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MIRADA AL MUNDO

Centro farmacéutico abandona a su suerte a sus jubilados

Los gritos de alegría y las características cabriolas con las que acogen la llegada del fueraborda repleto de papayas, plátanos, piñas y mangos no dejan lugar a dudas: Monkey Island o «La isla de los monos», el ahora amenazado refugio para antiguos chimpancés de laboratorio en Liberia, hace honor a su apodo. John Abayomi Zoneyuway es uno de los voluntarios del Instituto de Investigación Biomédica de Liberia (LBRI) que trabaja con los 66 chimpancés en un santuario que, en realidad, es una cadena de seis islas de manglares situadas en el río Saint-John, al sureste de la capital, Monrovia. Visita diariamente a estos grandes simios, «jubilados» en 2005 por el Centro de Sangre de Nueva York (NYBC), uno de los mayores centros de sangre de Estados Unidos, y que no pueden adaptarse a su hábitat natural debido a sus años de reclusión. Por eso están condenados a vivir de la comida que les faciliten los humanos.

Después de 25 minutos de travesía, la llegada del fueraborda a la primera isla, denominada “Islote 5” –tiene unos 9 kilómetros cuadrados– suscita una algarabía: gritos, saltos.... «Es su manera de alertar a los otros chimpancés que todavía están en el bosque, para que sepan que hay comida», explica John Abayomi Zoneyuway. Da alimento a los primates y se asegura, a su vez, de que no falte ninguno. «No veo a Samanta. Bullet está aquí; ya ha comido», le dice a su equipo, mientras que otros simios se unen al festín. En la segunda isla, “Islote 4”, a unos 15 minutos de distancia, aparecen diez chimpancés; entre ellos, cuatro bebés, nacidos de sorpresa, porque aquí se controla la natalidad. En cada escala, se repite la misma escena: acogida entusiasta de los animales, que avisan a sus congéneres.

El cuidado y alimentación de los chimpancés, cuyo coste mensual es de alrededor de 30.000 dólares (27.000 euros), va a cuenta del NYBC, aunque ahora están en peligro debido a falta de financiación. El NYBC neoyorquino, que se dedica a la recogida, la distribución de la sangre y la investigación científica, firmó en 1974 un acuerdo con el LBRI para la utilización en sus laboratorios de estos primates, capturados en la naturaleza o adquiridos a propietarios de animales. Se les utilizaría principalmente para la investigación de infecciones virales como la hepatitis B.

Pero hace una década, la NYBC abandonó este proyecto de investigación y «jubiló» a sus chimpancés de laboratorio, enviándolos a Monkey Island. Los dirigentes de la institución norteamericana se comprometieron públicamente a cuidar de este santuario, porque, dijeron, era «un deber moral». En marzo pasado, sin más explicaciones, suspendieron el envío de dinero.

Abandonados a su suerte. Esta decisión provocó la protesta de las ONG de protección de la naturaleza y de conocidos científicos, quienes instaron a la NYBC a que volviera a hacerse cargo del lugar. Desde entonces, la ONG Humane Society of United States (HSUS) se ha hecho cargo del pago de la comida los monos gracias a un fondo de emergencia complementado con otras fuentes de financiación, salvando así de momento a los chimpancés de la muerte por deshidratación o inanición, como explica Fatorma Bolay, responsable del LBRI. «El Gobierno de Liberia no tiene medios económicos suficientes para hacerse cargo de los chimpancés a largo plazo, especialmente en un momento en el que Liberia intenta recuperarse de la crisis del ébola», explica el doctor Bolay.

El HSUS ha intentado ponerse en contacto con el NYBC, pero no ha obtenido respuesta alguna, según Kathleen Conlee, una de las responsables de esta organización no gubernamental. «El NYBC espera que la gente se olvide de esta historia, pero te puedo asegurar de que será lo contrario. Ellos son los responsables absolutos de la situación de estos chimpancés». El costo representa solo «una gota de agua» para un centro que realiza «una facturación anual de cientos de millones» de dólares, explica.

La famosa primatóloga británica Jane Goodall ha apoyado a esta causa escribiendo una carta abierta al NYBC, instándole a reanudar su apoyo financiero a los chimpancés de Liberia. También hay una petición en change.org. Pase lo que pase, John Abayomi Zoneyuway no tiene intención de abandonar a los grandes simios. «Estoy apegado a los chimpancés porque los veo todos los días. No son tan diferentes de los humanos: se pelean, se reconcilian, necesitan ayuda y también atención. No podemos dejarlos morir de enfermedades y de hambre».