IñIGO GARCIA ODIAGA
ARQUITECTURA

La basura como materia prima

La casa Cubo, diseñada por los arquitectos del estudio Phooey con sede en la ciudad australiana Melbourne, se ha convertido en una especie de manifiesto vivo para aquellos que defienden una construcción más sostenible en lo medioambiental. La casa, caracterizada hoy por la ampliación en la zona trasera de dos plantas y sótano, está destinada a una pareja con dos niños pequeños y los clientes solicitaron a los arquitectos que, en la medida de lo posible, se utilizaran materiales reciclados en la construcción de la nueva pieza.

Dado que los clientes estaban muy comprometidos con la sostenibilidad y dado también que era necesario realizar un derribo parcial del edificio existente, los arquitectos decidieron reutilizar y adaptar los materiales extraídos durante la demolición para levantar una nueva pieza de arquitectura, convirtiendo así el desecho en la esencia de la nueva edificación. De este modo, la nueva construcción está formalizada con la misma materia que el edificio original, estableciendo así un nexo con el pasado.

La nueva pieza no solo proporciona más espacio a la familia y amigos que la visitan, sino que también mejora la disposición que existía, totalmente desordenada, y así las nuevas adiciones al edificio antiguo se conforman como una deliciosa mezcla de lo nuevo y lo viejo, colocando esta pieza contemporánea en un estadio atemporal. La fachada original fue desmontada en secciones cuadradas, formando grandes planchas de ladrillos demolidos. Estas piezas residuales fueron reutilizadas como materia prima, ordenando la fachada en direcciones alternas. Mediante esta técnica, inspirada en la técnica del collage surrealista, la masa cúbica de la casa se desfigura y se reorganiza de forma aleatoria, ofreciendo una nueva imagen a partir de la antigua materia.

Además del ladrillo de la fachada original, otros elementos descartados también se reutilizaron en diversas ubicaciones. Por ejemplo, las puertas metálicas de seguridad se reubicaron, formalizando toldos alrededor de las ventanas y el techo de pizarra del pabellón trasero se reutilizó para dar forma a los marcos de las nuevas ventanas.

Además de los beneficios ambientales que implica este reciclaje, la puesta en funcionamiento de estos residuos banales y descartados reutilizados en la ampliación sirven también para celebrar la memoria del edificio existente. La extensión añade aproximadamente cien metros cuadrados a la casa de dos plantas existente, duplicando aproximadamente su tamaño. En la planta baja hay una nueva cocina-comedor de planta abierta, acompañada por otros usos auxiliares, como una sala de lavandería y un trastero-despensa. En el primer piso hay dos nuevos dormitorios y un baño. Además, el nuevo sótano acogió una sala de juegos infantiles, un pequeño despacho y un dormitorio de invitados con baño. En el centro de la casa se eliminó la tabiquería, para crear una escalera de triple altura que conecta todos los niveles y que permite formalizar una especie de patio vertical de once metros de altura, que inunda la casa de luz. En origen, la entrada a la casa se realizaba a través de un pasillo oscuro, tapado debajo de la escalera; en su lugar, el nuevo vestíbulo de entrada se abre ahora a ese vacío de varios niveles bañados por el sol, con ventilación natural. Los desembarques de esa escalera-patio fueron diseñados como espacios generosos, multifuncionales, lo suficientemente grandes como para ofrecer funciones reales, proporcionando buena iluminación, espacios flexibles, ventilados para trabajar, jugar o simplemente para pasar el rato.

Apuesta por la sostenibilidad. En Melbourne, el clima es, en cierta medida, extremo: o muy caliente o muy frío durante gran parte del año, por lo que es ideal para tener interiores amplios, que pueden ser totalmente cerrados. Además, los jardines exteriores se convierten en un espacio de uso cotidiano durante los días de buen clima. Por este motivo, en el exterior se colocaron bancos y una zona de barbacoa con una cubierta de placas de madera recuperadas del derribo, que reproducen el dibujo aleatorio y alterno de la fachada reciclada de ladrillo.

El jardín de 55 metros cuadrados fue diseñado en colaboración con Simon Ellis, una arquitecta paisajista que concibió un refugio de bicicletas en la parte trasera de contacto de la casa con la calle, además de un collage de maceteros para el cultivo de fresas, verduras y hierbas. Se trata de un pequeño jardín, con zonas de juego para los niños, que ostenta una diversidad de materiales, estratégicamente entretejida para procurar diversión y una transición flexible entre el interior y el exterior.

Además, la idea de sostenibilidad inicial de la casa se complementa con tecnologías añadidas, que procuran al edificio energías renovables. Los paneles de células fotovoltaicas y los paneles solares térmicos están ocultos en el techo de la ampliación posterior, para proporcionar agua caliente y electricidad a la familia. En este mismo sentido, se instalaron bajo tierra unos depósitos donde se almacena el agua de lluvia, que se captura y se utiliza para limpiar los inodoros y regar el jardín.

De este modo, tecnología y lógicas propias del reciclaje se entremezclan con la finalidad de que la casa se convierta en un modelo con el que realizar una arquitectura urbana más sostenible.