IÑIGO GARCÍA ODIAGA
ARQUITECTURA

Construir la ética

En el año 2009, el estudio de arquitectura TYIN tegnestue, que era ya conocido por sus colaboraciones en proyectos de cooperación internacional, recibió la visita de Patrick Barthelemy, un hombre de negocios francés que se presentó en el lugar con un regalo extraordinario: una caja llena de canela de altísima calidad. La especia procedía de Sumatra, país que en la actualidad exporta el 85% de la canela que se comercializa a nivel mundial, pero que para alcanzar esas cifras, esconde una cruda realidad: las malas condiciones laborales y de vida a las que se enfrentan los agricultores dedicados a su cultivo. Tras esta visita con doble intención, Barthelemy consiguió involucrar al estudio de arquitectura noruego en la formalización del proyecto Cassia Coop, una cooperativa de productores locales que aboga por un comercio justo.

Por este motivo, ya desde el inicio del proyecto, el nuevo centro de formación Cassia Coop se presentaba como una arquitectura ambiciosa, no solo en calidad constructiva, sino también en principios éticos. Más allá de un inmueble, el edificio debía ser un elemento transformador de la región y de la economía local para convertirse en una esperanza de cambio para los habitantes del lugar. Así, el centro busca un nuevo estándar mediante el que desarrollar una empresa socialmente sostenible. Los granjeros y agricultores locales recibirán un pago adecuado, un programa de salud decente y acceso a la escuela y a la educación. Además, y aunque desde la distancia pueda parecer una obviedad, las fábricas de Cassia Coop deben ser higiénicas y seguras para los trabajadores, dos condiciones no habituales en el país.

Las obras se prolongaron durante todo el otoño del año 2010. La idea principal del edificio refleja un esquema clásico tropical, en el que una estructura ligera de madera con cimentación de ladrillo y hormigón en masa construye una cubierta que flota sobre los pabellones a los que protege. La estructura, sustentada por pilares de madera inclinados, reproduce la sensación de estar cruzando los bosques cercanos. El Cassia Coop está construido en torno a un par de árboles de Durham, una especie local de gran porte, que ocupan el patio central, que sirve de espacio común de relación y protección, y que está abierto sobre una preciosa vista del lago de Kerinci.

Uno de los mayores desafíos del proyecto fue crear un edificio bien ventilado en un clima tan extremo, sobre todo teniendo en cuenta la dimensión del mismo, que alcanza los 600 metros cuadrados, y lo escaso del presupuesto. La sabiduría popular permitió encontrar una buena solución para el proyecto a través de la combinación de la masa térmica de los muros y la reducción de la radiación solar proporcionada por la cubierta y la ampliación de los aleros.

El proyecto está construido mayoritariamente con dos materiales: ladrillos de adobe fabricados a pie de obra y troncos del árbol de la canela. Los troncos son un producto residual de la producción de canela, por lo que se decidió poner en valor este material a través del proyecto, relacionándolo así con el propósito al que sirve el edificio. El exquisito trabajo de los carpinteros locales permitió que el resultado fuese incluso mejor que el esperado, otorgando al edificio una imagen a medio camino entre la artesanía clásica y la contemporaneidad, que sitúa a la arquitectura en una suerte de continuidad con el pasado, mostrando un respeto íntimo por la sabiduría ancestral.

Desde un punto de vista técnico, los pilares de madera en forma de Y fueron los elementos más difíciles de construir y definir. El emplazamiento de los pilares está subordinado a la distribución de los pabellones inferiores, pero, al mismo tiempo, su aparente aleatoriedad asegura la rigidez y la estabilidad del conjunto. De modo aislado, bajo la liviana cubierta de madera y chapa, encontramos cinco edificios de ladrillo ocupados por un pequeño laboratorio, aulas, oficinas y una cocina.

En un proyecto de este tamaño, con una estructura producida en tres meses, la logística se presentó como un gran desafío, ya que no se disponía de herramientas pesadas. Con aproximadamente setenta trabajadores y ocho búfalos trasladando los troncos de madera, la coordinación se tornó esencial, por lo que el proyecto está enteramente realizado a partir de diez sencillos detalles, de modo que un acercamiento básico y paulatino fuese revelando a los trabajadores no especializados cómo construir el edificio.

Otro gran desafío al construir en esta zona del planeta es la actividad sísmica, que desde que se inauguró el edificio lo ha puesto a prueba con varios terremotos, llegando a sobrepasar el grado 5 en la escala de Richter. Por lo que el centro de Cassi Coop se ha revelado como un lugar seguro y estable para los agricultores locales, cumpliendo así una de sus expectativas iniciales.

Por otro lado, el edificio se ha convertido en un referente de la actividad de la región, mostrándose como un punto de reunión y de plasmación de nuevas realidades sociales, aportando así un buen punto de partida para instaurar una nueva ética en las relaciones laborales y en la explotación de la riqueza natural del entorno.