Aitor Agirrezabal
MTN-Qhubeka

Bicicletas de África

El ciclismo sigue derribando barreras. Lejos quedan los años en los que el pelotón era sinónimo de la Europa más occidental. Carreras, patrocinadores y equipos han saltado más allá de las fronteras europeas y han hurgado en el mercado mundial. Ahora, al Tour de Francia llegan bicicletas desde África.

MTN-Qhubeka es el primer equipo africano que participará en el Tour. La escuadra sudafricana es la primera con licencia, patrocinador y un bloque de corredores africanos en la salida de la Grande Bouclé. Se presenta en la salida de Utretch con ambiciones modestas, pero con la convicción y la serenidad de ser la vanguardia de un ciclo que en pocos años pretende ser referencia en el pelotón y colocar a África en el centro del panorama ciclista.

El continente se ha volcado con el equipo y espera con ansia su representación en uno de los eventos deportivos más importantes del año.

Por ahora, el director del equipo, Douglas Ryder, se mantiene cauto: «Nuestro principal objetivo serán las victorias parciales, dejarnos ver y tratar de llevar un maillot distintivo. Tenemos muy buenos corredores capaces de ganar etapas. Vestir el maillot verde de los puntos con hombres como Boasson Hagen o el maillot blanco de mejor joven con Kudus o Meintjes pueden ser retos alcanzables».

En el aspecto deportivo, para la primera parte del Tour, más favorable a los rodadores y velocistas, Ryder confía en el bloque europeo, que competirá alrededor del noruego Edvald Boasson Hagen, fichaje estrella del grupo, que hasta la fecha, varias caídas mediante, no ha podido cumplir con las expectativas. El turno de los africanos llegará cuando la carretera mire al cielo. «Nuestros corredores africanos son excelentes escaladores, muy ligeros, muy fuertes», define.

La falta de oportunidades hasta la fecha, al igual que en muchos otros aspectos de la vida, ha supuesto una gran escasez de ciclistas llegados desde África. Excepciones como el ganador del Tour de2013 Chris Froome, nacido en Kenia pero hecho corredor en Gran Bretaña, poco tienen que ver con el proyecto MTN-Qhubeka. Ryder tiene dos grandes esperanzas del ciclismo continental con el eritreo Merhawi Kudus, de 21 años, y que ya ha dejado destellos de lo que promete, y Louis Meintjes, campeón de Sudáfrica con tan solo 23 años y que parece algo más hecho para brillar este julio, tanto que en el recién acabado Criterium du Dauphiné se ha codeado con los mejores. «Esperamos tener un ciclista capaz de aspirar al podio de una grande en dos o tres años». Un reto al que no ha querido poner nombre, a fin de evitar una mochila de tal responsabilidad, pero que lleva la silueta de los citados escaladores.

Sin embargo, entienden que su trabajo debe ir paso a paso y crear la base de un equipo sólido donde hace unos años no era pensable. Con la invitación al Tour, después de haber debutado el año pasado en la Vuelta, el MTN-Qhubeka, comienza a recoger los frutos de varios años de trabajada inversión en el continente, apoyado en el programa que la UCI inició a mediados de la década pasada.

«Mira el atletismo. Kenia o Etiopía, ¡las capacidades y el potencial de África son increíbles!», suscribe Jean-Pierre van Zyl, asesor de la UCI en África y entrenador del equipo sub23 de MTN. Las comparaciones son odiosas, pero inevitables en el afán por seguir creciendo. El proyecto profesional arrancó hace 7 años, pero la vista se mantiene al frente. Pirineos y Alpes pueden ser africanos, pero paso a paso. De hecho, lo deportivo es importante, y no hay mejor escaparate que el Tour, pero el fondo de este equipo está miles de kilómetros al sur de las carreteras galas.

Qhubeka y Nelson Mandela. Lo deportivo copa titulares, pero si en algo se ha diferenciado MTN-Qhubeka del resto de escuadras es en sus orígenes y en la labor que realiza en ellos. Qhubeka es una palabra Nguni que significa «continuar», «progresar» o «para seguir adelante» y es el nombre del programa de World Bicycle Relief en Sudáfrica, una organización mundial sin ánimo de lucro dedicada a la educación de avance, la salud y las oportunidades económicas, proporcionando el transporte sencillo y sostenible. En diez años han entregado 220.000 bicicletas en los rincones más necesitados de África.

En Sudáfrica se calcula que 11 millones de estudiantes acuden a la escuela a pie, con muchos de ellos debiendo hacerlo durante más de una hora. La distancia desalienta a una asistencia regular. Por ello, Qhubeka distribuye bicicletas a estudiantes, maestros y voluntarios de la escuela para mejorar el acceso a la educación. Además de la salida profesional que puede suponer el ciclismo, también ayuda en aspectos cotidianos del día a día africano. El equipo utiliza las carreras como un medio más para concienciar sobre la causa a la que hace frente la fundación.

Y si se habla de mejorar recursos en Sudáfrica, la omnipresente figura de Nelson Mandela no camina lejos. Incluso casi dos años después de su fallecimiento. De hecho, la memoria, el legado y la imagen de uno de los hijos más famosos de África podría ayudar a hacer historia en el Tour de Francia en las próximas semanas.

El 18 de julio se celebrará el Día de Mandela, día en el que Madiba cumplía años, y el equipo tiene en mente llevar a cabo varios actos especiales durante dicha jornada. Ese día, el pelotón saldrá de Rodez y llegará a la corta pero dura ascensión de Mende 178 kilómetros después. No es mal terreno para los hijos de África. Más allá de lo que pase sobre la carretera y la pura competición, habrá varios eventos.

El gerente general de MTN-Qhubeka, Brian Smith, ha confirmado a 7K que el equipo buscará rendir homenaje a Nelson Mandela durante la carrera. «Tenemos la suerte de poder decir que la fundación Mandela forma parte de este proyecto y estamos trabajando juntos para celebrar el Día de Mandela el 18 de julio y hacerlo en las carreteras francesas», explica.

De hecho, habla de la posibilidad de ver un maillot especial ese 18 de julio, con el número 67, que indicaría los «años de servicio» de Madiba en Sudáfrica en su lucha contra el apartheid, los 27 años que pasó preso, los cinco que vivió como presidente y los transcurridos hasta su fallecimiento en diciembre de 2013.

La equipación modificada estará relacionada con la Fundación Mandela y dará a conocer el programa de educación Qhubeka. Asimismo, la fundación está planeando colocar grandes pantallas de televisión en lugares públicos de toda África para ese 18 de julio y transmitir el mensaje de Mandela. Los corredores del Tour se unirán a dicha campaña en un vídeo de 13 minutos. Asimismo, también han planteado a la organización la posibilidad de que cada corredor en el pelotón lleve una banda o icono reconociendo la labor de Madiba.

El equipo, lleno de historias personales, trabaja así en ese doble objetivo deportivo y social. De este modo, luchan por dar salida a los corredores africanos con talento y, al mismo tiempo, recaudan fondos para una ONG que no cesa en su empeño. La última campaña puesta en marcha es “Bicycle changes live”. Y tanto que la cambia.

Correr para huir del genocidio de Ruanda. A los siete años, Adrien Niyonshuti presenció en su hogar el asesinato de seis de sus hermanos durante uno de los ataques en el genocidio de Ruanda de 1994 contra la población tutsi y perdió un total de 60 familiares. Logró escaparse y permaneció escondido durante dos semanas entre arbustos. Una fuga que dejó una llamativa cicatriz en su pierna izquierda. Sobrevivió y luego pudo rehacer su vida junto a sus padres. Ahora, las escapadas las realiza con el maillot del MTN-Qhubeka.

En cuatro preguntas, Niyonshuti resume el horror, el miedo, la oportunidad de redención y las esperanzas de Ruanda: «Yo no sé muy bien lo que pasó en 1994, era muy joven. No sé explicarlo. Recuerdo que mis padres vinieron a buscarme y me dijeron que alguien venía hacia nuestro poblado y que debíamos correr. Nos escondimos en unos arbustos. Hasta que nos dimos cuenta, una semana después, de que seríamos los siguientes en ser asesinados», relata a 7K.

No existe rencor en las palabras del ciclista ruandés y confiesa que no le gusta recordar una época dolorosa: «Han pasado 20 años, pero no es fácil entrar en la profundidad de las cosas que sucedieron. A partir de aquí, solo tengo que recordar a mi familia. Quiero estar con mi familia, pero no puedo encontrarlos, porque se han ido, se han ido sin hacer nada», añade. En su caso, reconoce que todos los años, cuando se cumple el aniversario de los hechos, rememora lo ocurrido, y la bicicleta ha sido desde el primer día su vía de escape.

Su capacidad como ciclista fue descubierta en 2006 por Jock Boyer (primer estadounidense en completar el Tour de Francia) durante un proyecto en el país africano. Niyonshuti, que relata que hasta ese momento competía en bicicletas hechas íntegramente de madera (incluso las ruedas), llamó la atención del exciclista, quien se convirtió en el seleccionador nacional de Ruanda y lo incorporó a su equipo. Así, en 2009 pasó a las filas del MTN y se ha forjado como profesional en los últimos seis años, acaparando un gran protagonismo en el mundo del ciclismo y, sobre todo, convirtiéndose en un icono en su país natal.

Y la bicicleta, mucho más allá de un medio de vida, ha sido su vía de escape: «No pienso mucho en los genocidios. A veces me vienen los hechos a la cabeza, pero me digo ‘solo tengo que pensar en seguir trabajando y en la próxima carrera’», asegura.

Seguir hacia adelante o caer. La competición se ha convertido en su burbuja para huir del pasado y en una metáfora de lo que quiere dejar en el pasado: «Para no morir, tenías que ponerte a correr. Tal cual. Mi padre me dijo que corriese. Empecé a correr. La cicatriz que tengo en la pierna es de aquel periodo. Me puse a correr y no sé lo que pasó después. Perdí a mi familia, a mi abuelo y a mis seis hermanos. Después de aquello, el genocidio terminó».

Ahora corre, pero lo hace sobre las dos ruedas. Gracias a Boyer y Tom Ritchey, que se trasladó en 2006 a Ruanda y montó una carrera en Kibuye. «Estoy feliz pero no me siento una persona especial». Son recuerdos que quiere dejar atrás y apostar por el futuro de Ruanda. «Me gustaría que el mundo mirara a mi país pensando solo en el deporte. Todos siguen acordándose del genocidio, es lo primero que les viene a la cabeza. Pero eso pasó hace 18 años…».

De hecho, después de ser el abanderado de Ruanda en los JJOO de Londres en 2012, Niyonshuti se decidió a abrir una academia de ciclismo en Rwamagana, ciudad en la que creció. «Quiero trasladar a los jóvenes el valor del ciclismo. Ofrecerles positivismo, valores como el compañerismo que tanto he echado de menos en mi pueblo en una sociedad que sigue padeciendo lo ocurrido hace dos décadas». Se muestra orgulloso de que hutus y tutsis caminen juntos, como si de una carrera se tratase, «tan solo mirar hacia adelante».

Veinte años después, Niyonshuti se ha convertido en un símbolo en su país, que tienen ahora en el ciclismo su deporte principal. Sin embargo, no es solo un héroe nacional deportivo, sino que es el mejor embajador de la reconstrucción de Ruanda. El ciclista del MTN-Qhubeka es venerado por todos y se figura como la imagen de una nueva Ruanda que quiere dejar atrás a pedaladas lo ocurrido durante el genocidio.