos y, por desgracia, irrepetibles.

¡Cómo los vamos a echar de menos!