Alessandro Ruta

‘L'elisir d'amore’, una opera «vasca»

Donizetti reproduce musicalmente un texto ambientado cerca de un baserri en la Ipar Euskal Herria rural. El compositor italiano nunca estuvo allí, pero tomó este país como recurso artístico que recreara un mundo lejano. Desde este sábado, en Bilbo.

Un pasaje de la ópera italiana con ubicación vasca , estos días en Bilbo.
Un pasaje de la ópera italiana con ubicación vasca , estos días en Bilbo. (ABAO)

‘L'elisir d'amore’ de Gaetano Donizetti se puede disfrutar desde este sábado en el Teatro Euskalduna de Bilbo, programada por ABAO Bilbao Ópera. Hablamos quizás de la ópera más vasca de la historia. Lo dejan claros libretos como el de Felice Romani, que en sus primeras líneas apunta: «La acción tiene lugar en un pueblo del País Vasco a finales del siglo XVIII».

Retrato de Donizetti. (Wikimedia Commons)

Perfecto, tomamos nota, pero matizamos. ¿Esto significa que se oye cantar en euskara? No, en absoluto, y tampoco en francés, sino exclusivamente en italiano, empezando por la romanza ‘Una furtiva lagrima’, que en fechas recientes los cinéfilos han podido escuchar tanto en ‘Los Goonies’, cantada por uno de los miembros de la banda Fratelli, como en ‘Match Point’ de Woody Allen.

La obra original de Scribe ya estaba ambientada en tierra vasca, más concretamente en «les campagnes de l’Adour»

 

Tampoco se oyen zortzikos, ni se bailan aurreskus u otras muestras de folklore euskaldun. La ubicación en Euskal Herria es un mero recurso narrativo para ambientar esta «opera buffa», ligera y divertida, típica del repertorio del bergamasco Donizetti, que se inspiró para su ‘Elisir d'amore’ en la obra ‘Le philtre’ del autor francés Eugène Scribe.

Lógicamente ‘Le philtre’ (‘El filtro’), también está ambientada en tierra vasca, más concretamente «représente les campagnes de l'Adour», se puede leer. Es decir, estamos en Iparralde cerca de un baserri, palabra ciertamente nunca está escrita así en el texto de Scribe, donde se define como «une ferme».

Mundos lejanos

Por lo visto, ni el autor francés ni Donizetti estuvieron en Euskal Herria. El bergamasco fue además un hombre desafortunado, que murió joven atormentado por una enfermedad que por aquel entonces no tenía cura: la sifilis. 

Se trataba de un incansable creador de música, ídolo en Nápoles y en París gracias a sus piezas divertidas, donde el elemento de la locura tenía un papel destacado. Locura por amor, por supuesto.

Scribe, por contra, nunca se movió se su ciudad natal, París, llegando a la prestigiosísima Academie Française, la crème de la crème de la literatura. Ostentaba el escaño 13 de la academia y era un hombre con bastante personalidad. Fue el único que rechazó la candidatura de Victor Hugo a la misma academia, ni más ni menos, y al mismo tiempo, según el profesor Jean-Claude Yon de la Universidad de Lyon, «un autor comparable en el siglo XX a un Charlie Chaplin o a un Steven Spielberg».

Scribe fue quien ubicó primero su obra en Euskal Herria, en una apuesta «exótica». (Wikimedia Commons)

Un detalle común entre Donizetti y Scribe fue que escribieron y trabajaron muchísimo. Al pobre bergamasco, su supuesto amigo y colega Vincenzo Bellini (el siciliano compositor de ‘Norma’) lo apodó de manera sarcastica ‘Dozzinetti’, recurriendo a la palabra italiana ‘dozzina’ (‘docena’) y al adjetivo ‘dozzinale’, traducible al castellano como «algo de baja calidad».

En un panorama dominado por aquel entonces (primera mitad del siglo XIX) por Gioachino Rossini, Giuseppe Verdi y el mismo Bellini, y con Giacomo Puccini listo para tomarles el relevo, Donizetti acabó su vida reventado, además que enfermo, y bastante olvidado.

Rossini nunca estuvo en Sevilla, ni Verdi en Babilonia, ni Donizzeti en Euskal Herria, pero su capacidad de inventar realidades y traducirlas en música y palabras queda fuera de duda

 

Todos ellos eran artistas que inventaban música para mundos lejanos en que realmente nunca habían estado. Rossini en sus obras maestras habla entre otros de un barbero de Sevilla (Figaro), de Argelia y de Suiza (‘Guglielmo Tell’), pero sin haber estado nunca allí. Verdi sí que fue a Egipto antes y después de su ‘Aida’, pero nunca a Babilonia a pesar de haber compuesto el ‘Nabucco’, ni a Sevilla, de nuevo, para ‘La fuerza del destino’.

Sus recursos narrativos parten de la capacidad extraordinaria de imaginarse una realidad para convertirla en música y palabras. El listado de ejemplos es larguísimo, pero nadie se ha atrevido a imaginarse Euskal Herria como Scribe y sobre todo Donizetti. Si el «elisir d'amore», este filtro milagroso que logra enamorar a cualquier joven, al final es solamente un vino, se debe a que los protagonistas viven en la aldea del Adur, en una Iparralde un poco ingenua y muy alegre. Pero, ¿vino Bordeaux? En el fondo, resulta más reconocible que una botella de Irulegi.